«Hermanos y hermanas, en este domingo se nos recuerda que el Señor ha hecho un acto de gloria entregando su vida por nosotros», comentó el Arzobispo de Lima Carlos Castillo durante la homilía del V domingo de Pascua en la Catedral de Lima.
«La gloria humana y especialmente algunas glorias humanas como la fama, el dinero, el prestigio y demás vanaglorias, son maneras de enaltecer a las personas» continuó. Esta búsqueda de la gloria es importante porque todos tenemos una dignidad y «necesitamos una cierta gloria, un cierto honor».
El problema ocurre cuando surgen búsquedas de «glorias más grandes que nos impiden reconocer que el fundamento de una gloria verdadera está en el amor, y más bien nos gloriamos vanamente de cosas que destruyen a las personas».
La gloria del Señor es el amor
«Para Jesús la gloria es perdonar, la gloria es servir», prosiguió el Arzobispo de Lima. Por eso, en el momento que Judas abandonó el cenáculo inmediatamente Jesús dice: “Ahora va ser glorificado el hijo del hombre”.
«Nosotros somos sirvientes de los pobres, no estamos para vanagloriarnos, y eso todavía parece no penetrar en el corazón de nuestro pueblo, especialmente de las autoridades o los que han sido autoridades»
Jesús pasa como un pecador por amor a nosotros para decirnos que, sin ser pecador, se une a nosotros y nos ayuda. Se trata de que la «verdadera gloria sea siempre el servicio», porque cuando se recibe una misión «uno baja, no sube», y la fe cristiana tiene como tarea que «todo lo que parezca gloria sea servicio, y por tanto, estamos para servir»
Sin justicia no hay vida cristiana
El Papa Francisco ha hecho lo mismo cuando nos pide que debemos sincerar la Iglesia para no estar tapando las cosas, porque «tapando se destruyen peor las cosas. Esconder no lleva nada, esclarecer lleva a la verdadera gloria». Por eso, este amor que debemos tener unos con otros «nos debe ayudar a todos a poner el amor en el centro de la fe cristiana, practicando la justicia, porque sin justicia no hay vida cristiana».
Monseñor Castillo precisó que tenemos que «ponernos la mano en el corazón para crear una gran corriente de conversión en nuestro país que nos permita hacer un cristianismo justo, inteligente, que reflexione y recapacite».
Apreciar el valor del otro
Para tener un «cielo nuevo y una tierra nueva donde habite la justicia» debemos partir de «los límites que tenemos y los errores que cometimos, reflexionando, recapacitando, y restituyendo».
«Corregir no significa maltratar, se pueden tratar las cosas a fondo y con franqueza. El profesor Julio Cotler decía que somos uno de los países en que menos se comparten las experiencias, nos desconocemos unos a otros. Parte del amor entre nosotros es apreciar el valor del otro, conversar con el otro», comentó.
Si dejamos de «chinearnos, cholearnos, negrearnos» podemos aprender a «reconocer lo bonito del otro», porque amar los unos a los otros «significa aprender a apreciar el valor del otro, y pelear para que ese aprecio, esa dignidad y ese valor se aliente, y no se destruya».