En la Fiesta de la Epifanía del Señor, el Cardenal Carlos Castillo recordó que el nacimiento de Jesús representa una esperanza para la humanidad, alentándola a abrirse a la gran novedad de una esperanza mayor para la solución de los problemas. «El Señor es Rey, viene de parte de Dios, pero no a ser un tirano, sino a ser un servidor que muere y da su vida por todos nosotros. Que todos seamos como los Magos: dóciles y adoradores del Niño Jesús que viene a salvarnos a todos, sin distinción», comentó durante la Misa en Catedral de Lima.
Monseñor Castillo inició su homilía recordando que la Epifanía es «la manifestación de Dios a todos los pueblos de la tierra, no solamente para aquellos que creemos en Él, sino para aquellos que buscamos, como humanos, cualquier tipo de esperanza para salir adelante en la vida».
En ese sentido, el Evangelio de Mateo (2, 1-12) nos permite comprender que, en la búsqueda por identificar un sentido a las cosas y un horizonte que nos permite ver un bienestar común, surge una esperanza para la humanidad con el nacimiento de un Niño. «Y nosotros participamos, con la fiesta de la Navidad, de esa inquietud universal de que las cosas tengan una solución más allá de nuestros proyectos, búsquedas y ambiciones», reflexionó el Prelado.
Jesús representaba esa «esperanza esperante» del pueblo de Israel, en un momento crucial y crítico de la historia: Herodes se había perpetuado en el poder en complicidad con el imperio romano, al punto de controlarlo todo, inclusive, matar a sus propios hijos para controlar quién podía sucederlo. «Quería tener absoluto control, inclusive, después de muerto. Era una especie de gobierno de terror en donde se creía Dios», explicó el Monseñor.
El peligro de pensar el «mundo completo»
El contexto en que nace Jesús es tan importante como el mundo que hemos heredado, un mundo cuyos actuales dirigentes, sostiene el Cardenal Castillo, vienen promoviendo un proyecto de «mundo completo»:
«Nos quieren vender la idea de que, con la tecnología, con la inteligencia artificial y con todo lo que se ha creado, los sistemas de comunicación virtual y toda esa rapidez inmediata que hay, ya el mundo está “completo”, ya no se puede aspirar a más. Nos quedamos en este mundo y este es el “reino eterno”. Quieren hacer de lo eterno lo que es caduco, lo que debe terminar, porque todas las generaciones van avanzando y transformando el mundo de acuerdo con una esperanza mucho más grande», comentó el Primado del Perú.
Esta actitud de endiosamiento de los dirigentes del mundo se concretiza en situaciones de desesperanza para la humanidad como la guerra. «Se van apoderando y controlan todo el mundo, conquistando espacios. Y el mundo está siendo repartido entre unas personas que tienen muchísimo poder pero que no tienen otra esperanza que sí mismos», recalcó.
El peligro de una educación de números y cálculo
Uno de los problemas de fondo, advirtió Su Eminencia, es que estamos siendo «condenados» a una educación de números y cálculo, sin humanidad. «Se piensa que, para poder vivir en este mundo, necesitamos solamente aprender a calcular. Y, ¿no es importante aprender a respetar? ¿A considerar a la persona, aprender a tratarnos como personas unos a otros para ser hermanos?», cuestionó.
El Rey que ha llegado al mundo, aseveró nuestro arzobispo de Lima, viene de parte de Dios para ser un servidor y dar su vida al servicio del mundo. Este es el testimonio que, como peruanos, hemos visto en casi todos nuestros héroes nacionales, mártires que dieron su vida y murieron por nosotros. Por eso, la esperanza de Jesús llega a nuestra vida para alentarnos a «marchar hacia una dirección correcta, hacia un don que recibimos y que, humildemente, acogemos para ser mejores. Y no hay mejor esperanza que nuestra humanización y nuestro hermanamiento».
La Eucaristía por la Fiesta de la Epifanía contó con la presencia de Monseñor Guillermo Elías, Administrador Apostólico de Piura y Tumbes; y el Padre Frederic Comalat, párroco de San Lázaro, que acudió acompañado de la pastoral juvenil de la comunidad rimense.