En la Solemnidad de Santa Rosa de Lima, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a vivir intensamente la fe que nos dejó, para que, inspirados en sus actitudes humanas y cristianas, podamos cambiar la manera de situarnos ante la realidad, redescubrir el sentido de nuestra misión en el mundo, y evitar toda actitud que pueda contrarrestar la vida del país:
«La fe cristiana nos llama a reclamar, en toda la humanidad, entrañas de misericordia, las mismas que hemos recibido de nuestras madres y de nuestro Dios. Necesitamos salir del entrampamiento de las locas ilusiones, de las locas fantasías, que hacen creer que, mediante la lucha indefinida por el poder en favor de mis intereses particulares, todo va a solucionarse. ¡Es la mentira más grande que podemos creernos», reflexionó (leer transcripción de homilía).
Leer transcripción de la homilía de Monseñor Carlos Castillo.
La Fiesta de Santa Rosa de Lima ya se vive en todo el Perú y el mundo; y las principales autoridades de la Policía Nacional, Fuerzas Armadas y enfermeras, acudieron a la Basílica Catedral de Lima para rendir homenaje a nuestra santa patrona. También estuvo presente Lady Camones Soriano, presidenta del Congreso de la República.
En su homilía, el arzobispo Carlos Castillo señaló que la Fiesta de Santa Rosa es una oportunidad para vivir intensamente la fe que nos dejó: «Rosa de Lima transparentó a Jesús. Como mujer, se atrevió a vivir íntimamente una relación esponsal, enamorada, de noviazgo, de casamiento con el Señor», expresó.
El prelado aseguró que tenemos la misión de actualizar el mensaje universal de salvación que Santa Rosa quiso vivir en concreto en esta ciudad, de lo contrario, «nuestra devoción resulta sumamente frágil y emocionante, pero para nada atenta a la conversión y al cambio de las situaciones que vivimos como humanos, como católicos y como peruanos».
Cuidarnos de las locas fantasías que extravían al ser humano.
Las lecturas de hoy esclarecen el camino que debemos seguir: “No pretendas lo que te sobrepase ni escudriñes lo que se te esconde. Son tan numerosas las opiniones de los hombres y sus locas fantasías, los extravían”, dice el libro del Eclesiástico (3, 17-24). En ese sentido, Rosa fue una mujer lúcida que supo apartarse de la frivolidad del mundo limeño, abundante de riqueza. Ella no se dejó seducir, como dice el texto del Eclesiástico, por las «locas fantasías» que «extravían» al ser humano.
Carlos Castillo recordó que, desde muy pequeña, Isabel Flores de Oliva, percibió los problemas que originó la alta producción del oro y minerales en el país: «Desde los inicios de su vida, siendo de 12 años, Rosa ya había percibido los problemas: la producción del oro de distintos minerales que enriquecían a muchísimas personas; sin embargo, esto tenía su reverso: el maltrato y la explotación de los negros e indios. Por eso, ella opta por el «oro de la virtud», es decir, del amor, de la dicha, la paciencia, el servicio, y la ayuda a los demás», explicó Monseñor Carlos.
Rosa supo traducir la entrega generosa de Jesús en la Cruz con el testimonio de su vida en el Perú. Ella se identificó con los pobres, y sentó un principio humano de solidaridad con los que más sufren.
El arzobispo de Lima precisó que estamos viviendo un mundo consumido por las locas ilusiones, por la ambición del poder y del dinero: «¡Las cosas están muy mal en el mundo! Y hay gente que está pensando en un nuevo proyecto para la humanidad, pero que no es un proyecto basado en el amor, sino basado en la explotación de unos sobre los otros», aseveró.
Rosa de Lima en el testimonio de entrega de nuestras enfermeras.
En otro momento, el obispo de Lima destacó la entrega heroica de las enfermeras, de forma especial, durante la Pandemia, tal como lo hizo en su momento nuestra Santa Rosa: “Muchas dijeron que no importa morir, lo que importa es ayudar, esa es mi tarea, mi vocación. Esa es la verdadera enfermera”, refirió.
El arzobispo recordó que Rosa traía a su casa “a las negras angolesas para que pudieran parir con decencia y salud. Las traía desde Malambo, así como gentes de enfermedades asquerosas, sin distinguir si eran negros o indios y los cuidaba con esmero como nuestras hermanas enfermeras”. “Ella siguió hondamente la vocación del amor de Dios en cosas concretas que estaban en su posibilidad de realizar su vocación. Como consecuencia de ese amor, Rosa murió contagiada de una de las enfermedades asquerosas con las que iban a verla sus enfermos, a quienes atendía con tanto esmero”, contó en su homilía.
Cambiar la manera de situarnos ante la realidad.
Finalmente, nuestro arzobispo reiteró que la vocación que nos da el Señor es siempre la del amor, diversificada en todas nuestras tareas, en la tarea de las enfermeras, de la policía, de nuestras autoridades políticas, de los sacerdotes, y de todo el Pueblo de Dios: «Todos los que tenemos esta tarea, tenemos que desarrollarla como una vocación, porque nace de lo más profundo del amor de Dios que nos ha inspirado», acotó.
«Este es un día para agradecer todas las actitudes gratuitas, de servicio gratuito y generoso que las enfermeras y la policía nos han dado en la historia; como también lo ha hecho el congreso que dejó San Martín, hace 200 años, y que, desgraciadamente, todavía no lo honramos con todo lo debido; porque todavía las locas ilusiones y las locas ambiciones nos agarran por todos lados. Por eso, todos tenemos que recapacitar y corregirnos mutuamente. También corríjannos, ustedes, si ven en la Iglesia algún defecto que sea una cosa evidente que pueda contrarrestar la vida del país», subrayó.
Que todos los peruanos nos dejemos llenar por el espíritu entrañable de Rosa, y seamos capaces de compartir, entre nosotros, toda la riqueza de lo que somos: amándonos, comprendiéndonos, apreciándonos y ayudándonos.