En los cerros de Chorrillos, un grupo de mujeres voluntarias dirigen el comedor parroquial ‘Papa Francisco’, inaugurado hace un mes con la bendición de nuestro arzobispo de Lima. Es así como la Comunidad de Santa Rosa de Villa ofrece el alimento diario a madres solteras y sus hijos, adultos mayores en situación de abandono, huérfanos y discapacitados. Este es su testimonio de servicio y solidaridad:
“Luego de la Pandemia, el Padre Luigi Norabuena nos motivó y animó sobre la idea de que Santa Rosa tenga nuevamente su propio comedor (antes había uno pero se paralizó por la crisis sanitaria) Entonces, realizamos todas las gestiones y ahora tenemos el comedor en el local comunal, donde también se realizan las misas los sábados”, es el comentario de Carmen Díaz, voluntaria y primera vocal del comedor.
‘Papa Francisco’, como ha sido nombrado el comedor parroquial, aún no cuenta con los servicios básicos de agua y desagüe, necesitando de la colaboración de todos los vecinos para que sea posible la preparación de alimentos. Para ello, todos los días, las mujeres de la Comunidad Santa Rosa de Villa, se levantan muy temprano e inician sus labores.
“Empezamos a cocinar a las 7 de la mañana – afirma Díaz – nos repartirnos las tareas para avanzar rápido y poder preparar el menú a tiempo. Compartimos el alimento a personas vulnerables de la zona como madres solteras y sus hijos, adultos mayores en situación de abandono, huérfanos y discapacitados”, sostuvo Carmen.
«El servicio que hacemos nos da aliento y esperanza».
Marcelina Leiva, una de las cocineras del comedor parroquial, ha querido compartir su testimonio. Al igual que sus compañeras, Leiva expresó su agradecimiento por las donaciones y las gestiones promovidas por la Parroquia María Estrella de la Nueva Evangelización: «Nos ha motivado a salir adelante a pesar de las situaciones difíciles que vive nuestro país», precisó.
Marcelina recordó con alegría el día de inauguración del comedor que alimenta a alrededor de 80 personas al día: “Yo estoy muy contenta de haber recibido la visita y la bendición de Monseñor Carlos Castillo. Eso a mí me ha dado mucho ánimo a pesar de todos mis problemas, porque el servicio que hacemos nos da aliento y esperanza”, sostuvo.
«Para mí y mis compañeras es un honor estar participando en el comedor. Nos alegra mucho que Monseñor Castillo nos haya visitado, porque es una señal de que Dios no nos ha olvidado», reflexionó Ana Meza, voluntaria de la comunidad.
«Estamos aprendiendo a trabajar en equipo».
En tanto, Yolanda Camacho, tesorera del comedor, refiere que durante este primer mes «les ha ido bien y están aprendiendo a trabajar en equipo por un objetivo común». Yolanda reconoce que asumir el liderazgo de un comedor es un proceso de adaptación que requiere comprensión por parte de sus familias y, sobre todo, buen humor: «Aquí hacemos chistes, nos reímos entre nosotras. Lo importante es que nuestras familias ya comprenden lo que hacemos aquí”, recalcó.
Ya sabemos cómo es el trajín de un comedor: salir temprano de nuestras casas, hacer las compras, cocinar, atender a las personas. Y luego, limpiar y dejar todo listo para el día siguiente. A pesar del cansancio, estamos alegres, porque estamos ayudando a nuestro prójimo.