Al llegar la Solemnidad de la Natividad, Monseñor Carlos Castillo recordó que la Navidad es un tiempo para que, inspirados en la Palabra que nos genera, seamos trabajadores de la paz y de la esperanza en nuestro país, introduciendo en nuestras vidas un modo de relacionarnos que pondere las cosas antes de actuar:
«La Palabra es vida, dice el Evangelio, porque cuando conversamos, empezamos a entender la vida de otra manera y nos vivificamos. El futuro se necesita construir a partir de escuchar la Palabra de este “pequeño” que se va a hacer grande, pero que siempre vivirá y morirá como pequeño, sin olvidar nunca su pobreza. El Señor nos dice que estamos necesitados de ser engendrados de la Palabra», añadió.
Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima.
Al inicio de la homilía, Monseñor Castillo expresó que la Fiesta de la Navidad nos toca hondamente por el Dios que se hace Niño para hacernos renacer a formas de vivir diferentes. Por ello, «nadie puede vivir indiferente a pesar de que nuestras indiferencias existen y están llamadas a superarse».
Abrirnos a una época solidaria y hermana.
El prelado aseveró que en un mundo centrado en el dinero, los deseos del propio placer y las ambiciones, la Iglesia está llamada a comunicar y anunciar la Palabra del Evangelio, a hablar con la humanidad y ser misionera: «Estos días turbios que hemos vivido, están vividos todavía con la idea de que podemos vivir sin palabras, que podemos encerrarnos en nosotros mismos sin decir palabra y destruir al otro. Esa actitud sectaria, solipsista, solitaria, incapaz de salir de sí, es el estilo, el modo, en que nos ha habituado el mundo actual individualista: a encerrarnos sin ver más allá de nosotros mismos», acotó.
El arzobispo Castillo afirmó que se está abriendo una época nueva, solidaria y hermana, capaz de tratar las cosas con profundidad. Esto se evidenció en el Encuentro por la Paz que la Iglesia de Lima convocó junto a los grupos interreligiosos y organizaciones de base para abordar el tema de la pacificación en el país: «En esta reunión salió el deseo y la necesidad de entendernos, de tomar iniciativas para dialogar y comprender dónde están las raíces de nuestros problemas», señaló.
En la reunión que hemos tenido, uno de los interventores dijo que el alma peruana está sumamente golpeada. Tenemos que reparar el alma del Perú, tenemos que hacerla un alma de esperanza, no un alma que infunda la agresión, la violencia, las respuestas calculadoras y previsoras de intereses propios.
«En el Encuentro por la Paz no todo fue alegría y dicha – contó el arzobispo – algunos decían cosas en oposición a otros, pero fue interesante que cada uno empezó a entender que parte de lo que se decía de la posición contraria, tenía algo de razón. Y fue muy interesante porque, al final, todo el mundo salió muy satisfecho a pesar de que no habíamos podido solucionar todavía nada».
Llamados a ponderar las cosas antes de actuar.
Comentando el Evangelio de Juan (1, 1-18), que nos recuerda: En el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios, el Primado del Perú recalcó que el tiempo de Navidad se prolonga como un tiempo de llamado al diálogo, introduciendo en nuestras vidas un modo de relacionarnos que siempre trate las cosas y las pondere antes de actuar, tratar de ver más allá de los intereses inmediatos y buscar cuál es aquello que es conveniente hacer.
En otro momento, Monseñor Carlos explicó que recibir a Jesús «es entrar en nuestra vida en las mismas categorías con las cuales Dios piensa; es, en cierto modo, una forma de divinizarse, de poder ser hijos de Dios. Pero hay personas que creen que divinizar es endiosarse, y creen que por ser creyentes están por encima de los demás».
«El Evangelio nos está diciendo que, dejándonos engendrar por la Palabra, somos hijos de Dios como Dios es el Dios que se hace niño. La divinización en el ser humano pasa por considerarse hijo, e hijo que se encarna en los pobres, en los últimos. De hecho, cuando dice el texto: … “y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”, se está diciendo con un término: “carne”, es decir, lo más débil del ser humano, la carne en el aspecto más débil. Y la Palabra se hizo “debilidad”, se hizo la debilidad de un niño. El Señor se hizo pobre, la Palabra se hizo pobre y habitó entre nosotros. Y así, todos somos cogidos en la salvación, todos somos invitados a salvarnos. «, reflexionó el prelado.
La Navidad no se puede vivir a espaldas de los pobres, como dijo el Santo Padre. La Navidad no debe ser pensada en términos de una gran fiesta que exalta el poder y no ve lo más importante: la misericordia y la caridad del Señor para con la humanidad.
«¿Quién de aquí o del mundo puede decir que nació poderoso?», preguntó el arzobispo de Lima y agregó:
«Todos nacimos como Jesús: fuimos engendrados y acogidos por una madre, nos pusieron un vestido y, simultáneamente, cada uno de nosotros aprendió a vivir siempre desde lo pequeño. Lo que pasa es que, cuando nos hacemos grandes, creemos que ya lo pequeño no interesa. Y lo que interesa, permanentemente, es la actitud pequeña de Dios que tiene en cuenta a los que más sufren, a los pequeños, a los niños del mundo que están sufriendo la guerra, a los niños que hace poco, algunos de ellos, han muerto en condiciones terribles por esas trifulcas que hemos tenido».