Al celebrarse el Día del Abogado en nuestro país, Monseñor Juan José Salaverry presidió una Eucaristía en la Basílica Catedral de Lima en compañía de los miembros del Colegio de Abogados de Lima. Durante su homilía, nuestro obispo auxiliar afirmó que la vocación de todo abogado es la de servir a la humanidad desde la ley, «ponerla al servicio de la humanidad y no al hombre al servicio de la ley, como tantas veces lo ha acusado nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio».
Monseñor Salaverry tomó como referencia uno de los esquemas básicos en la teología moral de Santo Tomás de Aquino. El Doctor Angélico señala que la ley eterna es la ley del amor que se vive en el interior de la Trinidad, que se plasma en el orden supremo del cosmos y en la naturaleza a través del derecho natural, y que se inscribe en el interior del hombre, en la conciencia que es el recinto de la moralidad. Este camino de la ley eterna, la ley natural y la conciencia nos debe llevar a vivir la ley de la gracia y del Espíritu, de la cual habla San Pablo en la Carta a los Gálatas.
“Por eso, el derecho positivo, el derecho escrito, sea el derecho del Estado o de la Iglesia, son solamente ‘muletas’ (ayudas) que nos ayudan a vivir de acuerdo a los valores éticos fundamentales, que nos encausan para crecer y desarrollar nuestra vida como personas racionales, como humanidad, evolucionando para ser una humanidad cada vez más perfecta, una humanidad cada vez mejor”, expresó.
Los hechos tienen que ser encausados por leyes y mostrar al Pueblo de Dios, es decir a la sociedad, cuál es el camino que hay que seguir. Y como los hechos van primero, los hechos nos comprueban que hacemos mal uso de nuestra libertad, de los dones que Dios nos ha dado, de la sociedad y el mundo.
Comentando el Evangelio de Juan (11, 45-56), Monseñor Juan José Salaverry aseveró que Jesús debió enfrentar «el proceso judicial más injusto que ha habido en la historia», promovido por los lideres religiosos de la época, impulsado por la ambición de los sumos sacerdotes – gestores del culto oficial de aquella época. Estos ‘maestros de la ley’, los fariseos, ven en las palabras del Señor una amenaza para sus intereses. «Estos sumos sacerdotes, estos maestros de la ley, dictaminan ya, desde ahora, la muerte de Jesús, porque con su testimonio de amor del Padre, está poniendo en peligro el negocio su seguridad y poder», resaltó.
Pese a esta injusticia, Jesús decide seguir ofreciéndonos el amor, única ley capaz de salvarnos de la ambición y el error, mostrándonos la ley del amor, frente a las ambiciones de la ley del poder, de las argollas y la defensa de los intereses personales.
Queridos amigos abogados, soy canonista, así que soy (más o menos) colega de ustedes. Y nosotros debemos entender que nuestra vocación no es de servicio a la ley, nuestra vocación es de servicio a los valores y principios a los cuales la ley atiende, a la persona humana, al Evangelio, a la sociedad.
Y dirigiéndose a los miembros del Colegio de Abogados de Lima, representados por su decano el Doctor Cesar Bazán Maveda, Monseñor Salaverry agregó: «Es realmente un gozo poder contar con ustedes aquí, en la Iglesia Catedral de Lima, y pedir por todos los miembros de este Ilustre Colegio de abogados de Lima, ilustre por la valía de aquellos hombres y mujeres de leyes que no han servido a sus intereses, sino que han servido a la sociedad; ilustre por los valores de servicio a la Verdad, la justicia, la persona humana y el Evangelio».
Por su parte, César Bazán, dirigió unas palabras de agradecimiento por la Eucaristía presidida por Monseñor Salaverry. «Los abogados leemos la Biblia, esperamos la inspiración de Dios para defender en nuestras causas, para asesorar a nuestros clientes con la inspiración divina de Dios. Por eso, en este acto de fe, nos manifestamos siempre por la justicia, por la libertad y porque esa arquitectura creada por Dios se cumpla en su infinita fe», señaló el decano del Colegio de abogados de Lima.