Mons. Salaverry: Dios nos creó para la felicidad, no para las ilusiones pasajeras y superfluas

En su reflexión dominical sobre las Bienaventuranzas, Monseñor Juan José Salaverry recordó que, a pesar de la dura crisis humana que se vive en todo el mundo, no debemos olvidar que el Señor nos ha creado para la felicidad. El obispo auxiliar de Lima precisó que la alegría superflua, el aplauso fácil, el poder y la riqueza, nos alejan de Dios. «En lo más profundo de nuestro corazón está cifrada la verdadera alegría que solo podemos encontrar si vivimos en comunión con Dios», comentó.

En su comentario del evangelio de Lucas (6,17.20-26), que nos habla sobre las Bienaventuranzas, Monseñor Salaverry explicó que el Señor nos presenta una nueva manera de vivir la fe que, a diferencia del Antiguo Testamento, ya no propone un decálogo de normas prohibitivas (no matarás, no mentirás, no robarás), sino un llamado a la felicidad. Este «nuevo decálogo» es el «programa de vida que nos presenta Jesús», el régimen de una nueva alianza en donde Dios se abre para el pobre, no nos abandona y acompaña al que sufre.

En ese sentido, el mensaje de las Bienaventuranzas, desafía la lógica humana: «¿Cómo pueden ser bienaventurados los pobres? ¿Quién busca la pobreza? ¿Quién se siente feliz en la pobreza? ¿Las persecuciones pueden generar felicidad?», cuestionó el obispo auxiliar de Lima.

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La felicidad del cristiano no está en el sufrimiento – aclaró el Monseñor – sino en la confianza en Dios. Por eso, «el pobre tiene como única riqueza a Dios. Nuestro Padre no nos ha creado para pasar hambruna, pero aquel que tiene sed de Dios, que tiene hambre de Dios, es feliz y es bienaventurado», argumentó.

Hoy el Señor nos llama a tratar de entender más allá de la razón humana, poner nuestra confianza en Dios y encontrarlo en los más frágiles, en las situaciones de injusticia.

Monseñor Juan José Salaverry también meditó sobre el peligro de poner la confianza en la riqueza, el poder y las ambiciones personales. Esto ocurre cuando «no dejamos espacio en nuestro corazón para Dios» y nos preocupamos más en el «gozo superficial, en el aplauso fácil, en el poder y la riqueza, en llenar nuestros estómagos en el gozo insustancial». Quienes viven en esta lógica – advirtió – creen que con el dinero y el poder pueden manejar el mundo, pero están equivocados.

Si somos obispos, autoridades civiles, si tenemos una responsabilidad, el Señor nos dice hoy: Ay de ustedes que buscan el aplauso fácil y no buscan agradar a Dios y servir al hombre.

Nuestro obispo auxiliar sostuvo que la verdadera alegría está en Dios y todos podemos acceder a ella. Sin embargo, primero, debemos estar dispuestos a «descubrir en lo más profundo de nuestro corazón en qué está cifrada la verdadera alegría. Aunque no tengamos nada, aunque pasemos hambre o estemos llorando, debemos vivir en comunión con Dios», añadió.

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