Miguel Ángel Simón: Testimonio de servicio y entrega hasta la muerte

La Iglesia de Lima recuerda a nuestro querido hermano, Miguel Ángel Simón, al cumplirse dos años de su partida al Padre. La comunidad del Rímac se congregó en la Parroquia Natividad de María, junto a nuestro arzobispo Carlos Castillo; el actual Párroco, Jan Lozano; y todas las personas que fueron testigos del amor gratuito y desinteresado de Miguel Ángel.

El 2 de agosto de 2020 nos vimos sorprendidos por la repentina partida del Padre Miguel Ángel Simón, apenas nombrado Coordinador Adjunto de la Comisión Central de la Pastoral Arquidiocesana. «Como Iglesia de Lima, reconocemos en él un verdadero sacerdote santo, entregado a su misión de testigo del Evangelio de Jesús», señaló el arzobispo de Lima poco después de conocerse la noticia.

Dos años después, la comunidad de la Parroquia Natividad de María ha podido reunirse de forma presencial para agradecer a Dios por la vida y el testimonio del sacerdote diocesano. Uno de ellos fue Jan Lozano, párroco, quien aseguró que el Padre Miguel Ángel supo identificarse con el más pequeño, con los más pobres: «Él hizo muchas cosas en favor de su comunidad, desde levantar techos para las viviendas, compartir el pan con el hambriento y brindar una mano solidaria a todo aquel que lo necesitaba. Miguel Ángel tenía un lema que me han enseñado aquí: ‘Para Dios y para los pobres, hay que dar lo mejor de nosotros mismos'», comentó.

«Ese lema lo movió siempre a reconocer sus raíces, a nunca olvidarlas y, a la vez, a dignificar a las personas por medio del testimonio», ha acotado Monseñor Carlos en su reflexión. El prelado afirmó que el Padre Miguel Ángel tuvo una sabiduría muy grande que venía de su identificación personal con la familia, con la gente sencilla y con los pobres: «Nuestra tarea en el mundo, como sacerdotes, como Iglesia y como cristianos, es que todos aprendan a amar de verdad, como la única vía para ser felices, para encontrar la felicidad», precisó.

La muerte de Miguel Ángel nos ha marcado, definitivamente, porque murió de amor. Él vino del propio pueblo y sencillo, nunca se separó de esa condición; fue sacerdote y párroco, pero nunca separado, siempre dando testimonio de que hay que servir y no ser servido.

En otro momento, dirigiéndose a la comunidad de la Parroquia Natividad de María, Monseñor Castillo agregó: «Ustedes tienen la gracia de tener un hermano suyo, párroco, que se ha desvivido por ustedes y por esta Iglesia, para que sea realmente transparencia del Dios de los pobres y sencillos».

Finalmente, el obispo de Lima hizo un llamado a seguir el ejemplo de vida del Padre Miguel Ángel Simón: «No solamente somos cristianos, somos testigos anunciadores, somos discípulos misioneros. Y qué mejor que anunciar el Evangelio, contando cómo el Señor pasó por mi vida, por la cercanía de alguien como Miguel Ángel, que ahora nos ilumina desde el cielo», reiteró.

Testimonios de agradecimiento.

Uno de los momentos más emotivos se dio en el espacio de testimonios de agradecimiento por la vida del Padre Miguel.

Una maestra venezolana, por ejemplo, acompañada de su violín, dedicó una canción y recordó los gestos solidarios que el sacerdote diocesano tuvo con ella cuando llegó a nuestro país, hace cuatro años: «Desde el primer momento que llegué, sentí que este era mi hogar. Tuve la dicha de conocer al Padre Miguel Ángel vendiendo café. Un día estaba triste porque no había podido vender nada, y él me entregó un dinero para que pueda regresar a casa y darle sustento a mi familia. Recuerdo que él me dijo que para Dios nada es imposible, y que para los pobres tampoco. Él me animó a no bajar los brazos y a seguir esforzándome por mis hijos», contó emocionada.

Otro de los testimonios hizo mención a los gratos recuerdos de la vida parroquial del Padre Miguel Ángel, siempre preocupado en que los jóvenes se alimenten bien, así como abastecer los ambientes de la Parroquia con los recursos necesarios para la convivencia de la comunidad.

Queremos agradecer a Dios Padre Creador por la vida de nuestro sacerdote Miguel Ángel Simón, por las enseñanzas que deja en el corazón del pueblo rimense, y por todas las vidas que transformó anunciando el Evangelio con el testimonio de su vida.