La Iglesia educa en el amor, no se impone ni acentúa las contradicciones

En la Fiesta de la Santísima Trinidad, el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Monseñor Carlos Castillo, recordó que nuestro Dios no es un Dios solitario sino solidario, es una familia que se ama y se integra eternamente. Y por eso, la Iglesia está llamada a educar en el amor sin imponerse ni acentuar las contradicciones, ayudándonos a salir airosos, porque somos hermanos, pero especialmente, somos hermanos peruanos y peruanas.

La Celebración Eucarística de este domingo 30 de mayo fue ofrecida en especial intención por las víctimas de la Matanza en San Miguel del Ene, distrito de Junín: «Dios bendiga a todos los peruanos para que juntos podamos superar momentos aciagos como la tragedia que hemos vivido hace unos días. Todo el sistema de vida tiene que reformarse para que seamos hermanos. Y qué mejor manera de celebrar nuestro Bicentenario que hermanados todos con el país que el Papa, citando las palabras de José María Arguedas, definió: ‘el país de todas las sangres'», expresó en su homilía. (leer transcripción).

Homilía de Monseñor Carlos Castillo – leer transcripción.

Monseñor Castillo inició su homilía citando a San Agustín: ‘Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón estará siempre inquieto hasta que no descanse en ti’. Una frase que nos ayuda a comprender el Dios del que venimos y al cual vamos, dijo el prelado: «es el Dios que nos envuelve en su amor, que nos envió a Jesucristo para contarnos que todos tenemos a Dios ya presente en nuestro ser y que Él vino a despertar para que creciera en nosotros nuestra fe, nuestra capacidad de acoger el don del amor y del Espíritu que nos hace hijos y nos hace clamar: ‘Abbá’, ‘papá’, ‘papito’. Y así, llamándole ‘papito’ a Dios, establecemos en nuestra vida una confianza que nos permite siempre estar acompañados, construir y vivir la hermandad entre nosotros», agregó.

Si el Señor nos ha hecho para Él, como dice San Agustín, en nosotros hay depositada una capacidad de amar, entender y comprender, que cuando vemos la realidad nos dejamos interpelar por ella, porque escuchamos al Otro, no le imponemos las cosas.

Por nuestros hermanos de Vizcatán.

En otro momento, el Arzobispo de Lima se pronunció sobre la reciente tragedia que enlutó a nuestro país: el asesinato de 16 hermanos en San Miguel del Ene, incluyendo adolescentes y niños: «unidos a todo el país hemos querido celebrar hoy día esta Santa Misa por las víctimas de Vizcatán porque son nuestros hermanos, son peruanos como nosotros que han sido considerados por ese grupo de terroristas narcotraficantes como si fueran ‘cosas’, como si pudiera quemarse sus vidas, incluso la de los niños. Esas crueldades también existen en nuestro país, y el Señor que nos asiste con su paternidad y nos hace hijos, nos llama a considerarlos siempre hermanos, así vivan en las tierras más alejadas y en las situaciones más agrestes y difíciles», recalcó el Obispo.

El Primado del Perú hizo un fuerte llamado a dejar de lado las diferencias y prejuicios que solo tensan nuestra vida y no permiten comprender lo bueno del Otro: «Podrá ser alguien de la ideología que sea, podrá tener el partido político que quiera, pero no podemos destruir la hermandad porque todos somos peruanos y hermanos, debemos intentar ver lo mejor en el Otro. Como dice el Salmo 32: ‘Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempos de hambre’. Y nosotros necesitamos ojos ‘que escuchen’, especialmente a las personas cuyas vidas están llenas de muerte, a las personas que sufren hambre y miseria».

Estamos llamados a escuchar los clamores de la gente en las provincias, en los pueblos, porque nuestro pueblo sufre, necesita ayuda. Y a veces en Lima, como creemos tenerlo todo, no escuchamos, miramos pero no escuchamos.

Carlos Castillo reiteró que el Señor nos invita a que salgamos como discípulos a todos los pueblos: «no solamente a mi ciudad, a mi Lima o a mi pueblito, sino a todos los pueblos, para que todos puedan ser sumergidos. Eso es lo que significa bautizarse: sumergirse, zambullirse en el amor de Dios, en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, empaparnos de Dios, empaparnos de su amor, flotar, nadar en Dios. Y ese Dios que nos ama y que se fija en los humildes y los pequeños, nos enseña a guardar, a través del Bautismo y del anuncio del Evangelio, el mandamiento del amor solidario».

La Iglesia está para educar en el amor, no para imponerse o acentuar las contradicciones.

A puertas de los comicios electorales, Monseñor Castillo explicó que es necesario un compromiso hondo para apoyar y desarrollar el bien común para recoger lo mejor de todos, independientemente de quién sea elegido: «iniciemos esta semana de reflexión de manera consciente y responsable, en donde la Iglesia lo único que tiene que hacer es llamar a lo profundo de la unidad entre todos los peruanos, para que cada uno elija con la libertad de su conciencia lo que sea mejor».

La Iglesia no dice por quién hay que votar, porque hay cristianos en todas partes, en todos los pensamientos, en todas las tendencias. La Iglesia está para educar en el amor sabiendo que tenemos contradicciones, ayudándonos a salir airosos, porque somos hermanos, pero especialmente, somos hermanos peruanos y peruanas.

El Obispo de Lima pidió que cese la polarización en nuestro país y se aliente a la inclusión: «si todos somos hermanos nadie sobra, por más que piense lo que piense, todos somos hermanos y en este país nuestro nadie está de sobra, todos somos necesarios. Por eso es preferible comprender lo bueno del Otro para rescatarlo y llamarlo a la unidad».

«Ya decía San Ireneo: ‘la gloria de Dios es el hombre viviente, es el ser humano viviente’. La gloria verdadera plena de Dios está en que el ser humano viva dentro de Él. Y decía Monseñor Romero: ‘la gloria de Dios es el pobre viviente, el despreciado viviente, el maltratado viviente, el asesinado viviente’. Tenemos que reservar siempre, como un tesoro, lo bueno que el Otro puede decirme y ayudarme a comprender, para no botar el ‘agua sucia’ con el niño adentro'», reflexionó el Arzobispo.