Monseñor Salaverry: «Revitalizar nuestra vida religiosa y consagrada»

En sintonía con la XXIX Jornada Mundial de la Vida Consagrada “Peregrinos y sembradores de esperanza”, cientos de sacerdotes, religiosos y religiosas de nuestra Iglesia de Lima se congregaron en la Basílica Catedral de Lima para celebrar el Jubileo de la Vida Consagrada. La ceremonia religiosa fue oficiada por Monseñor Juan José Salaverry, quien afirmó que «nuestra vida religiosa tiene que revitalizarse, pero también nuestra vida consagrada, teniendo como referente a Cristo».

Nuestro obispo auxiliar de Lima recordó que este Año Jubilar nos recuerda que «Cristo se sigue encarnando en cada uno de nosotros para hacer vivo el Evangelio en medio de una humanidad a la cual debemos de servir». Por eso, dirigiéndose a todas las comunidades de la vida consagrada, hizo un llamado a “no canjear sus vidas por un momento de poder, dinero o placer”.

Juan José Salaverry explicó que “nos encontramos frente a una crisis atravesada por el dolor y la vergüenza por los errores cometidos dentro de la Iglesia”. Ante ello, sostuvo que es necesario vivir un cristianismo en sintonía y coherencia con Dios:

«Nos encontramos en una crisis de valores, de educación, social, económica, pero también porque se han suscitado duros golpes dentro de nuestra Iglesia que nos lastiman, hieren y avergüenza a todos, y que nos da la oportunidad de repensar y replantear lo que el Señor nos pide: vivir de manera cada vez más evangélica, entregados a nuestra misión y sostenidos por la gracia de Dios», reflexionó.

El Señor es la fuente de nuestra consagración, el modelo y destino de nuestra consagración

Tal y como sucedió en la Presentación de Jesús, pasaje del Evangelio meditado en el último domingo (Lc 2,22-40), Monseñor Salaverry argumentó que la persona que consagra su vida a Dios «es presentado ante todos como referente de la vida de Jesús», y debe celebrar la Vida Consagrada como un recordatorio de su fe en Cristo y «abrazarla como la brújula que no permitirá su desorientación a la oscuridad».

Purificarnos no es solo lavarnos las manos

En otro momento, nuestro obispo auxiliar de Lima hizo hincapié en la importancia de ver la vida consagrada como parte de la Iglesia y de la humanidad. Por ello, recordó que es fundamental un proceso de purificación que requiere cambios en el fondo y la forma de las organizaciones eclesiásticas, así como de valentía para asumir la conversión personal y pastoral.

Purificarnos no es solo lavarnos las manos, es asumir que hay imperfecciones, y estamos dispuestos a trabajar para no caer siempre en los mismos errores. Con vergüenza, debemos de reconocerlo, pero abiertos a la Gracia y abiertos al amor misericordioso de Dios.

La Celebración Eucarística contó con la participación de más de 300 asociaciones religiosas entre congregaciones, institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica en sus distintos carismas.