En este domingo XX del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo explicó que el Señor nos llama a desarrollar toda la sabiduría que viene del amor de Dios, manifestado en su Cuerpo y Sangre, alimento para el mundo. Nosotros tenemos la misión de irradiar ese «sabor profundo que nos da el Señor en la Eucaristía y nos identifica con los más pobres y marginados».
En el día en que celebramos a los niños y las niñas del Perú, el Prelado recordó que la humanidad necesita recuperar el «corazón de niño» que Dios nos ha dado para seguir caminando en la historia con el mismo amor y cariño inefable que Jesús compartió con nosotros.
Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo
En su comentario del Evangelio de Juan (6,51-58), el arzobispo de Lima afirmó que la experiencia profunda de nuestra relación con el Señor nos permite salir a anunciarlo, compartirlo y dar testimonio de que Jesús es alimento y bebida para la vida eterna.
Monseñor Castillo precisó que las palabras de Jesús: «Quien no come mi carne y bebe mi sangre no tendrá vida eterna», nos deben llevar a una comprensión más honda de lo que significa participar en la Eucaristía. No se trata simplemente de un rito, sino que es el encuentro real con Cristo y su sacrificio en la Cruz por la humanidad, fuente de esperanza y salvación.
Sin embargo, muchas veces miramos la vida superficialmente y nos apresuramos a tomar decisiones, olvidando que el Señor también está presente en las situaciones concretas. Por eso, estamos llamados a «saborear» y «masticar» nuestro encuentro comunitario en la Eucaristía para experimentar a Dios en la vida cotidiana y permitir que su Espíritu nos inspire a encontrar soluciones justas.
Toda comunión tiene que ser “masticada”, es decir, sentida, saboreada verdaderamente. Cada vez que comulgamos nos alimentamos de la entrega generosa y gratuita del Señor.
El Primado del Perú advirtió que la sabiduría que recibimos del Señor mediante la Eucaristía nos impulsa a profundizar nuestra capacidad de reflexión y discernimiento ante las dificultades de la vida. Aprender a saborearlo es también un llamado a no cometer el pecado original, que consiste en «comernos» la sabiduría, actuar desde el egoísmo y la ambición, sin razonar ni pensar en el bien común.
Dirigiéndose a todos los niños y niñas presentes en Catedral de Lima, Monseñor Castillo recordó que Dios nos hizo sus hijos para que caminemos en la historia con el «corazón de niño», siempre dispuesto a buscar y encontrar a Dios en cada gesto de amor. Y agregó en su oración final: «Señor, tú que nunca perdiste el corazón de niño y siempre te dirigiste al Padre con obediencia, amistad y cariño inefable: ayúdanos a que todos podamos seguir el camino de tu amor haciendo tu voluntad».
Después de la bendición, el arzobispo de Lima impuso las manos a todos los niños que participaron de la misa dominical. El Prelado también agradeció la visita del Coro de niños y niñas de la Parroquia Nuestra Señora de los desamparados y San José.