En el marco del 64° Aniversario del Hospital Edgardo Rebagliati y los 50 años de fundación de su Hermandad al Señor de los Milagros, Monseñor Carlos Castillo compartió la Eucaristía junto a todo el personal de salud de la institución.
Han pasado 25 años desde que un arzobispo de Lima acuda al complejo hospitalario a celebrar una Misa con los pacientes y médicos. El prelado destacó la vocación de servicio del personal de la institución y afirmó que, en el Hospital Rebagliati, se concreta el sueño de Francisco: hacer de la Iglesia, un hospital de campaña, «una partecida del cielo, como diría Santa Rosa de Lima».
Ante el dolor humano y las circunstancias adversas, el arzobispo de Lima explicó que estamos llamados a desarrollar nuestra capacidad de acompañar y ser una bendición para los demás, no porque seamos «mágicos», sino «porque somos misioneros» y podemos hacer, con nuestro testimonio, que «todos desarrollemos el mismo Espíritu del Señor».
«Dios no nos ha creado para sufrir» – señaló el prelado – «cuando se produce un dolor en la persona, todos nos ponemos en movimiento para hacer el bien. Tenemos que cambiar nuestra indiferencia por un espíritu solidario».
A través de Jesús, Dios nos ha mostrado su rostro de misericordia. Es un Dios que nos creó por amor, nos protege y alienta.
En otro momento, el Primado del Perú reflexionó sobre la importancia de construir, desde las bases de la sociedad, principios de amor gratuito y solidario que inunden nuestro país de esperanza: «No debemos parar hasta que, desde nuestra fe, se inspiren soluciones que lleguen hasta las organizaciones y estructuras. Queremos un país a la medida del amor del Dios cristiano que todo el mundo puede vivir, porque todos somos hechos para amar», acotó.
Carlos Castillo pidió «salir de la mezquindad y «deponer toda actitud de ambición». El prelado reiteró que es momento de «empezar a compartir» y «abrir la mano» con los demás; y puso el ejemplo de las madres de las ollas comunes, que, en medio de la indiferencia y la tragedia, sacaron a relucir su amistad y se unieron. «¡Ahí está la fuerza del Espíritu de Dios!», precisó.
Dejémonos llevar por el Espíritu del Señor. Tenemos que volver a las fuentes de la humanidad, a las entrañas de la misericordia que nuestra propia madre nos dio y que el Señor santifica en los Sacramentos.
Junto a todo el personal de salud del Hospital Rebagliati, Monseñor Castillo encomendó nuestro país al Señor de los Milagros y a San Martín de Porres. Antes de concluir, añadió: «Tenemos que encontrar una inspiración capaz de hacer que las personas entren en razón. En nuestro país nadie sobra, todos somos necesarios y, por tanto, tenemos que ayudarnos, especialmente, a los más marginados, a los pobres, a los pequeños», indicó.