El Señor nos llama para suscitar la esperanza en el mundo

En la Solemnidad del Bautismo del Señor, Monseñor Carlos Castillo presidió la Celebración Eucarística en la Basílica Catedral de Lima: «al recordar nuestro bautismo, tenemos la alegría de volver a nuestros inicios, donde comenzó algo nuevo en nuestra historia personal, pero también se renovó el deseo de una historia humana y social distinta», expresó al inicio de su homilía.

Refiriéndose al Evangelio de Marcos (1, 7-11), el Arzobispo de Lima explicó que, a través del acontecimiento del Bautismo de Jesús, ocurre un signo de esperanza para la humanidad: «los cielos se rasgan y se ‘abre’ la esperanza, porque Jesús, que viene de parte de Dios, ha asumido nuestra vida y Él es el portador de la esperanza. Por eso, cada vez que uno de nosotros es bautizado, renovamos que también somos portadores de la esperanza de Jesús», resaltó.

El Señor decide bautizarse, no porque tenga pecado, sino por su hermandad con los seres humanos: «Jesús se bautiza para alentar a todos aquellos que, en medio del mundo, reconocen sus límites, y desde esos límites, empiezan a recrear este mundo surcado de locas ilusiones, ambiciones, desconcierto y desesperación», acotó Monseñor Carlos.

La fe cristiana no es solo individual, también es social.

Durante los años previos al Bautizo, Jesús se dedicó a conocer la realidad, haciendo una lectura de los signos de los tiempos. Frente a la fuerte crisis que se vivía en Israel, había un grupo liderado por Juan Bautista que optó por una revisión de la vida y una aceptación del pecado como el punto de partida para mejorar las cosas: «el grupo de Juan Bautista quiere convertirse para reconocer el límite y no contribuir al daño de Israel. Reconocer las faltas es parte de un proceso que denominamos ‘purificación’, y por eso, tenemos que discernir y buscar en qué lugares está apareciendo algo interesante, qué ‘cielos se están abriendo’, dónde se está forjando la esperanza de nuestro pueblo y el ánimo de conversión», expresó el Arzobispo.

Jesús, entonces, decide unirse al grupo de Juan Bautista y hace la fila junto a los pecadores para enseñarnos que la fe cristiana no es solo individual, también es social, requiere de nuestra unidad para salvarnos juntos: «el Señor no quiere que la gente buena se separe, sino que sea semilla fecunda para hacer que el amor se irradie. El Señor no ha venido a crear una Iglesia de ‘puros’ o de separados», indicó Monseñor Castillo.

«Jesús nos enseña pedagógicamente que es insuficiente el Bautismo de Juan. Se necesita ser bautizado en el amor, y por eso, el Señor se mezcla entre los pecadores y se mete al lodo. En esta tragedia mundial que vivimos, tenemos miles de voluntarios anónimos que, silenciosamente, han estado haciendo el Bautismo, enlodándose con los enfermos, e inclusive, muriendo por ellos», reflexionó el Arzobispo de Lima.

Tenemos que apoyar la capacidad de amar que existe en el ser humano, porque Dios es amor, Él hace posible que el mundo se regenere a una nueva vida y renazca, porque cuando la fuerza de su Espíritu mora en cada persona, la inspira y la impulsa, la alegra, la suscita y la resucita.

Monseñor Castillo reiteró que la fe cristiana es una fe que piensa, discierne, se cuestiona como María y reflexiona. La Palabra nos permite razonar, crecer y madurar; y en Jesús está la Palabra viva que nos inspira y nos acompaña, Él ha cambiado el signo de un Bautismo de pureza por uno de servicio y de amor: «el Señor nos ama y nos da la oportunidad de darnos su amor, nos da la misión de hermanar a la humanidad por medio de su amor, dejando que nuestra vida se deje guiar por el Espíritu y vaya creciendo y madurando», añadió.

«Que recordando nuestro Bautismo, caminemos profundamente en el Señor y podamos recoger lo más lindo que tenemos para darlo a los demás», concluyó.