Durante la homilía de este XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo reflexionó sobre la importancia de no vivir en la lógica del cálculo y el pesimismo, sino que aprendamos a ser un don gratuito para compartir el pan con los demás: «Todo lo que tenemos y somos ha sido dado, por eso nuestro esfuerzo está llamado a ser donado para no vivir en la lógica de la compra y de la venta. Y esa es la gran esperanza de que la humanidad algún día sea sólo gratuidad, sólo generosidad», dijo durante su homilía. (leer transcripción)
Leer transcripción de homilía de Monseñor Carlos Castillo.
El Arzobispo de Lima presidió la Celebración Eucarística en honor al 450° Aniversario de la Parroquia Santiago Apóstol, ubicada en Santiago de Surco: «En esta Iglesia ha nacido la fe (…) Y hoy estamos invitados a profundizar en el sentido de esta religiosidad que nos hace tener especial atención a la manera de ser del apóstol», expresó.
Yo quisiera pedirle ahora a esta comunidad que ya tiene 450 años de tradición creyente, que estén dispuestos a ir modificando progresivamente su manera de ser cristianos, sus costumbres, abrirse a poder modificar las cosas que hacemos en función de que el amor brille en todas nuestras actividades.
En ese sentido, Monseñor Carlos explicó que a veces pensamos «que el cristianismo es un conjunto de costumbres que hay que seguir a rajatabla, y que si se cambia algo, entonces ya no se es cristiano». Este tipo de actitudes, señala el Arzobispo, puede llevarnos a la ideología dentro del catolicismo, olvidando la grandeza que tiene el amor de Dios y viviendo un cristianismo sin amor: «por eso el Concilio Vaticano II subrayaba ya, en el año 62 al 65 del siglo pasado, que está más cerca de Dios el ateo que ama que el cristiano que no ama», acotó.
Refiriéndose al Evangelio de Juan (6, 1-15), que narra la Multiplicación de los panes y los peces, Monseñor Carlos explicó que el Señor quiere educar a sus discípulos en el amor, acompañándolos en un proceso pedagógico de discernimiento y comprensión por el Otro. Por eso, ante la pregunta, ¿Dónde compraremos panes para que coma esta gente?, el Señor muestra una gran sensibilidad al querer compartir el pan con la multitud que lo seguía.
Sin embargo, Jesús conoce a sus discípulos y sabe que tienden a reducir el amor a un problema económico: la compra. Estos criterios, explica el Primado del Perú, son propio de las personas fuertes y dominantes, como lo fueron Juan y Santiago, ‘hijos del trueno’: «El Señor sabía que, entre sus discípulos, Él no había llamado a gente fácil, había llamado a pecadores. Y había que ir pasando poco a poco, pedagógicamente, trabajarlos desde adentro para ayudarlos a comprender el amor. Así somos nosotros también, venimos de distintos horizontes culturales, mucho más en nuestro país tan difícil, en donde tenemos diversidad de personas», indicó.
Pero el problema económico de Felipe no es la única razón para no amar, comenta Monseñor Castillo, también está la actitud de Andrés y su pesimismo para compartir los cinco panes y los dos peces con toda la multitud: «Aquí encontramos otra razón para no amar de forma gratuita: la escasez, la falta y la carencia. El Señor sabe que en sus discípulos hay un gran corazón de servicio, pero que está ‘taponeado’ por estos caracteres especiales, por estas actitudes limitadas basadas en el cálculo y el pesimismo».
Estos días que hemos vivido tantos problemas en nuestro país, sobre todo con la Pandemia y con el hambre de la gente, yo quisiera que recordemos que en todo el país nos hemos movilizado con gran corazón. Y eso es un valor muy grande que tenemos que acentuar como principio fundamental de nuestra fe: la solidaridad, la fraternidad, el ayudarnos, el servir.
En otro momento, el Arzobispo de Lima resaltó el gesto que tuvo el Señor para pedir que la multitud se sienta y coma: «el Señor quiere que coman como toda persona humana, por eso dice que se sienten. Los trata como somos: personas humanas respetables, no despreciables. Luego toma los panes y hace la acción de gracias, cosa muy importante, porque no considera el pan objeto de la economía, del trabajo y del esfuerzo humano, sino un don de Dios, una gracia. Por eso le da gracias a Dios, porque inclusive si nosotros trabajamos duramente y conseguimos muchas cosas, todo lo que tenemos y somos ha sido dado. Nuestro esfuerzo está llamado a ser donado también para no vivir en la lógica de la compra y de la venta. Y esa es la gran esperanza de que la humanidad algún día sea sólo gratuidad, solo generosidad».
A esto que le llamamos el milagro de la repartición de los panes, en realidad es el milagro de la compartición del pan. Cuando uno comparte, no solamente se deleita sino que también sobra. Y este principio nuevo que es el fundamento de todas nuestras vidas, de todo nuestro ser, es el que fue ganando progresivamente a los discípulos.
Finalmente, Monseñor Castillo hizo un llamado a «renunciar a toda perspectiva de poder, de dominio, de maltrato, de violencia y de odio que en el último tiempo también nos ha influido demasiado». El prelado insistió en que es necesario «ver a la persona, ver cómo se pueden solucionar los problemas si abrimos el corazón para construir una Patria feliz, llena de esperanza y profundización en el misterio de Dios que nos acompaña, que no nos abandona, inclusive si somos ‘hijos del trueno’, como Juan y Santiago».