Monseñor Castillo: Somos servidores sin privilegios, no impositores

En la Fiesta del Bautismo de Jesús, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a vivir un cristianismo maduro, dejándonos inspirar por la oración y el encuentro íntimo con el Señor para tomar las mejores decisiones y no vivir con «cielos cerrados». El prelado dijo que empecinarnos en nuestros intereses y egoísmos, nos encierra a una vida de privilegiados que deciden y actúan de espaldas al pueblo: «Jesús se pone en la fila de los pecadores, del pueblo sencillo, para no aparecer como un privilegiado, sino como un servidor; una cosa que todo creyente, y mucho más, todo dirigente creyente, sacerdote, debe hacer y corregir si es que está desviado de ese camino… ¡Nada privilegios! Los católicos somos servidores sin privilegios, no impositores, somos suscitadores del amor de Dios en la historia». (leer homilía completa).

Homilía de Monseñor Castillo – Leer transcripción.

El Arzobispo de Lima inició su homilía recordando que, durante la época de los reyes, Israel había perdido la esperanza de que un rey solucionara sus males e injusticias, sus pecados humanos y sociales: «pero hubo alguien, entre los reyes, que sí estuvo a punto de hacer una verdadera justicia – comentó el prelado – pero algo grave pasó y no pudo terminar su obra porque fue frustrada por una muerte violenta. Por ello, el profeta Isaías (42, 1-4. 6-7) nos invita, en su poema, a que miremos al «elegido», a quien Dios sostiene, acompaña, fortalece y alienta, porque es un siervo que se deja sostener por el Espíritu del Padre», indicó.

Con la llegada de Jesús, anuncia el profeta Isaías, la justicia brillará sobre las naciones, pero no lo hará imponiéndose con gritos ni violencia, mucho menos con amarres y pactos infames a espaldas del pueblo. Gracias al Espíritu de Dios, explica Monseñor Castillo, se suscitará e implantará la justicia con la paciencia reparadora del Señor, sin trucos ni mentiras, sin ofrecimientos ilusos, con una legislación sencilla, pero basada en el amor y la misericordia:

«¿Cómo puede en la historia humana haber alguien que haga tanto con tan poco? Se necesita aceptar, para ello, la mano que Dios nos tiende, aceptando nuestra misión que nos encomienda el Señor y dejándonos formar por Él», aseguró el Obispo de Lima en su reflexión dominical.

Jesús inicia su camino como siervo, sin privilegios.

El canto del profeta Isaías, entonces, nos permite comprender la trascendencia del Evangelio de hoy (Lucas 3, 15-16. 21-22), cuando Jesús decide iniciar su camino como siervo, haciendo fila con el pueblo para ser bautizado, sin hacer alarde de su condición divina o actuar como un privilegiado por no tener pecado:

«Jesús se pone en la fila de los pecadores, del pueblo sencillo, para no aparecer como un privilegiado, sino como un servidor; una cosa que todo creyente, y mucho más, todo dirigente creyente, sacerdote, debe hacer y corregir si es que está desviado de ese camino… ¡Sin privilegios!», expresó el Arzobispo Castillo.

La oración no es una repetición, es una relación íntima con Dios.

Otro aspecto importante que destacó el Primado de la Iglesia peruana es la disposición de Jesús para orar antes de bautizarse: «Él ora para que, en el inicio de este camino, pueda tomar la mejor decisión en cada situación. Jesús ora en momentos cualitativamente importantes, y como bien dijo el Papa Francisco en el Ángelus: «la oración no es un rito mágico ni una repetición de cantilenas aprendidas de memoria. No. Rezar es el modo de dejar que Dios actúe en nosotros, para captar lo que Él quiere comunicarnos incluso en las situaciones más difíciles, rezar es para tener la fuerza de ir adelante», resaltó.

La oración permite una apertura, un discernimiento que se muestra a través de la apertura de los cielos. Cuando uno tiene una relación íntima con el Señor, madura, porque el Señor lo inspira y uno tiene que obedecer con acciones obedientes, creativas e inteligentes.

Monseñor Castillo aseguró que la oración y el encuentro íntimo con el Señor nos inspira en cada decisión de nuestra vida para no vivir con «cielos cerrados», encerrados en nuestros intereses y en nuestros egoísmos, empecinados en lo que nosotros queremos, sino disponiendo abiertamente a Dios todo lo que buscamos para que Él lo transforme.

En otro momento, el Arzobispo de Lima afirmó que, durante el Bautismo, el Señor tiene una actitud humana y una actitud profundamente espiritual, porque, recibiendo el Espíritu de Dios, «hace que se pueda caminar según la fuerza de ese Espíritu que está en Él, y que también nosotros hemos recibido en el momento del Bautismo. Por eso, somos humanos marcados por el sello del amor de Dios que se impregna y entra en nuestro ser. El Señor ha venido a bautizarnos así, a llenarnos de su Espíritu de tal manera que, más allá de la purificación de nuestros pecados, lo más importante es la gracia que hemos recibido, y que nos llama a actuar en forma obediente, servicial, como la de Jesús, uniendo a nuestro pueblo con docilidad y sin arrogancia».

Necesitamos el consuelo y la fuerza de este siervo sufriente que es Jesús, para que, a través de esa forma de vivir, restablezca todas las heridas con las que estamos viviendo. Y así, entonces, todos llamados a la misma vocación, podamos ayudarnos mutuamente y superar todo lo difícil que es vivir en esta situación en la que estamos.