El Arzobispo de Lima Carlos Castillo Mattasoglio presidió este Jueves Santo en la Catedral de Lima la Cena del Señor.
“Hermanas y hermanos este es un día enormemente profundo porque las misas que celebramos todos los domingos se fundan en este día. A esta hora Jesús quiso celebrar la última cena con sus discípulos, y eso es lo que hacemos todos los domingos, celebrar esta última cena que se realizó el día anterior a la muerte de Jesús», comentó.
La última cena se realizó como un acto profético, como un anuncio de lo que Cristo vino a hacer en este mundo «anunciarnos su amor, anunciarlo por las aldeas de Galilea en medio de la vida de los pobres y sencillos del mundo, y fue a Jerusalén a anunciar el evangelio en el centro de un poder que no quiso que se siguiera anunciando, y que entonces combatió hasta el último para desaparecerlo y acabar con él».
Dios es amor y solo amor
En ese mundo de poder «resultaba peligroso decir que Dios es amor y, por lo tanto, ese amor nos lleva a dejar poderes, ambiciones y maltratos, nos enseña a mirar con los ojos que Dios nos ha dado y están hechos para apreciar, con las manos que están hechas para ayudar y abrazar, con los odios que están hechos para consolar y escuchar los dolores de los demás, y para sanarnos con las manos y el corazón nuestras heridas y ayudarnos mutuamente».
«Ese poder aún está hoy presente en el mundo y en la Iglesia, y estamos llamados nuevamente a celebrar esta última cena para renovar en nosotros que Dios es amor y solo es amor»
Y ese amor «es también justicia, porque Dios cuando nos ama hace el acto más grande de justicia con la humanidad que Él creó para ser feliz, y que prometió hacer feliz anunciando la bendición y cumpliéndola con su Palabra el Viernes Santo».
Servir, animar y alentar
En el mismo momento que Jesús instituye la Eucaristía, en ese mismo lugar el evangelista Juan cambia «porque vio otra cosa que también sucedió en la última cena«. Jesús se levantó de la mesa y tomando un lavatorio, quitándose el manto empezó a lavarle los pies a sus discípulos.
¿Que quiere decir eso? Monseñor Castillo nos explica que «cuando compartimos el pan y vino para participar del cuerpo y sangre del Señor nos convertimos en servidores. No solo es un alimento del alma, es un alimento para actuar con nuestro cuerpo como servidores».
Para eso estamos aquí hoy, para renovar la humanidad mediante el servicio, especialmente a los que sufren, y nadie como discípulo puede ser verdaderamente cristiano si no recibe a Dios como servidor
Por lo tanto, ser cristianos es «usar el cuerpo para servir, animar y alentar, no para violar ni maltratar a nadie, no para destruir a las personas, no para destruirse a sí mismo, sino para hacer lo que ese cuerpo y esa sangre significa: entregar la vida por los demás, comprender y alentar la vida de los demás, y ayudarnos mutuamente a vivir en paz».
Lavatorio de los pies
Ante este signo de servicio y humildad, el Arzobispo de Lima expresó lo siguiente:
«En esta Cena del Señor queremos hacer un signo de servicio mínimo pero significativo, para que en el mundo digamos que somos servidores de todas las personas que luchan y viven en dificultad. Tenemos en cuenta especialmente a los que sufren situaciones terribles de miseria, pobreza, malestar, guerra, odio.
Hoy hemos invitado a algunas parientes de personas que han desaparecido por obra del feminicidio. Recordamos todos a esa niña asesinada en uno de nuestros distritos, e inclusive durante un tiempo tuvo el encubrimiento de las autoridades. Sus padres todavía sufren el dolor de lo que ha significado su desaparición.
Conocemos también cómo una persona ha sido maltratada simplemente porque alguien dijo: «Tú eres mía y si no eres mía te destruyo, te mato». Ese pecado que llena nuestra sociedad es la violencia y la violación de las personas. Debemos unirnos todos como peruanos y como Iglesia para que eso no ocurra.
Y por eso queremos lavarles los pies como signo para comprometernos todos como Iglesia a ayudar, a reparar todas las heridas, a erradicar el machismo que destruye completamente el signo más importante que ha dado Dios: la persona humana, que debe ser cuidada.
Asimismo, les hemos pedido que vengan algunos hermanos nuestros que han migrado a nuestro país y ya son cerca de un millón. Queremos lavarle los pies a ellos para que se recuerde en el mundo que los países están obligados a realizar cambios importantes en su manera de actuar para que cada pueblo viva feliz, para ponernos en su lugar, ser compresivos, misericordiosos y acogerlos.
También hemos llamado a algunas personas que pertenecen a uno de esos grupos católicos que se bufonean de ser perfectos, y que han maltratado por años y han desesperado a personas inútilmente, con actitudes destructivas, autoritarias, maltratadoras. A ellos víctimas de formas religiosas que deben desaparecer de la Iglesia, vamos a lavarle los pies pidiéndole perdón a nombre e la Iglesia por lo que hemos permitido.
Hemos pedido a unos jóvenes y niños que nos permitan lavarles los pies, porque normalmente son los más maltratados de nuestra sociedad, marginados y utilizados de diversas maneras. Todos recapacitemos para dar vía abierta a los jóvenes, porque necesitan de la Iglesia como un espacio juvenil para que la Iglesia renazca con alegría».