Escribe: Padre Juan Bytton.
El número 10 es siempre para celebrar, y las Sagradas Escrituras nos ayudan a resaltar su importancia. Para la narrativa hebrea y bíblica el número 10 representa la perfección del orden divino que todo lleva a la plenitud: Noé completó la décima generación desde Adán (Gn 5); los diez mandamientos entregados por Dios a Moisés (Ex 20); la ofrenda del diezmo que representa lo que entrega el ser humano a Dios (Dt 14,22); las bases del Tabernáculo que signan la presencia Divina (Ex 38, 27); Moisés pone jefes en múltiplos de 10 (Ex 18,25), evocando las 10 naciones de Abraham (Gn 15, 19); las 10 parábolas sobre el Reino en Mateo; los 10 “Soy yo” de Jesús en Juan, entre otros.
Francisco llega a los 10 años al servicio de la humanidad desde el ministerio petrino. Un Papa que ha impregnado el olor del evangelio sanador y misericordioso a la Iglesia y al mundo; y lo hace recordándonos la identidad de la comunidad de Jesús, no para mirarnos a nosotros mismos sino al mundo herido que hay que acompañar y ayudarnos a sanar. Toma la posta para liderar una Iglesia en salida que es hospital de campaña en ese campo lleno de polaridades y dolores, de alegrías y egoísmos.
Allí nos lleva el liderazgo de Francisco, porque allí quiso encarnarse Jesús. Y ese camino se llama sinodal, cuyo norte es el Reino reflejado en la fraternidad universal, y su brújula el discernimiento personal y comunitario. Allí, caminando, se alimenta esa fe que mueve el piso a los seguros, y es fuerza para las/los débiles, esa fe que ayuda a crecer, a incluir y a rezar.
Hoy damos gracias por ese liderazgo capaz de comprarse los pleitos porque sigue al Espíritu de Pentecostés; radical porque va a la raíz, revolucionario porque aplica el mandamiento del amor. Francisco, el papa de las periferias al centro, como la sangre al corazón para salir renovados, sabiendo en “quien hemos puesto la esperanza” (Cf. 2 Tim 1,12).