A la hora del rezo del Ángelus, Francisco reflexionó sobre el episodio de la multiplicación de los panes y los peces narrado en el Evangelio de hoy. Para Jesús, lo poco o nada que podemos dar es suficiente para hacer grandes cosas, explica el Pontífice. La lógica del don está, pues, en la base del milagro realizado por Cristo que, con sólo cinco panes y dos peces ofrecidos por un joven, pudo alimentar a las cinco mil personas reunidas para escucharle.
Fuente: Vatican News
“El verdadero milagro, no es la multiplicación que produce orgullo y poder, sino la división, el compartir, que aumenta el amor y permite que Dios haga prodigios”: lo afirmó el Papa Francisco a la hora del Ángelus de este17º Domingo del Tiempo Ordinario dedicado a los Abuelos y las Personas Mayores del mundo.
Reflexionando sobre el Evangelio de la Liturgia que narra el célebre episodio de la multiplicación de los panes y los peces, con los que Jesús sacia el hambre de cerca de cinco mil personas que se habían congregado para escucharlo (cf. Jn 6,1-15), Francisco evidenció el modo en el que se produce este prodigio: “Jesús no crea los panes y los peces de la nada, sino que obra a partir de lo que le traen los discípulos. Dice uno de ellos: ‘Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es esto para tantos?’ (v. 9). Es poco, no es nada, pero le basta a Jesús”.
El Pontífice invita a continuación a ponernos “en el lugar de ese muchacho”. “Los discípulos le piden que comparta todo lo que tiene para comer. Parece una propuesta sin sentido. ¿Por qué privar a una persona, sobre todo a un muchacho, de lo que ha traído de casa y tiene derecho a quedárselo para sí? ¿Por qué quitarle a uno lo que en cualquier caso no es suficiente para saciar a todos?” Y explica:
“Humanamente es ilógico. Pero no para Dios. De hecho, gracias a ese pequeño don gratuito y, por tanto, heroico, Jesús puede saciar a todos. Es una gran lección para nosotros. Nos dice que el Señor puede hacer mucho con lo poco que ponemos a su disposición. Sería bueno preguntarnos todos los días: ¿Qué le llevo hoy a Jesús?”
Jesús puede hacer mucho con nuestras oraciones, añade el Papa, con nuestro gesto de caridad hacia los demás. “A Dios le encanta actuar así – dice – hace grandes cosas a partir de las pequeñas y gratuitas”.
La pequeñez y el don.
El Santo Padre evidencia cómo todos los grandes protagonistas de la Biblia, desde Abrahán hasta María y el muchacho de hoy, muestran esta lógica de la pequeñez y el don, que es muy diferente de la nuestra:
“Nosotros tratamos de acumular y aumentar lo que tenemos; Jesús, en cambio, pide dar, disminuir. Nos encanta añadir, nos gustan las adiciones; a Jesús le gustan las sustracciones, quitar algo para dárselo a los demás. Queremos multiplicar para nosotros; Jesús aprecia cuando dividimos con los otros, cuando compartimos. Es curioso que en los relatos de la multiplicación de los panes presentes en los Evangelios no aparezca nunca el verbo “multiplicar”. Es más, los verbos utilizados son de signo opuesto: “partir”, “dar”, “distribuir””
La invitación de Jesús a “dar”.
Seguidamente, haciendo una comparación con el mundo de hoy, asegura que tampoco hoy la multiplicación de los bienes resuelve los problemas sin una justa distribución, y subraya la tragedia del hambre y la desnutrición:
“Me viene a la mente la tragedia del hambre, que afecta especialmente a los niños. Se ha calculado que alrededor de siete mil niños menores de cinco años mueren a diario en el mundo por motivos de desnutrición, porque no tienen lo necesario para vivir”
Ante escándalos como estos, – prosigue el Obispo de Roma – Jesús nos dirige también a nosotros una invitación, una invitación similar a la que probablemente recibió el muchacho del Evangelio, que no tiene nombre y en el que todos podemos vernos:
“Ánimo, da lo poco que tienes, tus talentos y tus bienes, ponlos a disposición de Jesús y de los hermanos. No temas, nada se perderá, porque, si compartes, Dios multiplica. Echa fuera la falsa modestia de sentirte inadecuado, ten confianza. Cree en el amor, en el poder del servicio, en el poder de la gratuidad”
En la conclusión, Francisco dirige su invocación a la Madre de Dios, para que Ella que “dijo ‘sí’ a la inaudita propuesta de Dios, nos ayude a abrir nuestros corazones a las invitaciones de Dios y a las necesidades de los demás”.
Un saludo especial para los Abuelos.
Tras finalizar la oración mariana, al saludar a los fieles presentes congregados en la Plaza de San Pedro, el Papa regaló el aplauso de la plaza a los abuelos y ancianos en su día y dirigió una invitación a todos los fieles: vayan a buscar a quienes están solos, llevando el abrazo del Padre que consuela y da fuerza.
Abuelos y nietos, jóvenes y ancianos juntos, han mostrado uno de los bellos rostros de la Iglesia y han demostrado la alianza entre las generaciones. Los invito a celebrar esta Jornada en todas las comunidades y a ir a visitar a los abuelos y a los ancianos, a los que están más solos, para darles mi mensaje inspirado en la promesa de Jesús «Yo estoy con contigo todos los días». Pido al Señor que esta fiesta nos ayude a los mayores a responder a su llamada en esta etapa de la vida y a mostrar a la sociedad el valor de la presencia de los abuelos y de los mayores, especialmente en esta cultura del descarte.
Dialogar con los abuelos, para que la historia continúe.
La relación entre abuelos y nietos debe alimentarse constantemente, dice el Papa, porque sólo desde esta conexión de vida y diálogo, desde este compartir experiencias, desde el cuidado mutuo, la historia sigue adelante.
Los abuelos necesitan a los jóvenes y los jóvenes necesitan a los abuelos: ¡deben hablar entre ellos, deben encontrarse! Los abuelos tienen la savia de la historia que sube y da fuerza al árbol que crece. Me recuerda -creo que lo cité una vez- aquel pasaje de un poeta: «Lo que tiene el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado». Sin el diálogo entre los jóvenes y los abuelos, la historia no avanza, la vida no avanza: necesitamos [retomar] esto, ya que … ¡es un reto para nuestra cultura! Los abuelos tienen derecho a soñar mirando a los jóvenes, y los jóvenes tienen derecho al valor de la profecía tomando la savia de sus abuelos. Por favor, hagan esto: reúnanse abuelos y jóvenes y hablen, dialoguen. Y eso hará feliz a todos.