En el III Domingo de Pascua, Monseñor Castillo recordó los gestos de Jesús Resucitado con sus discípulos: se coloca en medio de ellos, los acompaña, los escucha y les enseña que está metido en la realidad, en la vida misma. De igual manera, en medio de los sufrimientos que vivimos, «el Señor quiere suscitar en nosotros una esperanza mayor para levantarnos, profundizar nuestra fe y entrar a nuestros problemas a través de un camino pedagógico, donde todos podamos comunicar lo que sentimos», comentó el prelado en su homilía.
Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.
Comentando el Evangelio Lucas (24, 13-35), en el tercer domingo de Pascua, el arzobispo de Lima hizo notar que, así como los cristianos estamos necesitados de ver al Señor para poder creer hondamente en que Él ha resucitado, la primera Iglesia también afrontó este problema, al punto que muchos deciden salir de Jerusalen decepcionados de la historia esperanzadora que representó Jesús para ellos.
«Los discípulos no comprenden que el Señor puede acompañarlos, sus ojos están cerrados, hay una ceguera que se produce porque todavía prima, en la vida de las personas, el principio de la muerte», explicó el prelado.
Esta misma frustración es la que impera en muchos de nosotros cuando enfrentamos momentos de adversidad y experimentamos algún tipo de fracaso. Por eso, la Liturgia de hoy nos permite comprender cómo la Iglesia fue encontrando el camino para que todas las generaciones, especialmente, las que no han visto directamente la Resurrección y sintieron dudas, puedan recuperar la esperanza y hacer experiencia del Señor.
Para superar este pesimismo, esta pérdida de la fe de la primera Iglesia, el Señor se pone en medio de la situación de sus discípulos y va caminando con ellos, de tal manera que los acompaña a su ritmo, y desde allí, comienza a escucharlos y hace preguntas.
Los gestos del Resucitado: escuchar, acompañar y suscitar la esperanza.
Ante el cuestionamiento de los discípulos (“¿Eres tú el único que no sabe lo que ha pasado?”), el Señor actúa como si no supiese lo que acaba de acontecer (siendo el protagonista), porque quiere que ellos, en primer lugar, vean la realidad y hablen. «El Señor quiere que recuperemos esa capacidad de ver que la esperanza última de la resurrección, suscita en nosotros una esperanza mayor para levantarnos y volver a enfrentar los problemas, aceptando que somos limitados», acotó el arzobispo.
El prelado indicó que, después de haber escuchado a sus discípulos, el Señor les llama la atención, pero no los recrimina: “Necios y torpes son ustedes para creer lo que anunciaron los profetas”, dice Jesús. ¿Por qué habían sido tardos y torpes? Porque, en vez de seguir el Espíritu de la Escritura, se dejaron invadir por la tragedia. «A veces nos pasa humanamente que creemos, somos fieles, pero es tan duro lo que vivimos que nos olvidamos de la fe y que Dios siempre procuró la esperanza de la gente», reflexionó el obispo de Lima.
El Señor, entonces, ayuda a sus discípulos a profundizar su fe con una pedadogía que, en vez de juzgarlos, los acompaña a comprender lo que están viviendo. Este camino pedagógico (reflexionar las cosas a partir de la Palabra), es el camino de la Iglesia para acercarse a los problemas y las situaciones. Por eso, Monseñor Carlos hizo un llamado a todos los laicos a comunicar sus necesidades, inquietudes y críticas a los párrocos de sus comunidades, a fin de ayudarnos mutuamente a renovar nuestra Iglesia:
«Digan a sus parroquias, a los sacerdotes: “Siempre que usted hable, padre, por lo menos, que nos caliente un poquito el corazón”. Ayudemos a la Iglesia y a los sacerdotes a predicar mejor, y también díganme a mi las críticas, no hay ningún problema. A mí me encanta la crítica, porque así puedo reparar también los errores que tengo», comentó.
Toda esta renovación que estamos haciendo en la Iglesia de Lima, como el Plan Pastoral, debe ayudarnos a todos para decirnos las cosas: “Padre, predique mejor”; “padre que no nos durmamos cuando nos hable”; “padre, que nos encantemos del Señor cada vez que usted hable”. Ojalá podamos lograrlo todos.
Finalmente, el arzobispo de Lima destacó la actitud que tuvieron los discípulos al reconocer todos estos gestos del Señor. «Ellos ya no lo ven, pero el Señor sigue presente en lo que han vivido. Eso es una de las cosas más lindas de este Evangelio: nos remite a nuestra vida para ver ahí al Señor. Ver al Señor no es tener alucinaciones o esperar cosas mágicas, porque la fe no es una magia, la fe entra en la realidad porque sabe que su Señor está metido en ella, y es el Espíritu resucitador de los muertos y, por tanto, nos saca de la muerte», recalcó.
Antes de culiminar, el Primado del Perú agradeció los gestos solidarios de laicos y comunidades parroquiales para nuestros hermanos afectados por los huaicos y el deslizamiento de cerros: «Parece que en Lima, el Señor está resucitando, porque están llenísimos todos los almacenes de Cáritas de la gran entrega generosa de bienes que están haciendo ustedes para la gente. Las parroquias se están movilizando y estamos sumamente alegres porque esa es la nueva Iglesia que tenemos, una Iglesia que acompaña en el sufrimiento como el Señor nos acompaña en nuestros dolores en el camino», expresó emocionado.
La Eucaristía de este III Domingo de Pascua contó con la participación de representantes del Archivo Arzobispal de Lima y su directora general, Kelly Montoya, que en esta semana celebrarán el 56 aniversario de su creación. «Al rescatar documentos históricos, los trabajadores del Archivo Arzobispal rescatan el espíritu de la Iglesia, del pasado, porque hacen resucitar a tantos que han pasado y han tenido fe como nosotros. Si no hubiera investigadores o personas que cuidan el archivo, no podríamos tener luz», expresó Monseñor Castillo.