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En el amor al otro está nuestra auténtica experiencia de fe

La Iglesia de Lima se reunió masivamente en la Basílica Catedral de Lima para recordar a San Martín de Porres al cumplirse 380 años de su muerte. Mons. Guillermo Elías, Obispo Auxiliar de Lima, presidió la Celebración Eucarística junto a toda la comunidad afroperuana: «Somos amados por el Padre de todos, y quienes nacimos marcados por este hermoso color y esta hermosa forma de sentir la vida, somos un hermoso color, un hermoso ritmo, y un hermoso sabor», fueron sus palabras.

También se hicieron presentes el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo; el Obispo Auxiliar de Lima, Mons. Ricardo Rodríguez; Mons. Germano Penemonte, Secretario de la Nunciatura Apostólica en el Perú; el padre Felix Nyamadzi de Ghana, el padre Eliseo de Togo, y el padre Ronald Gogín de Chincha.

«Gracias al testimonio vivo de Martín de Porres hemos venido a celebrar esta fiesta, unidos a todos los hermanos que participan de la descendencia de origen africano, los afroperuanos. Y lo queremos hacer en la alegría de sabernos que no basta que haya un mestizaje diario, tenemos que hacer un mestizaje consciente, que reconozca el valor de cada cultura, de cada pueblo de nuestro país que cultiva en nuestro corazón su historia, sus tradiciones», comentó Mons. Carlos Castillo al inicio.

Martín amaba con profunda caridad

Durante la homilía, Mons. Elías comentó que Martín de Porres, con el ejemplo de su vida, «nos demuestra que es posible conseguir la salvación y la santidad por el camino que Cristo enseña», amando a Dios con todo el corazón y a nuestro prójimo.

«Martín profundiza en el amor de Dios» – recordó el Obispo Auxiliar de Lima – «él se sabe siervo de Dios porque amó con una profunda caridad nacida de una fe inquebrantable en el corazón al hermano, especialmente al pobre. Los amaba aún más de sí mismo, pues en su humildad juzgaba a todos más justos y mejores que él».

Salir a las periferias inspirados en los gestos de Martín

A través de sus gestos, la vida de San Martín nos inspira a pensar en los demás – «asistir a los enfermos, proporcionar comida, vestido y medicina a los débiles, favorecer a los campesinos, a los negros, a los mestizos que en aquel tiempo desempeñaban los oficios más sencillos» – éstas acciones son un ejemplo de vida para encontrar el camino del amor gratuito de Dios.

Mons. Elías explicó que el camino de Martín consistió en salir a las periferias: «se inmoló como una hostia propicia siguiendo la vocación profunda de un corazón encarnado y con una experiencia profunda de Dios.»

Ese santo varón que con su ejemplo de virtud atrajo a tantos a la experiencia de Dios, ahora también después de 380 años de su muerte nos hace elevar el pensamiento a lo profundo, a lo trascendente, a lo que no termina, a lo que no cambia

¿Qué tendríamos entonces que aprender de él? – preguntó Mons. Guillermo – «que nuestra espiritualidad no puede estar desencarnada del contexto de un cambio personal, de un compromiso por ser mejores personas, mejores cristianos de verdad, que nuestro amor no debe limitarse y que nuestra entrega debe ser generosa y constante».

Dios nos propone cambios profundos

«Hoy Dios nos está hablando y proponiendo cambios profundos», dijo en otro momento – «en el amor al otro está la esencia de una auténtica experiencia de fe, una fe que tiene que convertirse en actitudes, en valores, en formas nuevas y concretas en este tiempo que hoy el Señor nos permite vivir».

«Somos amados por el Padre de todos y quienes nacimos marcados por este hermoso color, por esta hermosa forma de sentir la vida, somos un hermoso color, somos un hermoso ritmo, somos un hermoso sabor», agregó.

Desde nuestra propia realidad cultural tenemos que hacer de esta nación y del mundo un lugar más habitable para todos.

«Recordemos quienes nacimos marcados por este hermoso tono de piel que debemos aportar lo grande y lo hermoso que es ser negro, que podemos construir un mundo con otros, unidos a otros, y en esa amalgama que es el Perú, poder hacer una nación grande».

«Debemos reconocer que Martín es de todos, que este ilustre y gran afroperuano nos siga congregando, nos siga inspirando, nos siga impulsando para vivir una auténtica experiencia de fe», concluyó.

Integrar en el Perú a todo el mundo

«Todas las personas que sufrieron la esclavitud en aquellos tiempos del inicio de la colonización, especialmente los angoleños que vinieron a nuestro país, son como un regalo de Dios en medio de tantos sufrimientos y dificultades que nos permite integrar en el Perú a todo el mundo», explicó Mons. Castillo antes de la bendición final.

Pese a que somos un país muy diverso, aún «tenemos mucho que hacer», porque todavía han quedado «una serie de prejuicios que necesitamos resolver, y eso solo se resuelve con la comprensión del amor de Dios».

Por último, el Obispo de Lima recitó la oración que Nicomedes Santa Cruz le dedicó a San Martín de Porres en 1959:

Quien desconoce tu historia puede no creer en ti,
pero yo que la aprehendí glorifico tu memoria.
Fue tu vida expiatoria y de total sumisión.
Por tu conmiseración, por tu humanitario exceso,
a ti consagro mi rezo, santo de mi devoción.

Hermano del oprimido, lenitivo del doliente,
abrigo del indigente, amparo del perseguido,
pese a que hayas elegido llamarte «Perro Mulato»
a tu milagroso trato presto las plantas crecieron
y los muertos revivieron a tu divino mandato.

De tu incansable escobita barrer precisa la Tierra,
barrer… el fusil de guerra y el odio que al mundo agita.
Haz, Martín, que se repita tu famoso triunvirato
y alrededor de ese plato comulguen todas las razas
que son –por sus amenazas– perro, pericote y gato.

¿Milagros? Él hizo tantos como peces tiene el mar,
de empezarles a contar no acabarían mis cantos.
Ese santo entre los santos del Cielo recibió el don.
Y su canonización –que aplaude el mundo cristiano–
mostró que en el Vaticano no hicieron segregación.

Nicomedes Santa Cruz (1959)

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