Miércoles de Ceniza: Convertir nuestro corazón

En la Misa del Miércoles de Ceniza, Monseñor Juan José Salaverry hizo un llamado a dejarnos «guiar por Dios a través del desierto» para «comprender el sentido de nuestra conversión». Para ello, las prácticas penitenciales como el ayuno, la limosna y la oración, nos permiten comprender que sólo despojándonos de nuestras limitaciones y ambiciones humanas podemos donarnos a los demás y compartir lo que somos y lo que tenemos.

Durante su homilía, Monseñor Salaverry explicó que el inicio del Tiempo de Cuaresma representa un «tiempo de gracia que requiere un sentido más serio y profundo para convertir nuestro corazón a Dios y vivir el misterio del nuevo nacimiento en Cristo Resucitado».

Este año, el Santo Padre nos ha propuesto meditar el mensaje de la Cuaresma: «A través del desierto, Dios nos guía a la libertad», es decir, a través del caminar diario de nuestra vida y en medio de las dificultades. «Para ser conducidos hacia la libertad, el Papa nos invita a hacer un juicioso análisis de nuestra realidad, llena de opresiones y pecado, limitaciones humanas y fragilidades», sostuvo el obispo auxiliar de Lima.

Al momento de contemplar la realidad, no podemos estar estáticos, sino dinamizarnos con la fuerza del Espíritu para encontrar el rostro de Jesús en el corazón de nuestro pueblo, y dejar que Él transforme nuestras instituciones, nuestra Iglesia y nuestra propia vida: «Es el Espíritu que nos ha creado para ser cada vez mejores, más felices, y más unidos a Cristo Resucitado», reflexionó.

Compartir lo que somos y lo que tenemos

En otro momento, a la luz del Evangelio de hoy (Mt 6, 1-6. 16-18), que nos llama a practicar nuestras obras de piedad y vivir nuestra oración en lo secreto, sin apariencias ni hipocresías, Monseñor Juan José Salaverry aseguró que las prácticas penitenciales nos ayudan a continuar este camino de conversión de la Cuaresma: «La limosna, la oración y el ayuno son prácticas continuas en la vida del creyente, poder de compartir con los otros lo que somos y lo que tenemos».

En el caso de la limosna, no basta con compartir el sencillo que tenemos en el bolsillo, debemos estar «dispuestos a compartir nuestro tiempo, paciencia, inteligencia y voluntad al servicio del prójimo y aprender a escuchar a los demás». Ésa es una limosna que brota desde nuestra propia vida y que vale más que una propina dada para aparentar o por compromiso.

La oración también es necesaria, pero no solamente cuando necesitamos algo de Dios (oración de petición). «La oración nos une a Dios, por medio de ella abro mi corazón y dejo que Él habite en mí». La verdadera oración no se cumple solamente viniendo a misa cada domingo, o con las prácticas cultuales cuaresmales, sino en nuestra disposición constante a vivir en comunión con Dios, trabajando por acercar su Reino a este mundo.

Finalmente, el ayuno, comprendido desde la privación de todas aquellas cosas que nos separan de Dios y no solo como la privación del alimento. «Si queremos vivir caminando hacia la libertad, tenemos que ayunar de todo aquello que nos separa de Dios: la venganza, la envidia, el sentirnos poseedores de los demás, la ambición del poder, los prejuicios y la discriminación».

El camino de la Cuaresma es el camino del desierto, es el camino para encontrar la liberación en Cristo. Cualquier tipo de apego a los bienes personales, a los placeres o al poder, implicaría un retroceso en nuestra vida.

«Que este Tiempo de Cuaresma transcurra buscando este camino hacia la libertad que Dios nos ofrece. Dispuestos a pasar por este camino que tiene sus exigencias, pero que pueden ser sobrellevadas porque estamos sostenidos por las manos de Dios y por su infinita misericordia», es el mensaje final que nos dejó Monseñor Salaverry.

La Misa del Miércoles de Ceniza se celebró en Catedral de Lima con la participación de las hermandades y cofradías de nuestra Arquidiócesis, así como el personal del Arzobispado de Lima.