Mons. Castillo: Misioneros del amor divino y gratuito de Dios en la humanidad

En un mundo necesitado de inspiración, el Señor nos llama hoy a ser misioneros para curar las heridas de la gente y despertar, con la fuerza del amor de Dios, toda la grandeza de nuestra humanidad. Este es el mensaje que nos ha dejado Monseñor Carlos Castillo en la homilía de este domingo XV del Tiempo Ordinario.

Durante la Misa Criolla por los 125 años del nacimiento de Felipe Pinglo, el Prelado insistió en la importancia de inspirarnos en el Espíritu del Señor para promover nuestra vocación y dejar suscitar toda la maravilla de Dios que nace de lo más profundo de nuestro ser.

Antes de la bendición final, en la Catedral de Lima se cantó a viva voz «El Plebeyo» , preciosa composición de Pinglo que nos recuerda que «el amor, siendo humano, tiene algo de divino» porque nuestra existencia es engendrada desde el amor gratuito y fecundo de Dios.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

En el Evangelio de hoy (Mc 6,7-13), el Señor envía a sus discípulos, de dos en dos, a anunciar el Evangelio, otorgándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Esta «autoridad», explicó Monseñor Castillo, es la suscitación de una «fuerza vital» que nos inspira a realizar nuestra misión. No se impone, sino que genera esperanza y alegría, introduciendo «un espíritu nuevo en la gente para salir adelante en medio de los problemas, los dolores, las enfermedades y dificultades».

Por lo tanto, todos estamos llamados también a recibir y compartir esa autoridad que nos da Jesús a través de la fuerza de su Espíritu para ser testigos y anunciadores del Señor en todas las circunstancias de la vida.

A 125 años del natalicio de Felipe Pinglo

Durante la celebración, se hizo una remembranza sobre la figura de Felipe Pinglo, compositor peruano que, a través de su música, «tomó conciencia de su misión de anunciar el Evangelio». El arzobispo de Lima señaló que el legado de Pinglo es un ejemplo de cómo, desde lo más hondo de nuestro ser, podemos comunicar el Espíritu y compartir la esperanza.

Monseñor Castillo sostuvo que la vida de Felipe Pinglo, nacido en el contexto de una Lima en transformación, nos enseña que todos podemos desarrollar nuestra sensibilidad si nos dejamos guiar por el Espíritu. Pese a haber vivido en orfandad desde muy pequeño, Pinglo «captó con profundidad las vivencias de la sociedad y las transformó en arte». Su visión de que «el amor humano tiene algo divino» nos invita a valorar la generosidad, el servicio y el don que nos viene de Dios.

Felipe Pinglo entendió que lo más divino del amor conyugal, de la amistad y la generosidad, es el amor gratuito. Por eso dice que «amar no es un delito», porque todos somos amados gratuitamente por Dios.

La música y la poesía de Felipe Pinglo nos recuerda que el Señor germina en nosotros la vocación de servir y acompañar al mundo en sus alegrías y tristezas. Todos tenemos algo que aportar, pero, primero, debemos estar dispuestos a escuchar la voz del Señor que nos ha elegido para anunciar el Evangelio, curar las heridas de la gente y reconocer lo bueno que tiene cada persona.

En un mundo que tiende a calcular y despreciar, debemos suscitar la maravilla de la vida y hacer las cosas que nos nace de lo más profundo.

En otro momento, el arzobispo Castillo manifestó su preocupación por la violencia exacerbada en la que viven nuestras sociedades, especialmente, en el país hermano de Estados Unidos, donde se registró un atentado contra la vida del ex presidente Donald Trump.

Antes de la bendición final, y como signo de amistad y de reencuentro con las bases de nuestra ciudad, se entonó en Catedral de Lima la canción de «El Plebeyo», uniéndonos espiritualmente a las palabras más hondas del vals de Felipe Pinglo.

La Eucaristía de este domingo XV del Tiempo Ordinario contó con la presencia de los Movimientos Encuentros de Promoción Juvenil (EPJ), en el marco de su 50 aniversario. También estuvieron presentes familiares de Felipe Pinglo y los jóvenes de la Confirmación de la Parroquia El Sagrario.

Familiares de Felipe Pinglo