“Antes de dejarnos vencer por la ira, pidamos a Jesús la fuerza para ser como Él, para seguirle con firmeza. No ser vengativo e intolerante cuando surgen dificultades, cuando nos gastamos para bien y los demás no lo entienden”. Alocución del Papa Francisco previa al rezo mariano del Ángelus.
En su alocución previa al rezo mariano del Ángelus en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco, hablando del Evangelio de hoy, dijo que «dejarse vencer por la ira en la adversidad es fácil, es instintivo». Lo difícil, en cambio, afirmó es dominarse a sí mismo, haciendo como Jesús, que -dice el Evangelio- se puso «en camino hacia otra aldea»:
«Esto significa que cuando encontremos cierres, debemos recurrir a hacer el bien en otro lugar, sin recriminaciones. Así, Jesús nos ayuda a ser personas serenas, contentas con el bien que hemos hecho y sin buscar la aprobación humana».
Y nos cuestiona, cuál es nuestra posición ante los desacuerdos, los malentendidos, el Pontífice nos pregunta si nos dirigimos al Señor, le pedimos su constancia para hacer el bien, o por el contrario, pregunta el Papa, buscamos la confirmación en los aplausos y acabamos amargados y resentidos cuando no los escuchamos y recuerda:
«A veces creemos que nuestro fervor se debe a un sentimiento de rectitud por una buena causa, pero en realidad la mayoría de las veces no es más que orgullo, combinado con debilidad, susceptibilidad e impaciencia. Pidamos entonces a Jesús la fuerza para ser como Él, para seguirle con firmeza. No ser vengativo e intolerante cuando surgen dificultades, cuando nos gastamos para bien y los demás no lo entienden».
El gran viaje a la Ciudad Santa.
Mencionando el Evangelio de la Liturgia de este domingo Francisco nos dijo que habla de un punto de inflexión: «Cuando se acercaban los días en que iba a ser elevado a lo alto, Jesús tomó la firme decisión de ponerse en camino hacia Jerusalén» (Lc 9,51). Comienza el «gran viaje» a la ciudad santa, que requiere una decisión especial por ser la última, señaló y los discípulos, «llenos de un entusiasmo todavía demasiado mundano, sueñan que el Maestro está en camino hacia el triunfo», Jesús, en cambio, recordó el Papa, sabe que en Jerusalén le esperan el rechazo y la muerte; «sabe que tendrá que sufrir mucho; y esto requiere una decisión firme», afirmó y añade:
«Es la misma decisión que debemos tomar nosotros si queremos ser discípulos de Jesús. ¿En qué consiste esta decisión? Porque debemos ser discípulos de Jesús en serio, con verdadera decisión, no como decía una anciana que conocí: «cristianos de agua de rosas». ¡No, no, no! Cristianos decididos. Y para entenderlo nos ayuda el episodio que el evangelista Lucas relata inmediatamente después.
Nos ayuda a entenderlo el episodio que el evangelista Lucas relata inmediatamente después. Una aldea de samaritanos, al enterarse de que Jesús se dirigía a Jerusalén -una ciudad contraria- no le da la bienvenida. Los apóstoles Santiago y Juan, indignados, sugieren a Jesús que castigue a esa gente haciendo bajar fuego del cielo. Jesús no sólo no acepta la propuesta, sino que reprende a los dos hermanos. Quieren involucrarlo en su deseo de venganza y Él no está de acuerdo. El «fuego» que vino a traer a la tierra es el Amor misericordioso del Padre». Y para hacer crecer este fuego, dijo el Papa, hace falta paciencia, hace falta constancia, hace falta espíritu penitencial.
La ira de Santiago y Juan.
El Santo Padre, mencionando el Evangelio, dijo que Santiago y Juan, se dejaron vencer por la ira. Esto también nos sucede a nosotros, recordó, cuando, aunque hagamos el bien, quizás con sacrificio, en lugar de acogida encontramos una puerta cerrada:
«Entonces surge la ira: incluso intentamos involucrar a Dios mismo, amenazando con castigos celestiales. Jesús, en cambio, recorre otro camino, el de la firmeza, que, lejos de traducirse en dureza, implica calma, paciencia, longanimidad, sin por ello aflojar lo más mínimo en nuestro empeño por hacer el bien. Esta forma de ser no denota debilidad, sino, por el contrario, una gran fuerza interior».
En este Evangelio, Jesús nos enseña a dominar la ira, siguiendo su ejemplo, dominarnos a nosotros mismos como hizo Él, sino nos aceptan, si encontramos cierres, no importa, ir a hacer el bien a otra parte con serenidad, contentos, dijo el Papa con el bien que hemos hecho, sin buscar la aprobación humana. No confundirnos con ese «fervor» que creemos sea un «sentimiento de rectitud por una buena causa», añadió Francisco, es un orgullo, una debilidad, una susceptibilidad e impaciencia nuestra.
El Papa concluyó su alocución con el deseo que cada uno de nosotros pida a «Jesús la fuerza para ser como Él, para seguirle con firmeza. No ser vengativo e intolerante cuando surgen dificultades, cuando nos gastamos para bien y los demás no lo entienden». y a la Virgen María que nos ayude a hacer nuestra la firme decisión de Jesús de permanecer en el amor hasta el final.