Francisco: Sembrar el Evangelio en la cotidianidad

«¿Yo siembro el bien? ¿Me preocupo solo por recoger para mí o también de sembrar para los otros? ¿Lanzo algunas semillas del Evangelio en la vida de todos los días: estudio, trabajo, tiempo libre? ¿Me desanimo o, como Jesús, sigo sembrando, también si no veo resultados inmediatos?» Son las preguntas que nos hizo el Papa Francisco en su alocución previa al Ángelus, hablando sobre la parábola del sembrador.

Fuente: Vatican News

En su alocución previa al rezo mariano del Ángelus, desde la Plaza de San Pedro, el Papa, hablando de la parábola del sembrador, dijo que la imagen de la “siembra” con la que Jesús describe el don de su Palabra, es muy hermosa.

“Imaginemos una semilla: es pequeña, casi no se ve, pero hace crecer plantas que dan frutos. La Palabra de Dios es así; pensemos en el Evangelio, un pequeño libro, sencillo y al alcance de todos, que produce vida nueva en quien lo acoge”.

Cada uno puede recibir o no la semilla del Evangelio

Y si la Palabra es la semilla, dijo Francisco, nosotros somos el terreno: podemos recibirla o no. “Jesús, “buen sembrador”, no se cansa de sembrarla con generosidad. Conoce nuestro terreno, sabe que las piedras de nuestra inconstancia y las espinas de nuestros vicios (cfr vv. 21-22) pueden sofocar la Palabra, y sin embargo siempre espera que nosotros podamos dar fruto abundante”.

El Pontífice nos aconseja, que, así como el Señor no se cansa de sembrar, tampoco nosotros. Estamos llamados a sembrar sin cansarnos.

Ejemplos de quienes van sembrando en la vida

El Santo Padre cita algunos ejemplos de quienes van sembrando en su vida:

“En primer lugar los padres: ellos siembran el bien y la fe en los hijos, y están llamados a hacer sin desanimarse si a veces estos parecen no entenderlos y no apreciar sus enseñanzas, o si la mentalidad del mundo “rema en contra”. La semilla buena se queda, esto es lo que cuenta, y echará raíces en el momento adecuado”.

Y aconseja, que nosotros padres de familia, no debemos ceder a la “desconfianza”, no debemos renunciar a sembrar y dejar “a los hijos a merced de las modas y del móvil, sin dedicarles tiempo, sin educarles, entonces el terreno fértil se llenará de malas hierbas”, dijo.

También los jóvenes pueden sembrar

El Santo Padre dijo que también los jóvenes pueden sembrar el Evangelio en los surcos de la vida cotidiana.

“Por ejemplo, con la oración: es una pequeña semilla que no se ve, pero con la cual se encomienda a Jesús todo lo que se vive, y así Él puede hacerlo madurar. Pero pienso también en el tiempo para dedicar a los otros, a quien lo necesita más: puede parecer perdido, sin embargo, es tiempo santo, mientras las satisfacciones aparentes del consumismo y del hedonismo dejan manos vacías.

También mientras los chicos estudian, que es cansado y no es inmediatamente satisfactorio, como cuando se siembra, dijo Francisco, pero es esencial para construir un futuro mejor para todos.

Los sembradores del Evangelio

Por último, Francisco citó a los sembradores del Evangelio, «muchos buenos sacerdotes, religiosos y laicos comprometidos en el anuncio, que viven y predican la Palabra de Dios a menudo sin registrar éxitos inmediatos». Y nos recuerda:

«No olvidemos nunca, cuando anunciamos la Palabra, que también donde parece que no sucede nada, en realidad el Espíritu Santo está trabajando y el reino de Dios ya está creciendo, a través y más allá de nuestros esfuerzos. Por eso, ¡adelante con alegría! Recordemos a las personas que han puesto la semilla de la Palabra de Dios en nuestra vida: quizá ha brotado años después de que hayamos encontrado sus ejemplos, ¡pero ha sucedido precisamente gracias a ellos!»

¿Yo siembro bien?

Y el Pontífice concluye su alocución preguntándono: ¿yo siembro el bien? ¿Me preocupo solo por recoger para mí o también de sembrar para los otros? ¿Lanzo algunas semillas del Evangelio en la vida de todos los días: estudio, trabajo, tiempo libre? ¿Me desanimo o, como Jesús, sigo sembrando, también si no veo resultados inmediatos? Y pidió a María, que hoy veneramos como Virgen del Monte Carmelo, que nos ayude a ser sembradores generosos y alegres de la Buena Noticia.