400 años de la fundación del Monasterio de Santa Catalina de Sena

En una ceremonia solemne, Monseñor Juan José Salaverry presidió la apertura de la Puerta Santa y el canto de vísperas, con motivo de los 400 años de la fundación del Monasterio de Santa Catalina de Sena.

Un Monasterio querido por Santa Rosa de Lima, que fue terciaria dominica. En 1607, Rosa de Lima afirmaba que, de ser monja, lo sería en el nuevo Monasterio en honor a Santa Catalina. Ella obtuvo parte del terreno para la construcción del Convento y encargó, por medio de los frailes dominicos en Roma, una imagen de Santa Catalina de Siena, la que hasta hoy se exhibe en el coro del Monasterio, pues dijo: “es deseo del Señor, que la nueva casa de oración se ponga bajo esta advocación”.

Santa Rosa conoció a Doña Lucia Guerra de la Daga, en quien la Santa vio ser el instrumento elegido por Dios para la fundación del nuevo Convento. Pasaron los años, murió Santa Rosa, y la benefactora, luego de enviudar y perder a sus hijos, tramitó las licencias y, cede por escritura pública todos sus bienes para el servicio del nuevo Monasterio, y se empieza la construcción.

La obra se culmina el año 1624 y se escogieron 33 jóvenes de las muchas que esperaban la apertura de este nuevo monasterio. El Arzobispo solicitó al convento de la Concepción 5 religiosas y 2 del monasterio de Santa Catalina de Arequipa para colaborar en esta fundación. Así, el 10 de febrero de 1624, se abren las puertas de la nueva casa de oración. Para la ocasión, se organiza una gran grandiosa procesión, desde la Catedral, presidida por el Virrey, seguido por el personal del Cabildo y el pueblo limeño. Al día siguiente, teniendo como testigos al Arzobispo y al Provincial de los dominicos, toman los hábitos, para iniciar su noviciado, las hermanas Lucía y Clara Guerra de la Daga, según la Regla de la Orden de Santo Domingo de Guzmán. Al tercer día, visten el hábito otras 33 muchachas. Un año después, las fundadoras, hacen su profesión religiosa. Desde entonces, quedó elegida como Priora del Monasterio Lucía Guerra de la Daga. De esta manera, las religiosas de la Concepción y las del Monasterio de Santa Catalina de Arequipa regresaron a sus respectivos monasterios.

«Este es un día sumamente importante para la Orden Dominica en el Perú y para la Iglesia de Lima, al celebrar los 400 años de fundación de este monasterio, uno de los más antiguos de nuestra Arquidiócesis», expresó Monseñor Juan José Salaverry dio inicio a la Apertura de la Puerta Santa.

Y recordando las palabras del Papa Francisco en su visita a nuestro país, Monseñor Salaverry explicó que somos una «tierra ensantada» no solamente por el testimonio de los santos peruanos, sino por la «fuerte vivencia de la consagración bautismal de nuestros fieles, religiosas y religiosos, sacerdotes y laicos,  hombres y mujeres de buena voluntad que han sabido encarnar el Evangelio».

La fundación de este Monasterio de Santa Catalina, que obedece a la intuición visionaria de nuestra hermana Rosa de Lima, es uno de los frutos de santificación que la primera evangelización dio en nuestras tierras.

Monseñor sostuvo que la fecundidad de este monasterio queda reconocida no solo por la cantidad de monjas que han vivido en este Monasterio, sino también porque de aquí salieron monjas a fundar el Monasterio de Santa Rosa de Santa María en Lima (Santa Rosa de las monjas), Quillabamba, Cochabamba y Guatemala.

«La fecundidad del Monasterio de Santa Catalina tiene que proyectarse en la vida de las monjas que hoy habitan este monasterio pues su principal obligación es dar testimonio de vida, que es el principal apostolado de todo religioso», reflexionó el obispo auxiliar.

Ustedes, queridas hermanas dominicas contemplativas, son herederas de esta tradición. Es importante que vivan profundamente este sentido inicial que nuestro padre, Santo Domingo, quiso dar a los monasterios.

Y dirigiéndose a toda la comunidad de monjas, la familia dominicana y a los miembros de la Hermandad del Señor del Santuario de Santa Catalina, Monseñor Salaverry hizo un llamado a «gastar la vida por el Evangelio» como lo hicieron aquellas monjas que, con generosidad, fundaron este monasterio.

Que el Señor bendiga a las monjas de hoy, bendiga a las monjas de ayer y siga bendiciendo este monasterio con santas y perseverantes vocaciones.