Francisco: La literatura educa el corazón y la mente

El Santo Padre dirige una Carta a los candidatos al sacerdocio, pero también a los agentes de pastoral y a todos los cristianos, para subrayar la «importancia de la lectura de novelas y poemas en el camino de maduración personal», porque los libros abren nuevos espacios interiores, enriquecen, ayudan a afrontar la vida y comprender a los demás. Las obras literarias son una especie de «campo de entrenamiento para el discernimiento».

Fuente: Vatican News

Un buen libro abre la mente, estimula el corazón, entrena para la vida. Palabra del Papa Francisco, que ha tomado lápiz y papel para hacer comprender a los futuros sacerdotes, pero también a «todos los agentes pastorales» y a «cualquier cristiano», la «importancia de la lectura de novelas y poemas en el camino de maduración personal». Con la «Carta sobre el papel de la literatura en la educación», escrita el 17 de julio y publicada hoy, 4 de agosto, el Pontífice pretende «despertar el amor por la lectura» y sobre todo «proponer un cambio radical de ritmo» en la preparación de candidatos al sacerdocio, para que se dé más espacio a la lectura de obras literarias. Porque la literatura puede «educar el corazón y la mente del pastor» a «un ejercicio libre y humilde de la propia racionalidad» y al «reconocimiento fecundo del pluralismo de las lenguas humanas», puede ampliar la sensibilidad humana y conducir a «una gran apertura espiritual. Además, la tarea de los creyentes, y en particular de los sacerdotes, es «tocar» el corazón del hombre contemporáneo, para que se conmueva y se abra ante el anuncio del Señor Jesús», y en todo esto «la contribución que la literatura y la poesía que pueden ofrecer tienen un valor incomparable».

Leer Carta del Papa Francisco sobre el papel de la Literatura en la formación

Los efectos beneficiosos de la lectura

En el texto, el Papa Francisco subraya en primer lugar los efectos beneficiosos de un buen libro que, «a menudo en el aburrimiento de las vacaciones, en el calor y la soledad de algunos barrios desiertos», puede ser «un oasis que nos aleja de otras opciones que no son buenos para nosotros», y que, en «momentos de cansancio, de ira, de desilusión, de fracaso, y cuando ni siquiera en la oración somos capaces de encontrar la quietud del alma», puede ayudar a atravesar momentos difíciles y a «tener un poco más de serenidad». Porque quizás «esa lectura nos abre nuevos espacios interiores» que nos ayudan a no cerrarnos «en esas pocas ideas obsesivas», que luego «nos atrapan de manera inexorable». La gente se dedicaba más a leer «ante la omnipresencia de los medios de comunicación, las redes sociales, los teléfonos móviles y otros dispositivos», observa el Papa, que destaca cómo en un producto audiovisual, aunque «más completo», «el margen y el tiempo para ‘enriquecer’ la narración o interpretarla suelen reducirse», mientras que al leer un libro «el lector es mucho más activo». Una obra literaria es «un texto vivo y siempre fructífero». Sucede, en efecto, que «al leer, el lector se enriquece con lo que recibe del autor», y esto «le permite hacer florecer la riqueza de su propia persona».

Dedicar tiempo a la literatura en seminarios

Si es positivo que «en algunos seminarios se supere la obsesión por las pantallas -y por las fake news venenosas, superficiales y violentas- y se dedique tiempo a la literatura», a la lectura, a hablar de «libros, nuevos o viejos, que continúan decirnos muchas cosas», reconoce Francisco, pero en general «en el camino formativo de quien emprende el ministerio ordenado» no hay espacio adecuado para la literatura, considerada «una expresión menor de la cultura que no pertenecería al camino de preparación y por tanto a la experiencia pastoral concreta de los futuros sacerdotes». “Este enfoque no es bueno”, afirma el Papa, pues conduce a “una forma de grave empobrecimiento intelectual y espiritual de los futuros sacerdotes”, que así no tienen “un acceso privilegiado, precisamente a través de la literatura, al corazón de la cultura humana y más específicamente específico del corazón del ser humano”. Porque, en la práctica, la literatura tiene que ver «con lo que cada uno de nosotros quiere de la vida» y «entra en íntima relación con nuestra existencia concreta, con sus tensiones esenciales, con sus deseos y sus significados».

Libros compañeros de viaje

Recordando los años de su docencia en un colegio jesuita de Santa Fe, entre 1964 y 1965, el Papa relata que, como profesor de Literatura, los alumnos debían estudiar a El Cid, mientras ellos “les pedían que leyeran a García Lorca”. “Así que decidí que estudiarían El Cid en casa y durante las clases les comentaba los autores que más les gustaban a los niños”, recuerda el Papa Francisco, añadiendo que preferían “las obras literarias contemporáneas” pero que “leer aquellas cosas que les atraían de momento, tomaron un gusto más general por la literatura, la poesía, y luego pasaron a otros autores», porque «al final, el corazón busca más, y cada uno encuentra su camino en la literatura». En este sentido, el Papa confiesa que ama «a los artistas trágicos, porque todos podemos sentir sus obras como nuestras, como expresión de nuestros propios dramas». El Pontífice advierte que no se debe «leer algo por obligación», sino que hay que seleccionar las lecturas «con apertura, sorpresa y flexibilidad».

Para encontrar a Jesús hecho carne

Hoy, para «responder adecuadamente a la sed de Dios de muchos, para que no intenten saciarla con propuestas alienantes o con un Jesucristo sin carne», los creyentes y los sacerdotes, al anunciar el Evangelio, deben comprometerse a que «todos podemos encontrarnos con un Jesucristo hecho carne, hecho hombre, hecho historia». Nunca debemos perder de vista «la ‘carne’ de Jesucristo», recomienda el Pontífice, «esa carne hecha de pasiones, de emociones, de sentimientos, de historias concretas, de manos que tocan y curan, de miradas que liberan y alientan, de hospitalidad, de perdón, de indignación, de coraje, de intrepidez: en una palabra, de amor». Por este motivo, observa Francisco, «un conocimiento asiduo de la literatura puede hacer que los futuros sacerdotes y todos los agentes pastorales sean aún más sensibles a la humanidad plena» de Cristo «en la que su divinidad se derrama plenamente».

El hábito de la lectura tiene resultados positivos

En la Carta, el Papa señala también las consecuencias positivas que tiene para los estudiosos el «hábito de la lectura», que ayuda a «adquirir un vocabulario más amplio», «a desarrollar diversos aspectos» de la propia inteligencia, «estimula también la imaginación y la creatividad», «te permite aprender a expresar tus narrativas de una manera más rica», «también mejora la capacidad de concentración, reduce los niveles de deterioro cognitivo, calma el estrés y la ansiedad». En concreto, la lectura «nos prepara para comprender y, por tanto, afrontar las diversas situaciones que pueden surgir en la vida», continúa el Papa Francisco, «al leer nos sumergimos en los personajes, las inquietudes, los dramas, los peligros, los miedos de las personas que han superado en el poner fin a los desafíos de la vida”. Y con Borges podemos llegar a definir la literatura como «escuchar la voz de alguien».

Frenar, contemplar, escuchar

La literatura sirve para “experimentar efectivamente la vida”. Y si «nuestra mirada ordinaria sobre el mundo se ‘reduce’ y limita debido a la presión» de diferentes compromisos personales e «incluso el servicio -cultual, pastoral, caritativo- puede convertirse en «simplemente algo que hacer», el riesgo es el de «caer en un eficientismo que banaliza el discernimiento, empobrece la sensibilidad y reduce la complejidad». Por eso, en «nuestra vida cotidiana» debemos aprender a «distanciarnos de lo inmediato», sugiere el Papa, «a frenar, a contemplar y a escuchar», lo que puede suceder cuando nos detenemos a leer un libro. Necesitamos «recuperar modos hospitalarios y no estratégicos de relacionarnos con la realidad», necesitamos «lejanía, lentitud, libertad» para acercarnos a la realidad, en palabras sencillas, y la literatura nos permite «entrenar nuestra mirada para buscar y explorar la verdad de las personas y de las situaciones”, “nos ayuda a expresar nuestra presencia en el mundo”. Además, insiste el Papa, «al leer un texto literario» que vemos con los ojos de los demás, desarrollamos «el poder empático de la imaginación», «descubrimos que lo que sentimos no es sólo nuestro, es universal, y por eso también es la persona más abandonada, no se siente sola».