Cardenal Castillo: Una Iglesia para promover al mundo, no para dominarlo

Todos somos pecadores, sin excepción. Seamos promotores del valor de cada persona y no hagamos las cosas en nombre de Dios para nuestros beneficio personal y egoísta. Es el llamado del Cardenal Castillo en su reflexión por el V domingo de Cuaresma.

El Primado del Perú recordó que la Iglesia es «sujeto de conversación, de aliento, de promoción humana», especialmente, con los más pequeños. «Estar todo el día en la Iglesia mandoneando, castigando y condenando» va en contra del gran proyecto de Dios: acercar su Reino a este mundo como una anticipación de la gracia plena de su amor.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

El Cardenal Castillo inició su homilía asegurando que la cuaresma es una invitación para esperar y abrir el corazón a lo nuevo que el Señor quiere generar en nosotros. «El ser humano está hecho para ir más allá de lo que vive, esperando siempre realizar una vida mejor; está orientado hacia un futuro. Y el Señor se coloca en ese anhelo y en esa tendencia hacia el futuro para decirnos que Él está haciendo germinar ese futuro», manifestó.

En ese sentido, el Evangelio de hoy (Juan 8,1-11) nos presenta una situación conflictiva: por una parte, el intento de apedrear a una mujer adúltera según ordenaba la ley que interpretaron los sacerdotes de la época; por otro lado, tender una trampa a Jesús.

En ambos casos, Monseñor Carlos Castillo explicó que la actitud de Jesús es una gran enseñanza que debemos aprender a aplicar en nuestras vidas, sobre todo, dentro de la Iglesia. En primer lugar, el Prelado precisó que la lapidación era un castigo basado en una interpretación a la ley de Moisés hecha por los sacerdotes:

«Durante seis siglos, los sacerdotes en Israel, llenaron de normas y sentencias el sistema de vida, manipulando fuertemente la Ley. Por ejemplo, en los diez mandamientos se dice: “no desearás a la mujer de tu prójimo”, “no cometerás adulterio”. Pero no dice: “y te apedrearán si cometes adulterio”. Eso se agregó después como una ley que se había encaramado en los poderosos sacerdotes que empleaban al templo como una fuente de acumulación de dinero», argumentó.

Los gestos de Jesús ante el caso de la mujer adúltera

Los escribas y fariseos presentaron este caso ante Jesús para colocarlo entre la espada y la pared. Si se oponía a ello, estaba en contra de la ley; pero si la aceptaba, estaba en contra del imperio romano. ¿Cuál fue la respuesta del Señor? «Se queda en silencio, en cunclillas, y escribe en el suelo. Espera», respondió el arzobispo.

Lo que parece ser un gesto sin importancia esconde una enseñanza profunda: ante una situación gravísima no podemos actuar aceleradamente. Las respuestas inmediatas, especialmente, aquellas que «salen del hígado o del primer interés o la primera agenda propia de cada uno», nos impide ver el bien común, el panorama completo de las circunstancias.

Cuando no vemos el bien común y solo nuestros intereses podemos destruir el mundo, nuestras relaciones de humanos. Lo estamos viendo en todas partes con líderes mundiales que pretenden generar una situación caótica para ganar a manos llenas.

Jesús no actúa así, Él piensa bien lo que va a decir. El Señor no «se come el discernimiento del bien y el mal», sino que reflexiona, no se apresura ni toma decisiones sin sentido. Por eso, el Cardenal Castillo reiteró que la única manera de salir de una situación adversa es con el conjunto de todos, no individualmente.

Pero las pretensiones de los escribas y sacerdotes también escondían otro problema mayor: sea cual sea la respuesta, la mujer no importa, es solo un objeto para sus fines oscuros. El arzobispo de Lima exhortó a romper las cadenas que nos atan al machismo y al maltrato hacia a mujer.

Tengamos la misma actitud de Jesús para no apresurarnos demasiado y producir muchas injusticias.

Otro gesto del Señor es la palabra. Después de haber meditado, expresa una verdad universal: todos somos pecadores, sin excepción. «No había uno solo que no reconociera que era pecador», afirmó. Y, cuando todos ya se habían ido, se acercó a la mujer y le dice: «Yo tampoco te condeno. Anda, sigue adelante… y no peques más».

He aquí el milagro de la conversión, que va más allá del arrepentimiento personal que pudo haber sentido la mujer adúltera, hay una conversión social. El Señor genera algo nuevo en medio del pensamiento tradicional y despiadado de la época, logrando que todos se desviolentaran. Lo hizo con profundidad, sabiduría e inteligencia. Además, «alienta a la mujer, reconociendo que es pecadora, pero sin recriminarle nada, sino que la ayuda salir a adelante».

Por último, el Cardenal Castillo sostuvo que el Evangelio de hoy nos enseña que la Iglesia «tiene que tomar formas distintas, no puede ser uniforme, homologadora ni estándar para todos, imponiendo normas en donde todo el mundo obedece y calla».

El Santo Padre ha decidido, junto con el Sínodo de la Sinodalidad, aprobado como Magisterio Universal, que la Iglesia es sujeto de conversación, de aliento, de promoción humana. Enseñemos sencillamente al mundo que no es necesario destruirse ni matarse, sino compartir nuestro ser.

Por eso, las acciones solidarias y de reivindicación pueden contribuir a que surja la esperanza en medio de la honda crisis humana que se vive en el mundo. Un pequeño germen ocurrió estos días, cuando se dio a conocer que fueron repatriados los restos Fernando Tupac Amaru, el último descendiente inca, hijo de José Gabriel Condorcanqui y de Micaela Bastidas. «Esta acogida tiene una gran importancia para nosotros porque nos permite reconciliarnos con la historia de esta terrible muerte de su padre que todos recordamos».

La Eucaristía de este V domingo de Cuaresma contó con la participación de los representantes de la Guardia Republicana, la Hermandad del Cristo Crucificado del Rímac y la Hermandad del Santísimo Sacramento.