Desde la Basílica Catedral de Lima, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a abandonar las reacciones desesperadas que nos impiden actuar con sabiduría y entrar a un camino pacificador y afianzador de nuestra democracia. En la Eucaristía, el prelado oró por los más de 20 muertos y cientos de heridos que ha dejado las últimas manifestaciones en nuestro país.
«No es posible afianzar un orden democrático y pacífico si no se renuncia a la violencia en cualquiera de sus formas y si no obramos con sabiduría buscando, prioritariamente, el bien común», comentó en su homilía.
Al llegar IV Domingo de Adviento, nos unimos a la convocatoria de la Conferencia Episcopal Peruana para celebrar la Jornada Nacional de oración por la Paz. En ese sentido, el arzobispo de Lima inició su homilía recordando que es importante estar atento y mirar «cómo está surgiendo la salvación desde los pequeños», especialmente, cada vez que hay problemas y situaciones difíciles. Y puso como ejemplo el desafío que afrontó José, después de enterarse que María estaba encinta por obra del Espíritu Santo:
«¿Por qué es violenta esta situación? Porque a las novias infieles se les condenaba en Israel a ser lapidadas, es decir, apedreadas hasta morir como traidoras. Pero se nos dice, en el Evangelio de hoy (Mt 1, 18-24), que José era justo. Uno puede pensar que si era justo, debería haber aplicado la ley pura y dura, sin embargo, no fue así, porque José se había ido educando en algo más hondo: en otra manera de ser justo, sabiendo comprender el sentido de las cosas con hondura, no por las apariencias, no dejando que se desencadene una rabia que destruiría a María, sino una comprensión tranquila y serena para esperar más allá de lo inmediato», explicó el prelado.
La justicia de José es ancha, completamente novedosa, es una justicia que está orientada por el amor profundo que le tenía a María y por la infinita misericordia que aprendió, como creyente en Yahvé, que no abandona.
Un ancho corazón como el de José, reflexionó el Primado del Perú, hace del justo «una persona capaz de disolver toda rigidez y toda mezquindad, e incluso, morir por su Patria como todos los héroes mártires que nos fundaron como Perú».
La sabiduría fina de José. No se apresuró movido por sus miedos.
En otro momento, el obispo de Lima meditó sobre la sabiduría fina y lejana de todo apuro y frivolidad que asisten a José: «El amor de José por María, lo lleva a esperar, y en sueños recibe el anuncio de que ese Hijo es de Dios, y recibe su nueva y extraordinaria misión y vocación de padre adoptivo de Jesús. Pudo haberse apresurado, sin embargo, esperó y no se apresuró movido por sus miedos y sus rabias», reiteró.
Si Dios se da como el Emmanuel, no temamos a las situaciones difíciles actuales. Invitemos a todos a proceder con una profundidad de amor que impida que caigamos en la ruina para superar el mal que estamos viviendo. Leamos con sabiduría, fineza e inteligencia los acontecimientos.
Retomar el camino pacifico que nos lleve a salir airosos.
Monseñor Carlos precisó que la corrosión de todas nuestras instituciones (ministerios, poderes, barrios, regiones, alcaldías, medios de comunicación, comercio, inversiones e incluso las iglesias) , ha disminuido en todos los peruanos «la sabiduría necesaria para retomar el camino pacifico que nos lleve a salir airosos. A más corrupción, se ha generado más violencia; a más ambición, menos bien común y más caos. Y así, aparece el virus malsano de la vileza y de la agresión de todos los violentos, que muchas veces somos nosotros mismos que extremamos los primeros sentimientos sin meditar», indicó.
Es nuestro deber, como Iglesia, llamar a una actitud autocrítica para reconocer que muchos graves errores se están cometiendo. Demasiada sangre ha corrido ya entre nuestros compatriotas y en nuestro país como para seguir derramándola y haciéndonos indiferentes al mal que se ha propiciado, obedeciendo a consignas con absoluta ceguera ambiciosa, prejuiciosa o ideológica.
El arzobispo Castillo aseguró que si queremos entrar, verdaderamente, en un camino pacificador y afianzador de nuestra democracia, es necesario que «procedamos con el espíritu nuevo del bien común, por una parte, usando métodos inteligentes y sabios, y por otro, recurriendo siempre al diálogo ante los justos reclamos que necesitamos para vivir. Es preciso que se proceda con sabiduría más que con armas de combate».
Todos los muertos y heridos son nuestros, son nuestros hermanos, peruanos y peruanas. En nuestro país nadie sobra, y quien elimina o pretende eliminar a otro, o a cualquier institución de nuestro estado democrático, debe recibir una pena regenerativa para que reoriente su vida y su pensamiento en función del bien de todos. Tenemos que reeducarnos mutuamente.
Finalmente, Monseñor Castillo afirmó que, en todas las decisiones de la vida, es necesaria la sabiduría para «detectar y diferenciar al malhechor del bienhechor, las justas demandas de la gente de las demandas forzadas que agitan en contra de la democracia y buscan la dictadura, diferenciar las actitudes del buen soldado que busca defender la Patria de los que compraron sus ascensos, y por mantener su posición adquirida, se sienten con derecho a matar a mansalva».
En el nombre de Dios, rectifiquemos, una vez más, nuestra manera de actuar. Dejémonos reconciliar por Él en bien de todos los peruanos como hermanas y hermanos.