«Es terrible cuando una fe se llena de una serie de costumbres, sacrificios, holocaustos y no hacemos la voluntad de Dios. Ahora que tendremos un retorno gradual a los templos, que esto sea un motivo para que sepamos hacer de las celebraciones, actos de fondo y no de forma, y así encontrarnos con el Señor que es luz para nosotros», ha dicho el Arzobispo de Lima en su reflexión de este IV Domingo de Cuaresma: «Si los sacramentos han sido constituidos en la Iglesia, son para celebrarlos en comunidad y vivirlos intensamente en la vida concreta», recalcó.
Monseñor Carlos Castillo inició su homilía meditando las palabras que Jesús le dijo a Nicodemo: ‘Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna’. Ante esto, el Arzobispo de Lima explicó que Dios ama al mundo a pesar de sus contrariedades, maltratos, violencias y guerras: «ése es el principio que Jesús va a manifestar en la Cruz como el don del Hijo de Dios, ese regalo que es un amor gratuito, un amor que no pide nada a cambio, sino el de entrar en relación con nosotros», añadió.
Comentando el Evangelio de Juan (3, 14-21), Monseñor Castillo recordó que «la fe es una relación interpersonal con Aquel que nos declara su amor, un amor generoso que confía en el ser humano a pesar de nuestros males y pecados, un amor que no traiciona ni engaña, sino permite que desarrollemos nuestra capacidad humana de amar».
En ese sentido, el Primado del Perú precisó que no podemos vivir la fe desde el cumplimiento rígido y estricto de normas para agradar a Dios: «cuando se vive la fe así, se deforma el sentido de la voluntad de Dios – agregó el prelado – la voluntad de Dios es de un amor generoso que transforma a la persona con paciencia. Siempre hay la posibilidad de que las personas no comprendan totalmente cuánto se es amado y cuánto se puede amar. En el amor siempre se crece, no es algo que surge de la noche a la mañana, por eso, no se puede establecer en reglas», acotó.
«Muchas veces nos pasa en la experiencia religiosa que inventamos una religión que no obedece a la voluntad de Dios. Hacer la voluntad de Dios siempre es una aventura, es inspirarse en el amor del Señor para decir: ‘cómo te soy fiel en este momento, en esta circunstancia, con estos problemas’. Y así, asumir la responsabilidad», reflexionó el Arzobispo de Lima.
Si yo invento normas para amar a Dios que no están inspiradas en su amor, es decir, normas que son a mi imagen y semejanza, creo un sistema artificial que no sabe corresponder al Señor. Es terrible cuando una fe se llena de una serie de costumbres, de sacrificios, de holocaustos y, finalmente, no hacemos la voluntad de Dios.
Carlos Castillo reiteró que el amor del Señor debe ser la luz que ilumine nuestro camino para discernir y tomar mejores decisiones: «no debemos tener un cristianismo pelagiano, es decir, un cristianismo que construye cómo debe ser la religión sin pensar absolutamente en el amor. Esto ocurrió con los pelagianos, una herejía del pasado que construía sistemas, modos, holocaustos y costumbres que, en realidad, adornaban al cristianismo con una serie de cosas accesorias», subrayó.
El mundo se salva dando un testimonio de amor, compartiéndolo con los demás y aprendiendo a recoger ese amor como un criterio de discernimiento permanente. Así generamos una forma de vivir que va corrigiéndose en el camino, en la vida misma.
Monseñor Castillo hizo un llamado a no petrificar el sentido de nuestra fe en cosas anecdóticas que nos impiden vivir intensa y correctamente el amor de Dios: «juzgar significa discernir, tensar, recordemos que el pecado original fue un pecado de apresuramiento. Comerse el árbol del bien y del mal es comerse el discernimiento, sustituirlo por nuestras costumbres y cosas banales a nuestra fe».
Si los sacramentos han sido constituidos en la Iglesia, son para celebrarlos en comunidad y vivirlos intensamente en la vida concreta. Por eso, ahora que tendremos un retorno gradual a los templos, que esto sea un motivo para que sepamos hacer de las celebraciones actos de fondo y no de forma, y así encontrarnos con el Señor que es luz para nosotros.
«Que este camino hacia la Semana Santa, nos ayude a entrar hondamente en este camino de la luz para hacer la voluntad del Señor. Para eso requerimos un cristianismo profundo que sabe discernir, hacer lo adecuado y lo justo en cada momento para expresar el amor de Dios», finalizó.