En la Fiesta de Todos los Santos, el arzobispo Carlos Castillo presidió la Eucaristía desde los exteriores del Santuario de Las Nazarenas, hasta donde llegó una multitud inmensa que no se podía contar para peregrinar junto al Cristo Moreno en su último recorrido.
Con la participación de los obispos, sacerdotes y hermanos cargadores de la Hermandad del Señor de los Milagros, el prelado bendijo las fotos y recuerdos de los fallecidos por la Pandemia que los fieles llevaron entre brazos: «Vamos a hacer el ministerio de recordar nuestro Bautismo, para que siempre caminemos, podamos ver y entrar en el Reino, porque el Reino está aquí y en todo nuestro pueblo, y hay que despertarlo, conocerlo, vivirlo intensamente entre todos», anunció entre aplausos.
Todo el camino que hemos recorrido en este Mes Morado ha sido un tiempo de gratuidad, una oportunidad para compartir la alegría de ser amados y reconocidos hijos. Con esta premisa, Monseñor Castillo nos recuerda, en el Día de Todos los Santos, que el camino para alcanzar la santidad no es tan difícil como se piensa: «basta con dejarnos llevar por el Espíritu del Señor para participar de su santidad», refirió.
¿Qué cosa es la santidad de Dios? Su amor y su sencillez, explicó. «Algunas personas piensan que, para poder llegar a la santidad, hay que subir muchas escaleras, flagelarse mucho y hacer muchas prácticas de piedad; pero el Señor, lo único que quiere hacer, es meterse en nuestra vida para darnos alegría y felicidad», reflexionó.
El Primado del Perú precisó que, para vivir en la fe, «tenemos que dar testimonio de esa gratuidad», porque hemos sido creados para ser semejantes a Él (1 Jn 3, 1-3), «porque somos hechos de amor y para amar».
Desarrollar todas las potencialidades que el Señor nos ha dado.
Meditando el Evangelio de hoy (Mt 5, 1-12), que narra las Bienaventuranzas, el arzobispo de Lima resaltó que la cercanía del Señor desarrolla todas las potencialidades que Él nos ha dado y que, a veces, las tenemos «sepultadas» porque hemos construido numerosas condiciones y reglas para estar cerca de Dios, pero debemos ser capaces de «abrir el corazón al Señor para que Él lo guíe».
Al culminar nuestro Mes Morado, empezamos un camino de santidad de cambiar nuestra manera de sentir y de vivir la fe, una fe que es confianza y amistad, que nos llena de alegría y nos hace, entonces, vivir la alegría que hemos recibido.
Monseñor Castillo resaltó que el Señor quiere que toda la humanidad se salve, en su totalidad, y la mejor manera de hacerlo es irradiando su amor en todas partes, reconociéndonos hermanos y anunciando que tenemos un Hermano Mayor que es el Señor: «Él quiere la primacía del amor en el mundo con modos delicados y sencillos de irradiar ese amor», acotó.
«Fratelli Tutti» para salir de los enconos y las destrucciones.
El obispo de Lima puso especial énfasis en el llamado del Papa Francisco (en su última encíclica «Fratelli Tutti») a vivir la sinodalidad y la hermandad. Esa disposición a la hermandad es fundamental porque «el mundo necesita salir de los enconos y de las destrucciones que estamos viendo». El prelado aseguró que podemos practicar la santidad desde una actitud pacífica que «destruya, dentro de nuestra vida, el corazón violento, el corazón agresivo, guerrero, el corazón destructor, por medio del amor gratuito».
Somos pecadores amados, hijos, llamados a ser hermanos, porque tenemos un Hermano que nos lo dice todos los días desde su Cruz, y que impulsa nuestras vidas a vivir en esta hermandad.
Por último, Monseñor Carlos exhortó a que hagamos un esfuerzo común y constante de ponernos de acuerdo para aclarar las cosas y buscar soluciones creativas a los problemas que afrontamos: «Siempre hay que trabajar y luchar a consecuencia que hemos sido tocados hondamente por el Señor. Y esa es la paz que, hoy día, el Perú y el mundo necesitan».