Parroquia San Lázaro: 460 años de tradición viva en la Iglesia

Monseñor Carlos Castillo se reencontró con la comunidad de San Lázaro, en el distrito del Rímac, esta vez, en el marco del 460 aniversario de la Parroquia. El arzobispo de Lima estuvo acompañado del Padre Frederic Comalat (párroco), la Comunidad de Sant’Egidio, la Hermandad del Cristo Crucificado y el Pueblo de Dios.

«Que nuestra comunidad de San Lázaro, que tiene tantos siglos, pueda seguir reverdeciendo, refloreciendo, como ya en todos estos años se ha hecho en toda situación adversa, en toda situación difícil. Ustedes son la comunidad que está llamada a acompañar de por vida a la Iglesia del Perú y a la Iglesia de Lima», manifestó el prelado, emocionado.

Inspirado en el Evangelio del III Domingo de Pascua (Lc 24, 13-35), Monseñor Castillo reflexionó por la dolorosa experiencia que pasó la primera Iglesia después de la muerte del Señor, y todo el proceso de comprensión y acompañamiento que tuvo Jesús con sus discípulos para entender el significado de la Resurrección.

Con la muerte de Jesús, explicó el arzobispo, la pequeña comunidad de Emaús experimentó una fuerte decepción, sin embargo, el Señor decide presentarse en medio de ellos, pero escondido, como un desconocido ajeno a todo lo que ocurría. ¿Qué está haciendo? Los acompaña, camino con ellos y escucha el relato de toda la crisis que están viviendo.

Este es un primer signo que nos revela cómo deben actuar nuestras comunidades. El valor de la palabra nos permite comunicarnos, pero una «Iglesia sin palabra, es una Iglesia que muere», aseveró el Monseñor Carlos.

«Estos signos los hemos visto aquí, en la comunidad de San Lázaro, cuya primera construcción fue un leprosario al que venían personas de todas partes. Este gesto de reparar las heridas y curar las enfermedades no solo es cristiano, es hecho por alguien que sabe quién es Jesús. Ese fue Arturo Sánchez Vega», comentó.

Así como la comunidad de Emaús, la tragedia vivida hace muchos años en el Rímac, pudo ocasionar que perdieran la fe… «¡pero no lo hicieron!», remarcó el prelado. «Nuestros primeros progenitores fueron los indios del leprosorio, y la tragedia que se vivió inicialmente se convirtió en un milagro, porque, después, Santo Toribio de Mogrovejo, durante la disputa de la creación del barrio limeño, protegió a una cofrafía de indios para otorgarles un espacio junto a la imagen de la Virgen de Copacabana, a quien se le atribuyó algunos milagros».

Ante todos estos signos, el Primado del Perú afirmó que estamos llamados a un gran hermanamiento, a mantener el legado histórico de los primeros cristianos que combatieron la maleza y la lepra, para que todos podamos vivir en paz, sanando nuestras heridas.

«A los discípulos de Emaús, el Señor tuvo que hablarles y compartir el pan ellos para que puedan reconocerlo. Todos estamos llamados a ver al Señor en la vida concreta, a través de sus signos, como Juan, que vio y creyó. No es necesario mucho más», meditó.

Que Jesús Resucitado guíe nuestro camino, porque Él es el que siempre está con nosotros. No temamos a nuestros problemas, pero sí profundicemos las cosas para encontrar una solución justa.