Mons. Castillo: Encontrar al Señor en el hermanarse de nuestros pueblos

En la Eucaristía de este II domingo del Tiempo Ordinario y acompañado de la Comunidad Católica de Hermandades Quechuahablantes, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a encontrar al Señor en el camino del servicio a los demás, hermanando nuestros pueblos y reconociendo la dignidad y el valor que todos tenemos.

«Que esta visita de ustedes para saludar a la ciudad de Lima sea un signo de que las provincias del Perú se sienten en el corazón del Perú», manifestó en su homilía.

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Esta mañana recibimos la visita de las comunidades quechuahablantes de San Sebastián. Fueron más de 30 imágenes sagradas que llegaron hasta la Basílica Catedral de Lima como anticipo a las celebraciones por el 489° aniversario de nuestra capital. Este gesto de amistad y cercanía fue saludado por el Monseñor Castillo, quien afirmó que la presencia de las hermandades «nos llena siempre de calor humano» y nos recuerda la importancia de irradiar, en todo el país, «una convivencia buena y positiva».

«Todos formamos esta Nación, nadie está de sobra en el Perú. Y todas las imágenes que han llegado a esta Catedral son un signo de que estamos unidos al Señor y Él se une a nosotros», expresó.

El obispo de Lima sostuvo que, como cristianos, debemos asumir las mismas actitudes de acogida y cercanía de Jesús. Y este es un llamado especial a todos los que están a cargo de la organización del país y no tienen en cuenta a las zonas marginales: «Muchas veces hemos hecho cosas terribles, como ha sido la desaparición en las masacres de nuestros hermanos, hace un año. Por eso venimos a rezar también por ellos, porque no los podemos olvidar. Las cosas, cuando son injustas, tienen que saldarse», precisó.

El Señor mora en el camino del servicio y la hermandad

En alusión al Evangelio de hoy (Juan 1, 35-42), que narra el encuentro de Jesús con los primeros discípulos, Monseñor Carlos explicó que, en nuestra búsqueda por el Señor, todos nos hacemos una idea de Él. Esto fue lo que ocurrió con los discípulos, que deciden ir a ver y seguir al Cordero de Dios.

Ante la pregunta: “¿Qué buscan?”, los discípulos muestran un interés particular por saber dónde vive el Señor. «Vengan y verán», les responde. Jesús los está invitando a experimentar su vida, pero no desde un lugar específico, porque Jesús vive en camino, está moviéndose de aquí para allá, «es un migrante como todos nosotros».

El Señor nos está pidiendo que experimentemos un sentido de hermandad en el camino de nuestras acciones y decisiones, en el camino del servicio a los demás. «Ahí mora el Señor: en la hermandad, en el hermanamiento, en el camino juntos y en el recuerdo de todas las víctimas que murieron por nosotros. Así como ellos tenían al Cordero de Dios, nosotros tenemos una recatafila de mártires, empezando por Túpac Amaru y María Parado de Bellido, que nos han dado su vida para construir un país en donde ya no se derrame más sangre y no haya más injusticias», reflexionó el arzobispo.

Dios está presente en el camino de nuestros actos, en todo acto de amor y sensibilidad. Es un camino que implica ayudar a sanar a la gente, curar sus heridas y reeducarnos juntos.

En ese camino de hermandad y fraternidad que anhelamos para nuestro país, también es fundamental reconocer la dignidad y el valor que todos tenemos. Por eso, el arzobispo de Lima ha mostrado su preocupación ante una reciente modificación en la Ley Forestal y de Fauna Silvestre que vulnera los derechos de los pueblos indígenas y permite «que se pueda lotizar la Amazonía y la selva».

«El Estado no puede hacer cosas contrarias a la Nación peruana y a la mayoría de los peruanos. Estamos para hermanar, y hermanar significa reconocer la dignidad y los derechos de todos los pueblos y de sus territorios. Y ninguna ambición puede ser más fuerte que el sentido de la unidad y del bienestar de los peruanos», advirtió el Primado del Perú.

Recuerda, Padre, a todos nuestros hermanos de las distintas provincias que el año pasado perdieron la vida de diversas formas en medio de las masacres, para que su sangre nunca sea olvidada ni olvidemos que tenemos una deuda de reconciliarnos mutuamente y reparar los daños habidos.