La comunidad de San Pedro vivió con gran alegría y devoción la apertura de la Segunda Puerta Santa de nuestra Arquidiócesis de Lima. Cientos de peregrinos acudieron al corazón de la capital para acompañar a nuestro Cardenal Carlos Castillo que, en comunión con la Iglesia Universal, recordó que «hemos iniciado el Jubileo de la Esperanza en nuestra ciudad de Lima».
La emotiva celebración también contó con la presencia del Cardenal Pedro Barreto y toda la comunidad jesuita.

Con esperanza en el Señor que no defrauda y no nos abandona, se vivió en el Centro de Lima la ceremonia de apertura de la Segunda Puerta Santa en la Iglesia de Lima, en la Iglesia de San Pedro, el único santuario del Sagrado Corazón de Jesús, conocido popularmente como el «confesionario de Lima».
Precisamente es el sentido de conversión del Año Jubilar 2025 el que nos invita a vivir este tiempo de gracia en una de las iglesias más acogedoras de la capital. «Es por eso que hemos designado este templo como una de las iglesias donde se puede obtener la indulgencia del año santo, y recibir la misericordia del Dios en el Jubileo de la Esperanza», explicó el Monseñor Carlos Castillo.
En su Homilía, el Primado del Perú explicó que la presencia del Hijo de Dios encarnada en nuestra historia, concretamente, entre los escondidos y últimos de la tierra, es el principal motivo de júbilo porque en Él se realiza nuestra esperanza puesta en Dios.
El Señor se encarnó, se hizo uno de nosotros y se entregó como el cumplimiento definitivo de las promesas de Dios con la humanidad. Por eso, el nombre de Jesús es el Nombre sobre todo nombre, que acompaña a la humanidad y no la abandona.
En medio de la compleja crisis de valores que vive la humanidad, el Cardenal Castillo recordó que debemos confiar en Jesús, que es la esperanza verdadera que no defrauda. Sin embargo, a veces, podemos correr el riesgo de perder la esperanza y vivir en la inmediatez:
«La esperanza tiene dos formas de comprenderse. Por un lado, está la esperanza inmediata de que las cosas se tienen que realizar ya, en el momento. Por otro lado, está la esperanza esperante que hemos recibido de Dios, esa gracia esperante de encontrarnos todos con el Padre y con el anhelo de que la humanidad sea una real expresión del Evangelio de Dios. Lo es potencialmente, pero está en desarrollo y discernimiento», argumentó.
Que este camino que hemos iniciado nos inspire a encontrar nuevas formas de ayudarnos mutuamente y levantarnos. Si Jesús es la esperanza, nuestra evangelización se tiene que explicar vivamente y con profunda alegría.