Vigilia Pascual: Acoger al Señor en nuestra 'Galilea' peruana

En la Vigilia Pascual celebrada en Catedral de Lima, Monseñor Carlos Castillo recordó que hemos de acoger al Señor en nuestras Galilea peruana, ir a buscarlo y seguirlo en todos los rostros donde Él aparece para ponernos a su servicio.

En su Homilía, el arzobispo de Lima explicó que la Vigilia Pascual nos recuerda los «orígenes sencillos de la Iglesia que empezaba a reunirse después de sentir el estremecimiento del dolor por la muerte de Jesús». En medio de la tristeza, el miedo y este misterio tan difícil de comprender, el Señor ha querido insertarse en nosotros en las situaciones complicadas para «transformarnos y curarnos», para regenerarnos y ver las cosas con mayor profundidad.

Por eso, para ser cristiano resucitado tenemos que comprometernos con lo que ocurre a nuestro alrededor, viendo cara a cara los problemas de los demás y, a veces, estar dispuestos a pasar por el sufrimiento. «El Señor se anonadó por amor, quería mostrar que Dios está dispuesto a llegar a las últimas consecuencias de la muerte para darnos vida», expresó el Prelado.

Esta forma irreversible de amarnos es el signo del amor gratuito de Dios con la humanidad: «Con la Resurrección, Jesús ha querido comunicarnos que su amor nos reengendra, nos permite volver a nacer. Él nos ha reengendrado con una esperanza viva, no una esperanza muerta», señaló.

Comentando el Evangelio de Marcos (16, 1-7), el arzobispo de Lima destacó la capacidad de las mujeres en el sepulcro para involucrarse a fondo en el acontecimiento que ocurría. «Solo cuando uno se atreve a meterse y entender qué problema tengo, dónde estoy, en qué país estamos, qué problemas hay, cómo están las cosas, dónde están las dificultades, podemos hallar alguna sorpresa interesante. Las mujeres nos enseñan ese camino, afrontar, no evadir, no escaparse, afrontar la realidad».

No temamos afrontar, ver cara a cara dónde están los problemas. No hay que temer “entrar al sepulcro” a buscar a Jesús, Tenemos que ir al sitio donde está el Señor para escuchar su Palabra, ir a su encuentro y salir después en misión para afrontar el mundo difícil.

Hemos de acoger al Señor en ‘nuestras Galileas’, en nuestros caminos distintos, en la historia de nuestras madres de las ollas comunes, en los cerros de Lima y en las periferias existenciales, para compartir con los que más sufren y organizarnos para encontrar soluciones pacíficas a los problemas que hay en nuestro país.