Bajo el lema: «Caminando juntos construimos un Perú mejor», nuestra Iglesia participó comunitaria y espiritualmente de la Misa por el Perú. En todas las parroquias de nuestra Arquidiócesis se ofreció una acción significativa para dar gracias a Dios por nuestra amada Patria, mientras que en Catedral de Lima, Monseñor Castillo presidió la Eucaristía acompañado del Equipo Arquidiocesano de Animación Pastoral (EAAP), la comunidad shipibo de Cantagallo y la comunidad parroquial Cristo Misionero del Padre.
El Primado del Perú hizo un llamado a que, a través de la oración, recuperemos la madurez, la inteligencia y la sabiduría de nuestro país, para enfrentar los males que nos impiden trabajar por el bien común: «Tenemos que convertirnos en sujetos activos, discípulos y misioneros, que testimoniemos, con las obras prácticas y con las acciones, aquello que Dios nos inspira realizar», reflexionó en su homilía dominical. (leer homilía completa)
Leer transcripción de homilía del Arzobispo de Lima.
El arzobispo Carlos Castillo inició su homilía hablando sobre la importancia que tiene la oración en nuestra vida. «La oración es la compañía de Dios en nuestras vidas, mucho más en situaciones y circunstancias de dificultad. La oración exige ser, justamente, constante y permanente, siempre abiertos hacia el Padre que nos ama», ha expresado el prelado.
En ese sentido, el Obispo de Lima señaló que hemos empezado a dejar a Dios en el rincón de nuestras decisiones, sin orar, meditar, ni profundizar las cosas antes de una decisión:
«Si todavía hemos durado 200 años de historia de nuestra Patria es porque, a través de la oración, se han podido solucionar las grandes crisis que hemos sufrido, desde la guerra con Chile hasta la pelea de los caudillos, las mafias, las corrupciones, las desgracias que hemos heredado por las malas decisiones de ciertas personas; pero, aun así, seguimos existiendo. Nuestra independencia fue declarada por «la voluntad general de los pueblos» y el apoyo de las zonas aledañas, la voluntad general de libertad, que es la que necesitamos para vivir realmente y que Dios defiende, la justa causa que Dios defiende, la justa causa de los pueblos; no los caprichos de los pueblos o de las élites, o de grupos que quieren aprovecharse, sino la causa profunda, el valor profundo de algo nuevo, de algo beneficioso para todos, del bien común», indicó.
Aprender a escuchar al Señor en nuestro camino y en nuestras decisiones.
Comentando el Evangelio de Lucas (11, 1-13), Monseñor Castillo explicó que Jesús ha querido enseñarnos que, en la oración, tenemos que dirigirnos, en primer lugar, al Padre. «Toda nuestra oración se dirige siempre a Él, y estamos llamados a acoger la venida del Reino de Dios en nuestro ser personal y nuestro ser comunitario, en nuestras culturas distintas y en este país diversificado que tenemos», acotó.
Cuando oramos al Padre, le pedimos el pan cotidiano; le pedimos que nos perdone todas las veces que erramos en nuestro camino porque no escuchamos lo más profundo que nos dice; y que nos ayude, también, cuando recibimos ese perdón para perdonar a los demás.
El arzobispo de Lima afirmó que, mediante la oración, Dios nos da su Espíritu para inspirarnos y responder a las necesitades más grandes que sufrimos con creatividad y responsabilidad: «Hay que pedirle que nos inspire a todos para organizarnos, de tal manera que neutralicemos todas las cosas que nos hacen daño. Y eso requiere, de parte nuestra, de todos los fieles cristianos, de todos los fieles católicos y del pueblo peruano, acciones inteligentes para resolver todo el drama complejísimo que estamos viviendo, especialmente, quienes tienen en sus manos la dirigencia del país en todas sus formas y en todos los poderes».
Son pocos los que escuchan la voluntad de Dios en nuestra historia, y necesitamos seguir orando y pidiéndole, para ver la forma, con esa oración, de inspirarnos para participar directamente en la solución de los problemas y todos hacernos responsables.
Haciendo eco de las palabras del Papa Francisco en el Ángelus de hoy, Monseñor Castillo aseguró que todos tenemos la responsabilidad de llevar a la humanidad a un destino generoso, alegre, feliz; y no seguir insistiendo en sistemas que ya son caducos, que lo único que hacen es buscar la plata y, con ello, el caos, la destrucción y la guerra.
Si el Papa ha ido a Canadá, es para decir, en carne propia de la Iglesia, que quienes colaboramos mal a la vida y también a la muerte de estos pueblos originarios de Canadá, venimos a pedirles perdón y empezar un camino a reconciliación que nunca más haga posible que la Iglesia proteja el maltrato, la muerte, la destrucción de niños, la violación sexual y espiritual de las personas, el dominio psicológico y manipulador de personas que buscaban someter a los pueblos para que piensen y vivan como ellos, sin reconocer la grandeza y belleza de su cultura, de su manera de pensar, de su manera de ser.
Antes de finalizar, Monseñor Castillo hizo una invocación para caminar juntos hacia una Iglesia sinodal que dialogue y dé testimonio de una vida santa y verdadera: «Que el Espíritu Santo venga a todos nosotros y seamos una Iglesia distinta, una Iglesia que no sea cómplice de las malas cosas que se hacen en la historia de los seres humanos y, más bien, que dé testimonio de que es posible una vida santa y verdadera. Ayudémonos mutuamente orando los unos por los otros, orando por nuestro país y obedeciendo al Señor que nos da la libertad y la inspiración adecuada».