Cardenal Castillo: Dios no atemoriza ni castiga, nos ama gratuitamente y alienta

Superar los prejuicios que nos impiden comprender que en Dios no hay temor ni castigo, solo amor y misericordia. Es la exhortación del Cardenal Carlos Castillo en la misa de este tercer domingo de cuaresma, ofrecido por la salud del Santo Padre y en memoria de las miles de víctimas de extorsión en nuestro país.

«Es tan fuerte lo que nos está pasando que, cuando estamos en una situación extrema, de las entrañas, de las vísceras del Perú, nace el clamor por humanidad, por amistad y por cariño los unos con los otros. Vamos a arreglar nuestro país juntos, como varias veces en la historia lo hemos hecho», manifestó el arzobispo de Lima en su homilía.

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En su alocución al Evangelio de hoy (Lucas 13,1-9), el Cardenal Castillo recordó que la cuaresma es una invitación a «convertirnos al Señor yendo a su fundamento». Y, para eso, debemos estar dispuestos a superar todo aquello que nos aleja de la misericordia de Dios, como aquellas concepciones que lo asocian con el temor y el castigo:

«Ha costado mucho comprender que nuestro Dios existe con la realidad, acompañándonos, inspirándonos, teniendo siempre misericordia, amistad con los seres humanos, con la creación que Él ha realizado; de tal manera que, todo lo existente, está dentro de Dios, no fuera de Él», afirmó el Prelado.

Monseñor Castillo explicó que «una costumbre muy seria y grave en las religiones» es atribuir a Dios las desgracias o injusticias que ocurren en el mundo, interpretando la realidad conforme a intereses humanos y ambiciones. «La injusticia es un acto que sucede por mano humana y la tendrá que pagar el responsable, pero no podemos decir que la gente que sufre es por su culpa. Es como si, en estos días, después de las matanzas por extorsión que hemos tenido (casi 1800 hermanos nuestros) o cuando se cayó el techo oxidado de cierto centro comercial, fue por castigo de Dios», advirtió.

No podemos olvidar el sufrimiento terrible de la gente sencilla. Eso que está pasando hoy en el país, de que existen matanzas, ha sido gritado en las calles. Es el clamor general de nuestro pueblo que pide justicia, orden, responsabilidad de quien tiene la tarea de organizarnos a todos para impedir esa destrucción.

Monseñor Castillo señaló que «los acontecimientos humanos del tiempo actual nos están reclamando una acción seria, responsable, y una inspiración honda en el Señor que nos invita a hacer justicia». Pero el camino a la conversión no es fácil, requiere de paciencia. Eso es lo que nos enseña la parábola de la higuera estéril: perseverancia y paciencia para conseguir los frutos:

«Debemos superar toda esa idea que hemos heredado de que Dios es impaciente y que, quien no cumple los mandamientos o no hace la genuflexión antes de entrar a la misa o se persigna en la puerta, entonces, se condena», reiteró el arzobispo.

No pongamos a Dios como el responsable de las causas negativas. Dios es más grande, tiene un corazón ancho y espera en nosotros que, con su amor, generemos frutos.

En otro momento, el Primado del Perú expresó la inmensa alegría que ha representado volver a ver y escuchar al Santo Padre, bastante recuperado de una fuerte neumonía: «Ya el Señor nos lo ha devuelto y pronto lo escucharemos en su voz clarita en unas semanas más», expresó.