Compartimos el discurso de Monseñor Carlos Castillo, arzobispo de Lima y Primado del Perú, en su calidad de Gran Canciller de la PUCP en la Ceremonia de Apertura del Año Académico 2024, realizada el 26 de marzo.
Queridos amigos y amigas de nuestra PUCP:
Ya son 107 años de vida institucional al servicio de nuestro pueblo peruano, nos alegra vivamente compartir juntos la misión educativa de amplio sentido crítico que llevamos adelante durante más de un siglo, hoy que parece apoderarse de las mentes y corazones la vileza de la destrucción total y la imposición ciega del interés mezquinos, de la voluntad de poder, la ignorancia militante y pertinaz que estrecha y derruye la democracia, y pretende acabar con lo mínimo y elemental del orden jurídico institucional. La nación, amigos y amigas, sigue en emergencia porque aumenta el interés de parte y se hace caso omiso al bien común de todos.
Por ello, el trabajo educativo por la humanización, honestidad, destreza, sensibilización, habilitación y perspicacia de las dirigencias urge más que nunca a nuestra Universidad. Pero ello requiere continuar buscando, como lo hemos hecho en todos estos años, formas de educación crítica que recojan la experiencia de la vida y toda la riqueza que brota de ella, especialmente de nuestro pueblo.
Habituados a la mentalidad colonial y a su rezago en la la dicotomía moderna de élites ilustradas y pueblos sumisos, no hemos reparado en que la experiencia de todos los humanos, hombres y mujeres, es el valioso punto de partida de todo conocimiento, y que ello obliga a procesos de escucha permanente de las iniciativas, propuestas, clamores, sugerencias y exigencias provenientes de los más sencillos de la humanidad. Así lo planteo el papa Francisco en su visita al Perú en 2018, cuando fue a Madre de Dios percibió la sabiduría de los pueblos amazónicos, dijo: “Quienes no habitamos estas tierras necesitamos de vuestra sabiduria y conocimiento para poder adentrarnos, sin destruir, el tesoro que encierra esta región, y se hacen eco las palabras del Señor a Moisés: ‘Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa’ (Ex 3,5)». Y agregó el Santo Padre: “Su cosmovisión, su sabiduría, tienen mucho que enseñarnos a quienes no pertenecemos a su cultura. La única manera de que las culturas no se pierdan es que se mantengan en dinamismo, en constante movimiento (…)”.
El elitismo que se apodera del conocimiento, y convierte al mundo solo en objeto de expertos, tiende a petrificar y detener la historia. Así lo pensaron los sacerdotes de Israel, que podían petrificar por medio de sus ritos la historia y lo habían conseguido durante seis siglos. No pudieron soportar que un hombre del pueblo, como Jesús, cuestionara hondamente ese sistema y decidieron matarlo. Jesús, sin embargo, convirtió ese proyecto destructivo de su persona en un motivo para enseñar el perdón de la misericordia.
Los propios apóstoles, cuando siguieron a Jesús, tenían el sueño de ser como los sacerdotes. La palabra “oligopistia” y “oligopistos” se ha traducido quizás, me parece a mí, equivocadamente, en “poca fe”; en realidad, cuando traducimos “oligarquia” u “oligopolio”, no decimos «poco goberno» o «poco negocio», decimos «gobierno de pocos» o «negocio de pocos». Deberíamos comenzar a traducir «oligopistia» y «oligopisos» como “fe de los pocos”, fe de las élites”, separadas. Porque los apóstoles no tenían otro punto de referencia en ese camino con Jesús que el que se había vivido durante seis siglos y que heredaron ellos. Es hora de que rompamos con esa “fe de los pocos” y aspiremos a reconocer que hay un sentir común que nos aúna a la humanidad y que no permite que sigamos en un elitismo desesperado, que en este momento está haciendo agua en el mundo.
Por eso, hay que recordar no solo que el estudio es para servir, sino que se ha de comenzar por reconocer y valorar la diversidad experiencial de las bases de la sociedad como sujeto creativo, donde cada palabra de la gente sencilla importa decisivamente para generar conocimientos que sean apropiables por parte de todos.
Por ello, la atención al sentir general y común de los pueblos es valorada por el papa Francisco en los movimientos populares que se generan creadoramente en momentos dificiles, como ahora desde las ollas comunes, surgidas en la época de la pandemia, o los preciosos bailes de los jóvenes en la plazas. El papa Francisco como Jesús nos invita permanentemente a ver, contemplar, admirar y reconocer el valor del sentir de los últimos de la sociedad: “¿Por qué andan preocupados, qué comeremos, con qué nos vestiremos? Miren los lirios del campo que no tejen ni hilan y ni Salomón se ha vestido tan bellamente”. Mirar los lirios del campo que están creciendo en el sentir generalizado de los pobres de la Tierra y los pobres del Perú. Mirar, contemplar y escuchar la palabra y el sentir de nuestros pueblos nos deselitiza y nos descolonializa, que es lo que hizo posible que la Universidad Católica en sus 107 años haya ido abriéndose a nuevas pistas, a nuevas formas de conocer, a nuevas entradas en las situaciones, y la han situado hondamente en la vida nacional. Es una universidad que ensancha nuestra democracia porque escucha y hay que seguir escuchando.
Si se desprecia el sentir general y se autoilusiona con el poder, se corre el riesgo de creerse los dioses que no somos. Lo vemos hoy en nuestro país donde quienes ocupan un puesto de dirección se convierten rapidamente en un grupo personas ciegas que se encierran en sus intereses, que deducen el país como una cancha cercada para hacer lo que su mezquindad les dicta. Con ello pretenden encerrar la historia y no descubrir ni abrirse a aquello verdaderamente nuevo. Pretenden impedir que la historia siga su camino. Y, sobre todo, pretenden impedir que las nuevas generaciones abran la historia. Esa ha sido la historia moderna que, desde Robespierre hasta Stalin y Hitler, ha buscado solo su interés con pretensión de grandes ideas, y hoy reaparece en escena poniéndonos en peligro hasta de una nueva guerra mundial.
El papa Francisco ha propuesto, y lo digo recogiendo en sentido de la presencia de lo pontificio en nuestra casa, que la Iglesia es constituivamente “sinodal”, con lo que quiere decir que es la llamada a vivir y actuar escuchando en el camino juntos para aprender a decidir recogiendo el sentir de todos, sin excluir a nadie. El proyecto de hermanamiento general establecido en Fratelli Tutti apunta a proponer al mundo el comprenderse de otra manera, como de alguna manera quiere hacerlo con la autocomprensión de la Iglesia. Comprender que todos somos importantes en el mundo, que nadie sobra y que requerimos del concurso de todos para encontrar un camino de salvación de toda la humanidad, de tal manera que, en su gran diversidad, podamos apreciar y no despreciar ninguna cultura o comunidad humana.
La Universidad Católica, como Pontificia, se ha unido y se une a esta búsqueda de educar de otra manera, y es una labor que hay que continuar realizando porque surgen nuevos modos y nuevos desafíos para la educación, teniendo siempre en cuenta el sentir general y haciendo que el conocimiento y el descubrimiento pasen por escuchar más alla de nuestros oídos, y de lo que son siempre intereses propios que, evidentemente, pueden ser relativizados.
Que Dios nos acompañe en este año y que podamos seguir inventando las formas de educación que nos permitan abrir esperanza en medio de nuestro país con tantas dificultades. Gracias.