«La escucha es el sentir más hondo de la gente». Participación de los laicos de Lima en el proceso de escucha de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe.
Una crónica de: Luis Llontop. / Fotos: Beto López.
El Perú es el país de América Latina y el Caribe con el mayor número de personas registradas en el proceso de escucha de la Asamblea Eclesial, que se realizará en noviembre en México. Así lo sostiene un reciente documento del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), de septiembre del 2021, en el que se sintetizan los principales resultados de este inédito proceso. Cabe añadir que, por primera vez en la historia de la Iglesia de América Latina y el Caribe y de la Iglesia universal, se utilizó una plataforma informática y la inteligencia artificial para facilitar la participación directa de los laicos y de todo el pueblo de Dios.
Pero, más allá de las cifras y de la novedad tecnológica, en esta crónica les contamos cómo han vivido esta experiencia inédita un grupo de laicos de diferentes de sectores y grupos de la arquidiócesis de Lima, así como el grupo arzobispal de promoción de la escucha. Una novedad llegó con los nuevos tiempos y la era del ciberespacio y, a la vez, una profunda experiencia de ponerle el oído a voces conocidas, y a veces poco atendidas.
Voces que demandan sintonía.
Sin duda, el mundo católico se prepara para un acontecimiento que marcará su historia. El papa Francisco ha convocado una Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe del 21 al 28 de noviembre en México. Este cónclave, en medio de la peor pandemia universal, busca una renovación de su misión, busca estar más en el mundo, en la historia y vida cotidiana de la gente.
Un aspecto central de esta novedad se llama sinodalidad, es decir, caminar, trabajar juntos. En este proceso, los laicos juegan un papel fundamental, son corresponsables. Por ello, escuchar sus voces, saber qué piensan, qué esperan y a qué se comprometen se vuelve tarea fundamental para percibir por dónde van los aires proféticos en esta Iglesia misionera.
Nibay Rodríguez, joven madre que no llega a los 30 años, es la presidenta de la olla común Maná, en el asentamiento humano San Genaro II, en Chorrillos. Ella, reconociendo el contexto tan grave de la pandemia, valora mucho el apoyo de la parroquia Cristo Misionero del Padre, porque ayudan a quienes no tenían ni para comer y ahora ya tienen algo en sus mesas; en esta olla se alimentan a unas 100 personas cada día. Martha Montoya, socia de esta misma olla, precisa: “Que nos conozcan, que sepan lo que deseamos y lo que anhelamos, que la Iglesia pueda fortalecerse más; conocer lo que cada pueblo, cada comunidad necesita, que sepan que necesitamos ayuda material y espiritual. Gracias, porque nos permiten dar nuestra opinión”, concluye Martha.
Al final de la jornada, que implica limpiar el local, recoger los alimentos, comprar los ingredientes que faltan y prepararlos, Nibay y Martha fueron invitadas por Estela Vargas (laptop en mano, señal de nuevos tiempos), agente pastoral de la parroquia, para que se queden un momento y puedan dar su opinión en este amplio proceso de escucha en camino hacia la Asamblea Eclesial. Las socias valoran mucho que se tenga en cuenta su palabra; más allá de los afanes diarios del dar de comer, consideran lo que podría ser lo mejor para una institución que les da confianza: la Iglesia, siempre cercana, pero que ellas reconocen que debe estar en mayor sintonía con sus necesidades.
El equipo arzobispal: tiempo al tiempo
“Nuestra tarea ha sido animar y revitalizar todos los espacios pastorales en el proceso. También aclarar las formas de participación. Acercarse con todos los protocolos a las señoras de los comedores, a los maestros… esta iniciativa es muy importante”, nos cuenta Luis Rodríguez, secretario ejecutivo de la Vicaria de la Juventud, quien forma parte del equipo arzobispal de escucha.
“Nos tomó tiempo entender la propuesta del CELAM para el proceso de escucha. Hasta que logramos entenderla, conocer la plataforma informática y entusiasmarnos para animar a todas las personas y grupos de la arquidiócesis. El equipo de comunicaciones elaboró un tutorial para entender el proceso de participación desde la plataforma. El medio para participar había cambiado, fue algo que ayudó y reveló el uso de las tecnologías”. Eso comenta Félix Grández, encargado de las relaciones interinstitucionales del Arzobispado de Lima e integrante del equipo de promoción.
“Sobre todo, muy admirada, porque en tan poco tiempo se ha notado todo un gran movimiento”, así lo recuerda Reynita Vilches, religiosa de las Hijas de María Auxiliadora, quien forma parte del equipo arzobispal de escucha.
Monseñor Guillermo Cornejo, obispo auxiliar de Lima, será uno de nuestros representantes en las reuniones presenciales de la Asamblea Eclesial de noviembre. Él señala que el tiempo de escucha ha sido una experiencia muy hermosa de trabajo conjunto. “Soy muy observador y han hecho un trabajo muy concatenado, han salido a otras pastorales, los he visto muy en contacto con otros: con hermandades; los jóvenes de nuestra arquidiócesis están muy fuertes para realizar otras actividades, muy llenos de si, estos jóvenes son capaces de todo”.
“Lo más bonito de este proceso ha sido la sinodalidad. La misma práctica de hacer la experiencia juntos ya ha sido vivir la esencia de la Asamblea Eclesial. La integración de trabajo conjunto y de tener un objetivo común ha sido una gran riqueza. El poder ir a otras pastorales específicas: colegios, jóvenes, acción social, nos ha enriquecido”, comenta el P. Víctor Chávez, asesor de la pastoral juvenil.
Una de las voces más jóvenes del equipo ha sido Juan José Dioses, cuyo equipo está compuesto por gente veinteañera, nativos digitales, se diría. Es responsable del Equipo de Comunicaciones del arzobispado de Lima: “Ha sido una oportunidad para visibilizar la dura realidad de los rostros de muchos hermanos invisibilizados incluso por la propia Iglesia, ir donde ellos ha sido una gran experiencia, su voz para nosotros es muy importante”.
Usando los medios digitales: jóvenes y maestros
En el proceso de escucha también tomaron la palabra los maestros del colegio parroquial Santa Rosa, de Lince. Para Milagros Arcela: “Ha sido un espacio para poder hablar, decir lo que pensamos y sentimos, para reconocer que se exige un actuar coherente para estar cerca de los estudiantes y así aportar a la sociedad y a la propia Iglesia”.
Para el profesor Jesús Chumpitaz, “este tiempo de escucha ha sido importante para saber sobre nosotros, nuestra vida católica y nuestra vida familiar”. Percy Saavedra destaca: “Ayudar a tomar decisiones que nos involucren”. Por su parte, Miriam Torrico espera “una Iglesia activa y comprometida con este camino hacia la santidad”.
Los jóvenes llegan a esta Asamblea con todo el ánimo y con toda su experiencia de manejar los medios virtuales con total familiaridad; por ello, para Isabel Chirinos, joven de la parroquia de San Pedro, en Chorrillos, a pesar de la distancia se apoyaron en los medios digitales para comunicarse con sus pares. Ella espera que “sigamos viviendo la experiencia de una Iglesia en salida, muy misionera”.
Ángel Gómez viene de la parroquia de Santa Ana, la segunda más antigua de Lima. Desde su juventud, piensa que el proceso de escucha es una oportunidad para expresar sus sentires y trabajar articulando todo lo mejor del trabajo pastoral. “Aquí podemos manifestar nuestras experiencias significativas, dar a conocer nuestras expresiones e ideas de renovación para la Iglesia”.
Anahí Salazar, de la parroquia de San Francisco de Paula, del mismísimo Rímac, señala que, para ella, “necesitamos ser escuchados”. El impulso renovador de la juventud no se puede dejar de tener en cuenta. Los jóvenes son el rostro de una Iglesia siempre nueva, abierta a los cambios; dispuesta a escuchar y tomar en cuenta sus valiosos aportes y fidelidad.
Seguro que ellos: jóvenes y maestros, como las señoras de las ollas comunes, tienen más que aportar. Esta historia continuará.
¿Y qué se espera?
“Una experiencia que ojalá logre quedarse en el mundo de los jóvenes es el voluntariado, esta práctica los acerca a mundos distintos, desafiantes, muchas veces desconocido; nos toca motivarlos para servir en algo muy concreto como esta acción voluntaria”, precisa la hermana Reynita.
“Conocer la realidad más a fondo, una mirada más contemplativa e inclusiva a estos grupos humanos para decirle a nuestra Iglesia que hay otros grupos que se deben de mirar, atender, escuchar y que nos deben interpelar. Contemplar y ver que realidades tenemos. Punto de partida para construir un plan pastoral en perspectiva sinodal e incluir estos rostros de la gente que no miramos. La juventud supone riesgos, toca asumir ese desafío y reconocer la confianza que ponen en nosotros. Mejorar lo que se ha hecho, una respuesta a ese gesto y eso incluye a la gente que no es atendida, eso hace que la Iglesia siga viva; identificar y reconocer a esos grupos que hacen que la iglesia sea una novedad, desde todos y todas. Así respondemos a la confianza”. Esta es la esperanza de Juan José Dioses, encargado de las comunicaciones del arzobispado.
La pandemia, con todas sus secuelas mortales, ha sido una oportunidad para que la Iglesia pueda y esté cerca de los que más sufren. Con miras a la Asamblea Eclesial, mucha gente del arzobispado vive este proceso de escucha con alegría y reconociendo el carácter movilizador de este proceso en la ciudad. Se disponen a observar con mayor agudeza lo que sucede para conocer las necesidades más apremiantes y responder a ello. La gente demanda una Iglesia cercana, honesta, misericordiosa, que ponga en el centro al ser humano, como hizo el Buen Samaritano. La escucha es una oportunidad de cercanía, un espacio de amistad, animarse en libertad, estar donde se gestan los nuevos relatos de humanidad, el corazón de nuestra Iglesia está ahí. Escuchar es muy valorado. Se vienen más escuchas para el camino. Lo vivido nos servirá para lo que viene, ahora con el apoyo de las nuevas tecnologías.
“Lo vivido -según monseñor Guillermo Cornejo- es algo profético, lo asumimos con humildad y sencillez, así como se aceptan los encargos difíciles. Seguramente hay cosas que no vamos a ver, pero abrimos el camino. Ahora hay experiencias de empoderamiento, por ejemplo, en las mujeres de las ollas, en los seminaristas, en los jóvenes… se han puesto en evidencia los rostros de los olvidados. Así, la arquidiócesis de Lima ha ganado con miras a la Asamblea Eclesial por más participación. Definitivamente, este es el tiempo de los laicos, por ello es importante buscar todo aquello que nos une”.
El tiempo de escucha ha sido, en el lenguaje eclesial, un kairós, es decir, un tiempo propicio para agudizar la capacidad de cercanía a los dramas humanos de la arquidiócesis. El tiempo ha demostrado que estamos ante novedades que no tuvimos antes, somos el país con mayor registro de toda América Latina y el Caribe, usamos y valoramos el soporte tecnológico y las plataformas, y contamos con los jóvenes, que son un tremendo apoyo en el uso responsable de estas herramientas tecnológicas.
Estaremos a la espera de las conclusiones de la Asamblea para seguir avanzando; mientras tanto, se prepara un plan pastoral arquidiocesano más cercano, fruto de haber puesto el oído afinado para escuchar mejor a todas las voces. Como dice el evangelio de Mateo: “Ahí donde está tu tesoro, ahí está tu corazón” (6, 21).