Misa Solemne por el Bicentenario del Congreso de la República

Al presidir la Eucaristía por el Bicentenario del Congreso de la República, Monseñor Carlos Castillo, arzobispo de Lima, llamó a la representación nacional a encontrar un equilibrio en «cosas elementales» para construir juntos un futuro en favor del interés general, «que es el bien común de la Patria».

En esta Misa que dedicamos al Espíritu Santo para que nos inspire y lo invoquemos de corazón, nos hemos reunido hoy, unidos a nuestro Congreso, para que los sabios intereses, que son los intereses de la Nación y no nuestros propios intereses, prevalezcan en la vida de nuestro país y en toda nuestra dirigencia.

La Celebración Eucarística contó con la presencia de la vicepresidente de la República, Dina Boluarte; el presidente del Congreso de la República, José Williams Zapata; ministros de Estado; congresistas; entre otras autoridades civiles, políticas y policiales

Homilía de Monseñor Castillo en el Bicentenario del Congreso de la República

Según las actas del Congreso, el 20 de septiembre de 1822, a las 10:00 de la mañana, se reunieron los elegidos para conformar el Congreso de la República en el Palacio de Gobierno y, desde allí, se dirigieron a la Catedral de Lima a solicitar la asistencia divina mediante la misa votiva del Espíritu Santo que celebró el deán gobernador eclesiástico del Arzobispado de Lima, doctor Francisco Javier de Echagüe. Concluida esta, se entonó el himno Veni Creator Spiritus, después de lo cual, el deán hizo una exhortación a los diputados sobre la protestación de la fe y el juramento que deberían prestar.

Por eso, estamos en una mañana, hermanos y hermanas, una mañana de recuerdo, no solo de memoria, sino de recuerdo, porque recordar es volver a poner una experiencia pasada en el corazón de nuestro sentir, en la voluntad que nosotros ejercemos y en la orientación que hemos de vivir hacia el futuro.

Por eso es que, cuando recordamos, también, a los que nos han dejado, especialmente, en esta Pandemia, los llevamos en el corazón y queremos actuar en favor de todos los que sufren. Por eso, hoy día, vamos a entonar, también, el Te Deum que se entonó aquel día, 20 de septiembre de 1822, y también se va a volver a reunir el congreso para recordar este acontecimiento.

Dentro de los elegidos en este día, hace 200 años, uno de ellos fue Francisco Javier de Luna Pizarro, que fue, en tres oportunidades, presidente del Congreso Constituyente y, por eso, nada mejor para recordar que escuchar las palabras de quien después fue arzobispo de Lima, el número 20, mi antecesor. Y, con sus palabras, meditemos y pongamos en nuestro corazón el sentido por el cual se ejerce el rol de representantes y se hace este trabajo tan importante para la vida del país que San Martín quiso dejar como legado para que el país sea realmente independiente.

Decía Francisco Javier de Luna Pizarro:

“Para ver si una nación es feliz o desgraciada; si la masa de sus individuos participa del bienestar, no hay más que examinar el estado de sus trabajos, su agricultura, sus manufacturas, su comercio; reconocer la vida privada de las diversas clases de ciudadanos; ponerse en el lugar del padre de familia en las diferentes condiciones de la sociedad, y, viéndole dar una carrera a cada uno de sus hijos, preguntarse qué posibilidades de suceso ve delante de ellos….”

Decía Luna Pizarro:

“¡Ah, cuánta angustia sufre el corazón al contemplar la Patria por esta faz! Males sobre males se han aglomerado sobre nuestras cabezas. La agricultura desfalleciendo. La pequeña industria destruida. El comercio reducido a la nulidad por falta de capitales, de crédito, de relaciones. La clase más numerosa y la más necesitada, envuelta en la mendicidad por defecto de ocupación, porque sus talleres desaparecieron y no encontraron compensativo sus labores, y no se ha dado protección bastante al desenvolvimiento de sus facultades».

Continuaba con este segundo tema: qué es construir una República. Decía Francisco Javier de Luna Pizarro:

“El constituir una república es una obra altamente difícil: hay que poner en concierto los elementos heterogéneos que componen el cuerpo político; es forzoso acordar opiniones que luchan entre sí; combatir intereses indignos de protección, que osan presentarse bajo las formas de bien público; obligarlos a sacrificarse en la aras del verdadero bien nacional. El más profundo conocimiento, la más fina sagacidad, la mayor circunspección y tino, deben dirigir tan sublime empresa”.

Asímismo, seguía en sus discursos durante su presidencia en los tres congresos que presidió:

“Es necesario elegir hombres ilustrados y experimentados. Pero siempre ha habido sabios cobardes que han sostenido el despotismo, que en lugar de trabajar por la paz y el bienestar de los pueblos, los han conducido a su ruina; así es cuando al saber no lo acompaña la probidad, puede sostenerse que esa es la condición más esencial de un representante, porque un corazón recto tiene abierto el pecho al amor a la Patria, la justicia, el orden, el reposo y la felicidad pública. El que carece de probidad no sabe reglar sus deseos ni moderar sus esperanzas. Entregado a las pasiones que le dominan, pospondrá los intereses de la Patria a sus intereses privados(…) Instrumento de algún partido, aguijado de la animosidad, emponzoñará las discusiones; alejará la calma sin la que no es posible encontrar el bien; retardará el triunfo de la verdad; o contribuirá a que prevalezca el error en las materias que tienen por objeto la fortuna de la Patria».

Por eso, aconsejaba a todos los congresistas de aquella época:

“Examinen la conducta que hayan seguido en sus negocios particulares y en otros cargos que hayan tenido. Las pruebas de honor e integridad que ofrezca su vida y el desempeño de sus destinos anteriores serán la norma segura para juzgar su capacidad y aptitudes morales. «El que no sabe gobernar su casa ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?” dice San Pablo».

Además, deba todo representante tener:

“La nobleza de carácter, la firme adhesión a los principios universales de equidad, de justicia, de moral del Evangelio en el amor de Dios y de los hombres, es el fondo y sumario de la ley; en que el espíritu de sacrificio y el amor a nuestros semejantes combate el desastroso principio del interés personal. La observancia rígida de esos deberes será el fundamento y la garantía más sólida de que sabrán sostener los derechos y libertades. Solo de hombres de esa clase puede esperarse que se consagren a contribuir de modo directo al bien de la humanidad, la prosperidad de la Patria, a la mejora y consolidación del edificio social y de las buenas instituciones”.

En esta Misa que dedicamos al Espíritu Santo para que nos inspire y lo invoquemos de corazón, nos hemos reunido hoy, hermanos, unidos a nuestro Congreso, para que los sabios intereses, que son los intereses de la Nación y no nuestros propios intereses, prevalezcan en la vida de nuestro país en todas nuestras dirigencias.

Hace unos días, también desde este púlpito, dedicamos una especial reflexión sobre la capacidad de generar generosamente la Patria. Y es una tarea en la que todos los que tenemos un cargo de responsabilidad, estamos obligados a vivir intensamente como un servicio, especialmente, en estos días en que vemos una enorme deslealtad institucional, una tendencia a usar las instituciones en favor particular y no en favor del interés general que es el bien común de la Patria. Y esto no solamente lo digo – e intensamente lo quiero reafirmar – no solamente ocurre en las instituciones del Estado o en diversas instituciones públicas, también existe en la Iglesia, también existe en las instituciones privadas donde se liquida vivamente, sin esperanza, la posibilidad de construir juntos un futuro. Por eso, el Santo Padre, Francisco, nos exhorta a la amistad social, al trabajo en el bien común y a deponer aquellas cosas que puedan impedirlo.

Saludo a la vicepresidenta de la República, Dina Boluarte.

Que Dios los bendiga, queridos hermanos congresistas, señor presidente; que pueden todos ustedes conseguir la posibilidad de un equilibrio que permita ver y unirnos en los problemas fundamentales. Y quisiera proponer, desde ya, el que empecemos todos juntos a pensar un programa común de puntos fundamentales a resolver en donde todos estemos de acuerdo y, de esta manera, la Iglesia, las instituciones, los grupos, las universidades, los congresistas, el poder ejecutivo, el poder judicial, todos, colaboramos para resolverlos, sobre todo, el hambre, que es una de las cosas más serias que estamos viviendo. Por esa razón, en esas condiciones, unidos en cosas elementales podemos mejor entendernos en cosas que tienen que ver directamente con el tema y las dificultades de la dirección nacional.

Que Dios los bendiga y los acompañe y que el Espíritu Santo los inspire y los aliente en todo este camino para que juntos saquemos adelante a nuestra Patria.

Saludo al presidente del Congreso de la República, José Williams Zapata.