Pasión del Señor: Acoger el Espíritu de Jesús para crear un Perú nuevo

En el Oficio de la Pasión del Señor, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a dejarnos guiar por el Espíritu del Señor que se ha entregado generosamente en la Cruz para inspirarnos a buscar soluciones concretas a los problemas desde el amor gratuito y desinteresado.

«Que este acompañamiento al Señor en su entrega generosa en la Cruz, sea motivo para dejarnos inspirar por su amor y ablandar los corazones más duros y enfervorizados del fanatismo, el odio y la ambición», manifestó el Primado del Perú ante los cientos de fieles que acudieron al Santuario de Las Nazarenas.

El arzobispo limeño inició su homilía recordando que el Viernes Santo es el único día del año en que no celebramos la Misa porque «nada sustituye el acontecimiento de la entrega generosa y total de Jesús por mostrar que Dios es amor y solamente amor».

Rememorar la muerte del Señor, sostuvo, es estar en sintonía con Él, que entregó su Espíritu para que penetre hondamente en nuestro ser. «Jesús está convencido de que el único modo de hacer que la humanidad comprenda cuánto tenemos que amarnos, no es imponiéndole un deber ni amenazándola, sino entregándole su Espíritu», remarcó.

Siendo ya que Jesús expiró, hagamos posible que los lazos de unidad se fecunden y ensanchen. Y juntos recibir el Espíritu de Jesús para imaginar y crear el Perú nuevo en el mundo nuevo.

Monseñor Castillo afirmó que Jesús prefirió morir antes que bajarse de la Cruz y vengarse de sus enemigos: «Nunca se escuchó hablar, antes de Jesús, de un Dios que nos amara de esta forma, gratuitamente y sin pedir nada a cambio. Jesús nos invita a amar al Padre amando siempre al Otro», expresó.

El Santo Padre ha dicho que hemos de llorar con la gente, sentir hondamente su dolor para poderle anunciar el mensaje de la alegría. Y desde ese desgarramiento de nuestro ser, identificarnos con ese dolor y sentir la presencia de la Luz que nos ilumina en medio de la tiniebla.

El Primado del Perú recordó que todos tenemos la posibilidad de constituirnos en hermanos por obra del Señor, que nos ama sin medida hasta la muerte.