Mons. Salaverry: Cristo quiere devolver a todos la dignidad de ser reflejo de Dios

La noche de la pasión ha debilitado la humanidad de Jesús al extremo de sangrar en la intimidad de la oración del Huerto, El Padre ha podido ver en ese momento cómo el Verbo asumió la naturaleza humana incluso hasta temblar ante el episodio de la muerte, pero también el Padre ha podido contemplar la fuerza de la divinidad que quiere entregarse para dar vida. ¡La humanidad desnudada ante el sufrimiento y el dolor!

Pero la oscuridad se ha hecho más intensa durante toda la noche y la mañana siguiente. Sus amigos también han puesto al desnudo su naturaleza: primero el beso de la traición, luego las negaciones de Pedro. Aquellos que eran los defensores del culto, del templo y de la ley antigua: han dejado ver su humanidad corroída por el egoísmo y la ambición. El representante del emperador romano, también ha mostrado su lado más humano: le interesó más la popularidad que su conciencia, sentenció al inocente y se liberó del problema sin comprometerse haciendo gala de indiferencia, pero también de complicidad. El proceso, los latigazos, las burlas y escupitajos fueron más de lo mismo…

El ascenso a la Cruz por la Calle de la Amargura, fue el camino de la humanidad sufriente. Por eso, cuando los evangelistas narran que al medio día la faz de la tierra se llenó de oscuridad, ya la humanidad misma se había oscurecido por completo.

Hoy, como en aquel momento, la humanidad está anegada de dolor y sufrimiento. Se repite el drama del Viernes Santo. Todo parece ennegrecido por los contagios, la enfermedad, las muertes, nos sentimos inseguros ante el visitante invisible. Estas tinieblas se hacen más densas porque hay traiciones como las que sufrió Jesús, porque hemos visto algunas autoridades que se han enmohecido por sus propios intereses y su pasmosa y complice despreocupación.

Sin embargo, el Varón de Dolores, cumple su misión hasta el final y desde el madero de la cruz despeja las tinieblas, para mostrar la misericordia de Dios que devuelve la vida. El que está desgarrado y como dice Isaias: “no tenía apariencia humana”,  ofrece rehacer la humanidad con esta primera palabra de gracia y perdón. Que esta palabra aliente nuestra vida y nos abra el camino de la luz.

1. Una Palabra regeneradora.

“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” no es solo la palabra con la que empieza este sermón. Es la mejor muestra de la generosidad de Dios. Dios que lo ha dado todo hasta subir a la cruz, quiere seguir dándose por nosotros, regalándonos un amor que regenera la humanidad.

En realidad, esta palabra es la rúbrica final sobre todo lo que ha hecho en su vida pública: dar vida, devolver la vista, abrir los oídos, restituir la movilidad a los paralíticos, perdonar a los pecadores… no ha sido otra cosa que resucitar a los que estaban hundidos en las tinieblas de la muerte.

Las palabras del perdón del Crucificado no hacen sino repetir el bello episodio de “misericordia et misera”, como tan bellamente explicó el Papa Francisco al inicio del pasado año de la Misericordia, evocando las palabras del gran Agustín. En la cruz se encontró nuevamente la humanidad en su peor miseria y la magnánima y generosa misericordia de Dios.

2. Jesús predica el Evangelio del Amor.

Cuando el Evangelio nos habla del mandamiento del amor, nos podemos dejar envolver por el idílico mensaje de la caridad fraterna, llevarnos bien con todos, vivir en un estado de paz ideal… pero la realidad de las relaciones humanas no solo tiene estos registros románticos. Las relaciones humanas son, en no pocas ocasiones, difíciles y tensas. Hemos aprendido de Dios a darnos totalmente a los demás, pero nuestro egoísmo, superficialidad e individualismo, nos ha afianzado en el arte de hacer el mal, de actuar en contra del hermano (el arte del mal hacer), hablar mal del prójimo (mal decirlo) cuando nos sentimos heridos por el otro.

Y eso el crucificado no solo lo sabe, sino que lo ha predicado tantas veces cuando nos ha hablado del perdón, hasta el extremo (setenta veces siete), cuando ha perdonado, y cuando nos ha dicho que hay que amar hasta a los enemigos.

Siendo víctima pascual, el crucificado no se victimiza. Es fácil victimizarse para causar pena y despertar lástima en los demás. Pero eso no es digno de Dios, tampoco el crucificado aplica la ley del Talión, no tiene sed de venganza, ni desea el mal a quienes le llevaron a la cruz… solo tiene palabras de perdón.

Jesús implora el perdón sobre aquellos, que no saben lo que hacen…

Pero, hay muchos que saben lo que hacen y siguen crucificando a la humanidad: los que impunemente matan a inocentes a través del aborto, los que roban en las calles quitando las pertenencias del otro hasta arrebatarles la vida, los que se aprovechan de la confianza del pueblo y hacen mal uso de su autoridad que la ciudadanía les ha conferido, los que se aprovechan de la pandemia para dejar a la intemperie a los vulnerables, los grandes que maltratan a sus trabajadores….

Hoy en día todos hablan y saben lo que deben hacer para remediar la situación del país, todos saben lo que hay que hacer, y lo han dicho de varias formas en estos últimos días, hasta enfrentándose con argumentos ad hominem, pero, Dicen lo que hay que hacer.. habrá que preguntarnos: ¿sabrán realmente cómo deben actuar buscando la unidad para salvar a la humanidad, para salvar al país, para salvar a los cristos crucificados por la pandemia mientras ellos discuten luchando por el poder?

Algunos actúan como mercenarios, solo cumpliendo órdenes como los centuriones y los verdugos romanos, otros para favorecer su seguridad e intereses como los sumos sacerdotes y el Sanedrín, y otros, vacilantes e inseguros, detrás de sus escritorios tomando decisiones sobre los demás y lavándose las manos como Pilato.

Sin embargo, Jesús perdona a todos, y quiere perdonar a todos para promover la conversión, la vuelta a Dios. Quiere devolver a todos la dignidad de ser reflejo de Dios.

3.   La generosidad del Crucificado.

Jesús, perdónanos también a nosotros y ponnos al servicio de tu reino, reino de paz y de justicia, de amor y misericordia. Aunque ponernos a tu servicio signifique marcar nuestras vidas por las heridas de la cruz.

Porque servir a Jesús significa no solo aceptar la cruz, sino cargarla y subir con Él al Gólgota de la pasión para vivir la reconciliación con Dios y con nuestros hermanos.

Con tanta razón la Santa Teresa de Jesús, afanada en expandir la renovación de la Iglesia y de su Orden, fundando monasterios encontró mil trabas y en el colmo de la desesperación reclama al Señor diciéndole “¿Así tratas a tus amigos?” y el Señor le responde “así trato a mis amigos por que los amo” y la gran Teresa, reconociendo con humildad la nueva ley del amor, con rendida obediencia le confiesa: “Ahora entiendo por qué tienes tan pocos amigos,  por que a los que te crucificaron los perdonas, pero a los que amas, tú los crucificas”. Que así sea.