Nuestro Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, celebró una misa especial conmemorando los 125 años del nacimiento del destacado compositor peruano Felipe Pinglo Alva. La Eucaristía se llevó a cabo en la Parroquia Nuestra Señora de las Mercedes en Barrios Altos.
Estuvieron presentes los familiares del artista criollo y cientos de fieles de la comunidad parroquial, junto al Padre Tomás Garván, párroco de Nuestra Señora de las Mercedes; y el Padre Frederick Comalat, párroco de la Iglesia de San Lázaro del Rímac.
Durante la homilía, Monseñor Castillo resaltó la importante contribución de Felipe Pinglo Alva a la música y cultura peruana: “Cuando uno escucha un vals de Felipe, uno siente sosiego. Siempre hay una pizca de solaz, de tranquilidad, de felicidad, por las cosas profundas que dice. Felipe no solamente inventó letras preciosas, sino que tuvo una manera distinta de hacer los ritmos, porque se siente como caminando, un pueblo sencillo, pujante, que en ambiente más pequeño va creando amistad entre todos, va generando el barrio”, sostuvo.
El arzobispo de Lima destacó la «gran creatividad de los peruanos» que, gracias a la iluminación de Dios, han podido salir adelante desde la creación de algunos barrios populares de Lima como Barrios Altos, Lince y Santa Beatriz: “En este país somos inventivos porque hemos aprendido a vivir en la pobreza, pero para salir de ella trabajando y creando”, agregó.
Tomando como inspiración la vida de Felipe Pinglo, el Monseñor Carlos hizo un llamado a «sentir la realidad» para trabajar juntos y aprender a ver los problemas con sensibilidad. Vivir de espaldas a lo que ocurre puede conllevar a la pérdida de nuestra humanidad.
“Felipe sintió que la sensibilidad era fundamental y, entonces, con su música y sus cantos, enraizó la sensibilidad. Por eso, hasta ahora cuando lo cantamos, sentimos una emoción impresionante», afirmó.
Damos gracias a Dios porque nos da la oportunidad de que, desde el corazón de nuestro pueblo, surjan personas que ya son cristianas por el modo de sentir y de vivir.
Después de la bendición final y como signo de amistad y de reencuentro con las bases de nuestra ciudad, se entonó la canción de «El Plebeyo», uniéndonos espiritualmente a las palabras más hondas del vals de Felipe Pinglo.