Este 10 de enero, día de la solemnidad del Bautismo del Señor, el Papa Francisco participó en el rezo del Ángelus. Jesús, “baja al río para sumergirse en nuestra misma condición”, afirmó.
Ciudad del vaticano
El Papa Francisco comenzó su alocución mostrando cómo la liturgia nos lleva desde el nacimiento de Jesús, la visita de los Magos hasta la orilla del río Jordán, donde encontramos a Jesús como adulto. “La Liturgia nos hace realizar un salto de unos treinta años, treinta años de los que sabemos una cosa: fueron años de vida escondida, que Jesús pasó en familia, obedeciendo a los padres, estudiando y trabajando”.
Vida escondida.
El Papa afirma: “Impresiona que el Señor haya pasado así la mayor parte del tiempo en la Tierra, viviendo la vida de todos los días, sin aparecer. Es un bonito mensaje para nosotros: nos revela la grandeza de lo cotidiano, la importancia a los ojos de Dios de cada gesto y momento de la vida, también el más sencillo y escondido”.
El paso a la vida pública.
La vida pública de Jesús, subraya el Papa, comienza con el bautismo en el río Jordán. Quizá la primera pregunta es ¿Por qué Jesús se hace bautizar? Francisco responde: “Realmente Jesús no lo necesitaba. De hecho, Juan Bautista trata de oponerse, pero Jesús insiste. ¿Por qué? Porque quiere estar con los pecadores: por eso se pone a la fila con ellos y cumple su mismo gesto. Y lo hace con la actitud del pueblo, con su actitud, que como dice un himno litúrgico: ‘se acercó desnudo el alma y desnudo los pies’. El alma desnuda, es decir, sin cubrir nada, tan pecaminosa. Este es el gesto que Jesús hace y desciende Baja al río para sumergirse en nuestra misma condición”.
“En el primer día de su ministerio, afirma el Papa, Jesús nos ofrece así su “manifiesto programático”. Nos dice que no nos salva desde lo alto, con una decisión soberana o un acto de fuerza, sino viniendo a nuestro encuentro y tomando consigo nuestros pecados. Es así como Dios vence el mal del mundo: bajando y haciéndose cargo”.
Francisco prosiguió: “Es así como Dios vence el mal del mundo: bajando y haciéndose cargo. Es también la forma en la que nosotros podemos levantar a los otros: no juzgando, no insinuando qué hacer, sino haciéndonos cercanos, com-padeciendo, compartiendo el amor de Dios. La cercanía es el estilo de Dios hacia nosotros; Él mismo se lo dijo a Moisés. Piensa: ¿qué gente tiene a sus dioses tan cerca como tú me tienes a mí? La cercanía es el estilo de Dios hacia nosotros”
El rostro de Dios es misericordia.
El Obispo de Roma llama la atención sobre lo que sucede en el Jordán: “Después de este gesto de compasión de Jesús, sucede algo extraordinario, los cielos se abren y se desvela finalmente la Trinidad. El Espíritu Santo desciende en forma de paloma (cfr Mc 1,10) y el Padre dice a Jesús: «Tú eres mi Hijo muy querido» (v. 11). Dios se manifiesta cuando aparece la misericordia, porque ese es su rostro”.
En este contexto, Jesús es proclamado Hijo, subraya Francisco: Jesús se hace siervo de los pecadores y es proclamado Hijo; baja sobre nosotros y el Espíritu desciende sobre Él. Amor llama amor. Vale también para nosotros: en cada gesto de servicio, en cada obra de misericordia que realizamos Dios se manifiesta y fija su mirada en el mundo.
“Pero incluso antes de hacer algo, insiste el Papa, nuestras vidas están marcadas por la misericordia que nos ha llegado. Estamos salvados, pero de forma gratuita. La salvación es gratis. Es el libre acto de misericordia de Dios hacia nosotros. Sacramentalmente esto se hace el día de nuestro Bautismo, pero incluso los que no están bautizados siempre reciben la misericordia de Dios, porque Dios está ahí, esperando. Espera a que se abran las puertas de los corazones. Se acerca, diría, nos acaricia con su misericordia”.