El sentido de acoger con profundidad – Parroquia San Juan Apóstol

El Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo, se reencontró con toda la comunidad de la parroquia San Juan Apóstol en el distrito de Pueblo Libre, de la que fue pastor por nueve años. La celebración eucarística fue concelebrada por el vicario Jesús Salamanca, párroco Miguel Ángel Vassallo, el padre Juan Bytton, y el padre César Medina.

«Hospedar es una antigua y grandísima costumbre de los hebreos, por eso es que vemos el texto de Abraham tan bonito en donde él hospeda a Dios y producto de ese hospedaje, Sara que era estéril, va a tener un hijo», comentó Monseñor Castillo.

«Hospedar es mucho más que acoger al invitado con todas las reglas y normas que debe hacerse. Es un poco como aquí ¿no? En esta casa me quedé diez años porque lo quieren mucho a uno».

«María transforma las reglas y normas de atender al Señor en una iniciativa de acogida más profunda, mas amistosa, que es escuchar al Señor y su palabra. Por eso, tenemos que ser acogedores en las cosas concretas, y simultáneamente en lo más profundo, dejar que el Señor nos hable, porque si nos olvidamos de la inspiración que el Señor nos da para amar, difícilmente podremos multiplicar las acciones de amor, o nos desesperamos en hacerlas formales y no vamos a lo profundo».

Todo camino cristiano es kerigmático

«¿Qué hacemos si no oramos, no escuchamos la palabra y no contemplamos al Señor en la escritura que la Iglesia escribió? – preguntó – A mí me admiró mucho cuando Juan Pablo II escribió la carta apostólica ‘Tertio millennio adveniente’, un documento que nos decía que la primera tarea cristiana en el nuevo milenio es contemplar, y todos inmediatamente pensamos en la eucaristía y en el silencio de la eucaristía, y lo que dice el texto es que la primera cosa que hay que hacer es contemplar a Jesús en las escrituras, en los relatos que nos dejó la Iglesia, en donde están los caminos de Jesús»

«Ahora, el Papa Francisco nos dice una cosa muy linda, que todo el camino cristiano es kerigmatico, es decir, en todo el camino cristiano desde que comenzamos hasta que terminamos antes de morirnos, siempre se nos anuncia la palabra para que nos de gozo, esperanza y podamos retomar la vida para lo que viene».

La palabra no puede dejarse de anunciar, y la palabra en cada ocasión debe suscitar unas nuevas decisiones, un nuevo descubrimiento de algo que el Señor nos tiene preparados, una nueva alegría.

«Si no anunciamos la palabra permanentemente en toda circunstancia, nos convertimos en una Iglesia que lo único que hace es repetir la doctrina, y si bien es muy importante porque la doctrina son composiciones orgánicas de pensamiento para poder conocer un poco más las cosas, al reducir a doctrina, el kerigma, el anuncio, se vuelve eterno, no circunstancial».

«Es por eso que en cada situación debemos preguntarnos ¿Qué me dice el Señor en esta situación? ¿Qué me dice el Señor en otra?»

El Dios de la alegría que se acerca

«En el texto de Abraham que vamos a retomar, hay algo parecido, porque Abraham ya desde el inicio, acoge, pero acoge con lo que puede, dentro de lo que podía. Miren que es muy distinto a la manera como se le presenta a Moisés: “Quítate las sandalias, el terreno que pisas es sagrado”. Aquí ya no hay diferencia entre lo sagrado y lo profano».

«Esa no separación es el Dios que se acerca, y Abraham está contento porque ha sido visitado, y entonces la reacción de Dios es anunciarle que dentro de un año tendrás un hijo llamado Isaac. ¿Saben qué significa Isaac? “Is” significa ‘hijo’, y “Saac” significa ‘jajaja’. Por eso, cuando hay una relación de hospedaje profundo y una amistad con Dios, deriva solita la alegría y en el fondo, lo que tiene Marta es que no tiene alegría, está triste y se amarga con su hermana, cuando en realidad debería estar alegre como ella».

El evangelio de la alegría

«Por eso, el Papa nos ha hablado del evangelio de la alegría en su primera exhortación apostólica  “Evangelii Gaudium” , y nos recuerda que todos tenemos que conocerla para poder aplicarla y poder reformar nuestra Iglesia».

«Nuestra Iglesia de Lima no puede ser una Iglesia triste ni tampoco puede ser de una alegría cándida y momentánea, nosotros tenemos una alegría profunda que viene de la intimidad y lo conocemos bien porque Juan Apóstol nos lo ha enseñado. Esta alegría que nos renueva, que nos hace imaginar mundos distintos, que nos hace enfrentar diversidad de problemas y permite que la palabra llegue y la alegría nuevamente se reproduzca en la gente y se genera una nueva vida, esa alegría que regenera al mundo, es la que hoy día todos tenemos que compartir».

Compartir palabras de vida para la gente

«La primera línea de la encíclica “Laudato si’” del Papa decía: “esto lo escribo para conversar sobre qué hacemos con el deterioro del mundo” ¿Cómo conversamos? Hablamos de nuestras cosas, y dejamos que la palabra de Dios también nos hable y nos haga hablar de otra manera».

«Que hoy sea un día para que todos volvamos a contemplar al Señor, escucharlo especialmente en su palabra y así tengamos también palabras de vida para la gente, para nuestro país, porque nuestra tarea como parroquia es la de elevar eso que hemos vivido a toda la sociedad».

«Si yo he aceptado desarrollar esta responsabilidad como misión es porque sé que llevo las experiencias de ustedes, compartiendo aquello que hemos vivido para la alegría de nuestro pueblo, y por eso, todos tenemos que elevarnos, todos tenemos que ser arzobispos, todos tenemos que ayudarnos mutuamente para enseñar y comprender y participar con la gente sobre cómo se hace un Iglesia linda».

«Que Dios bendiga a San Juan Apóstol, lo hijos del discípulo amado para que amen a manos llenas porque somos amados por el Señor gratuita y generosamente. Que la alegría del Señor los inunde siempre y que sigamos caminando todos como arzobispos y arzobispas. Muchas gracias».