Dios habita en la barca de nuestras vidas y en las raíces de nuestro ser

En su reflexión sobre el pasaje de la pesca milagrosa, el Cardenal Carlos Castillo explicó que necesitamos responder al llamado del Señor percibiendo lo que sucede en nuestra realidad peruana y en toda la tragedia que se vive en el mundo, adentrándonos en los problemas y remando con la confianza en el Dios que no nos abandona. «El Señor habita y está sentado en la barca de nuestras vidas, en las raíces de nuestro ser, jamás se va a separar», apuntó.

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El evangelio de hoy (Lucas 5,1-11), nos permite profundizar en las tres actitudes que tuvo el Señor junto al lago de Genesaret, en la pesca milagrosa; actitudes que el Santo Padre Francisco ha interiorizado en tres verbos: vio, subió, se sentó. Este fue el hilo conductor en la reflexión de Monseñor Castillo, recordando que Dios ha enviado a su Hijo para quedarse en nuestras vidas, en nuestro camino, en los desafíos y circunstancias distintas que nos toca vivir.

En primer lugar, «el Señor percibe a la población, a los pescadores que están dejando las redes» y, comprometido con los problemas de esos pescadores, se moviliza y «sube a la barca». Estas dos primeras actitudes («ver» y «subir»), nos recuerda que, para orientar nuestras vidas hacia Dios, no basta con «solamente mirar al cielo», tenemos que «mirar al Padre sin dejar de mirar a la gente, sin dejar de mirar lo que ocurre a nuestro alrededor».

Ver, en la manera de Jesús, es un aprender a percibir al Dios que amamos y nos ha acompañado históricamente, en la realidad.

El arzobispo de Lima reiteró que, muchas veces, nos preocupamos más en repetir lo que aprendemos en el catecismo, olvidando que también debemos «mirar los problemas y responder con la Gracia del Señor de manera justa». Esta es la mejor manera de poner en práctica el sentido verdadero de la catequesis: haciendo eco del anuncio del Evangelio y lo que produce en nuestras vidas, desarrollando las capacidades que suscita el Señor.

Nuestra fe no es una fe de papagayos ni de loros; es una fe responsable que va creciendo según la Palabra del Señor que entra en mí, produce un eco y crece.

Por otro lado, «subir a la barca» implica adentrarse en la vida de sus discípulos. «El Señor se mete en nosotros, en nuestras familias, en nuestro trabajo, en el hogar. Jesús sube y se adentra para familiarizarse con nuestra humanidad», sostuvo el cardenal Castillo.

«Si hay algo que es sumamente importante en la fe cristiana de todos, pero en especial en las religiosas, los religiosos y el clero (y que el Santo Padre también pone en insistencia), es que hay que tener profunda experiencia. Por eso, estamos mandando a los curas a las parroquias pobres y ricas. Y cada cierto tiempo combinamos, porque tenemos que conocer a todos, a todos nuestros pueblos, a todas sus necesidades y dificultades», agregó el Prelado.

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Nadie puede ser testigo sino desde la experiencia humana concreta. Para ser cristiano no se necesita abandonar nuestra responsabilidad, sino profundizarla con el sentido del amor gratuito.

Finalmente, está la tercera actitud: «se sentó». ¿Por qué esto es importante?, preguntó el obispo de Lima. El Señor quiere «sentarse» en nuestras vidas, en el corazón del ser humano y en las raíces de nuestro ser. Desde ahí nos pide remar mar adentro, sin embargo, responder a este llamado implica algunos riesgos que debemos asumir. Pedro, por ejemplo, debía enfrentarse al miedo de perder su prestigio de buen pescador (había pasado toda la noche tratando de pescar y el Señor le estaba pidiendo volver a echar las redes).

Monseñor Castillo indicó que el Señor quiere que «rememos dentro de todas las situaciones difíciles del país», meternos «al fondo de los problemas de los jóvenes», en las injusticias y la pobreza, «meternos al fondo de las vidas porque el Señor habita y está sentado y jamás se va a separar». Es cuestión de que sepamos escucharlo en medio de la adversidad, no fuera de ella.

El Señor nos invita a correr pequeños riesgos ante los problemas y desafíos de la vida. Hagámoslo con la confianza en el Dios que nos ama y nos inspira a inventar formas creativas para responder a las situaciones complejas.

El Primado del Perú afirmó que ser «pescador de hombre» es emplear todo lo que sabemos de nuestro trabajo y vocación para compartirlo con los demás. «Todas las capacidades potenciales que tenemos deben desarrollarse dejando que el Señor entre en nuestras vidas, tome nuestra barca y nos pida remar mar adentro», concluyó.

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La Eucaristía del domingo V del Tiempo Ordinario contó con la participación de la Pastoral de Salud de la Arquidiócesis de Lima. Con la ayuda de voluntarios y sacerdotes, se impartió la Unción de los Enfermos al término de la misa.

También se hicieron presentes las Hermanas de San Camilo y la comunidad de la Parroquia Cocharcas de Barrios Altos.

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