En la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, y con motivo del fin de año, Monseñor Castillo señaló que María «es la primera pastora que nos acompaña siempre y no nos abandona». Este fue el punto de partida del prelado para recordar que «nuestra misión es la paz en el mundo», esa que vino a traer Jesús desde el pesebre. «Tenemos que hermanar al Perú, tenemos que pacificar al Perú reconociendo todo lo lindo que tenemos, todo lo bueno que Dios nos ha dado y, sobre todo, al Niño Jesús que mora en cada uno de nosotros y quiere crecer en nuestras vidas», puntualizó en su homilía.
Inspirado en el testimonio de vida y el legado intelectual del Papa Emérito Benedicto XVI, el arzobispo de Lima hizo un llamado a imitar su ejemplo y aprender a renunciar a las ambiciones individualistas y las ideologías que nos alejan del Bien Común: «No somos una Iglesia, en primer lugar, de “jerarcas”; no somos, en primer lugar, una Iglesia de “mandamases”; no somos una Iglesia de “élite”, educada y brillante, pero separada del mundo; somos pastores que se identifican con su pueblo y caminan con él», precisó.
Leer transcripción de la homilía de Monseñor Castillo.
En el inicio de su homilía, el arzobispo de Lima afirmó que reunirse «en el rincón final de un año», es una oportunidad para tener un «momento de recogimiento, hacer un poco de memoria y reconocer el paso del Señor por nuestras vidas, agradecidos inmensamente porque todavía vivimos, existimos, y el Señor quiere bendecirnos».
En alusión a la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, Monseñor Carlos explicó que María «desarrolla su misión en la historia como pastora, como integrante del pueblo de pastores». En su seno, continuó el obispo, se concreta esa bendición de Dios a la humanidad, como ocurrió con Abraham, otro «pastor peregrinante que recibió la bendición del Señor en el corazón de su vida».
«Esta bendición se realiza por medio de la entrada de Jesús como Hijo de Dios, que se hace Niño y que introduce en el ser humano la capacidad de vivir divinamente, de vivir en el amor y, por lo tanto, de perdurar en la historia», reflexionó el prelado.
Dios ha querido revelarse a un pueblo de pastores.
Comentando el Evangelio de Lucas (2, 16-21), que narra la visita de los pastores al Niño Jesús, el Primado del Perú apuntó que, a través de esta manifestación, Dios ha querido «revelarse a un pueblo de pastores que está caminando y cuidando al rebaño». Este es el modelo de la Iglesia que quiere implantar el Papa Francisco, siguiendo el legado de los Papas anteriores:
«Venimos del famoso Concilio Vaticano II que incentivó, con acierto, que la Iglesia, si no se dinamizaba al servicio del mundo y no ayudaba a comprender el mensaje evangélico educando a las poblaciones del mundo, lo que iba a suceder es que la Iglesia se volvía irrelevante y el mundo andaba por cualquier parte», dijo el arzobispo.
Por ello, el obispo de Lima recalcó la importancia de «volver al pesebre» de Belén y reconocer que la paz es posible cuando nos dejamos pacificar por Dios y recibimos su Gracia para solucionar los diferentes problemas que se nos presentan, superar los enfrentamientos, las mentiras, los petardeos, las ambiciones individualistas y los prejuicios.
Agentes pastorales en las situaciones complejas.
Monseñor Castillo aseguró que es urgente procurar que «todos seamos pastores del pueblo que sufre y del mundo que vive en situaciones complejas de decadencia». Para ello, el Señor ha sembrado esa semilla que nos hace a todos como Jesús y nos vuelve agentes pastorales:
Todos tenemos que ser agentes pastorales, mucho más los que tenemos la misión de pastores como responsabilidad (seminaristas, obispos, religiosos). Somos pastores que se identifican con su pueblo y caminan con él.
Papa Benedicto XVI: ejemplo de lucidez, sabiduría y humildad.
En otro momento, el arzobispo de Lima habló sobre la lucidez y sabiduría del Papa Emérito Benedicto XVI, quien partió al Padre en la mañana del 31 de diciembre. Monseñor Castillo destacó su gran humildad para renunciar y permitir que la Iglesia «siga caminando en y con la historia», saliendo de su propio estancamiento y descentrándose de una especie de «letargo».
Renunciar no es solamente a un cargo, renunciar es renunciar a las ambiciones, a las locuras, a la ideología, a los prejuicios, a las mentiras, al armado de cosas completamente ajenas al Bien Común.
«Que el Papa Benedicto, que ya está en el cielo, nos ayude a seguir siendo lúcidos de las situaciones con toda la genialidad y estudio que él tuvo; y nos haga a todos capaces de seguir su camino con abundancia de amor, con presteza, con el intento de siempre acompañar y nunca abandonar», acotó.