Sermón de las siete palabras en la Catedral de Lima

Este Viernes Santo, el Sermón de las siete palabras reunió a cientos de fieles en la Basílica Catedral de Lima. Cada palabra fue un mensaje de unidad, conversión, servicio y esperanza en el amor gratuito de Dios:

Primera palabra:

«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»

Prédica de Mons. Carlos García, Obispo de Lurín

Necesitamos mucho el Viernes Santo para aprender lo que significa vivir en el amor y la obediencia, una obediencia que se refleje en actitudes concretas como el perdón.

¿Pero es fácil perdonar? Para algunos será fácil, para otros no,  sin embargo, es tan necesario para la convivencia social, para que las familias avancen, para que los seres humanos nos entendamos, y para que en nuestro Perú podamos salir adelante.

Esta palabra (perdón) se cobija y reposa en otra palabra que se llama amor ¡Qué poco puede perdonar el que no ama!

Un perdón que nazca del amor y no del orgullo, porque hay que amarnos los unos a los otros. ¡Qué importante es que nos amemos y sintamos más cercanos!

Es el Señor que a través de esta palabra nos invita a una vida mejor. Gracias Jesús porque a través de estas palabras nos das esperanza, y la esperanza se llama perdón.

Segunda Palabra:

“Hoy estarás conmigo en el paraíso”

Prédica de Mons. Juan Carlos Vera, MSC, Obispo Castrense del Perú

Jesús no quiere perder a ninguno de nosotros, pero espera tres palabras fundamentales que quiere escuchar: “Dios mío perdóname”. Cuando nosotros somos capaces de reconocer y pedir perdón, Dios en su infinita misericordia comienza a trabajar, comienza a transformar.

Dios nos quiere, comprende nuestra fragilidad humana, Dios entiende que podemos fallar y cometer errores, pero respeta nuestras decisiones.

La muerte de Jesús no es una muerte que nos condena, es ejercer una responsabilidad que nos lleva a tomar decisiones de un verdadero cambio. Entonces cuando esto sucede estamos iniciando ese camino con la ayuda de Dios, superar y dejarnos guiar para heredar la patria eterna del Padre, porque somos una fórmula de tres cosas: cuerpo, alma y espíritu.

Tercera Palabra:

«He aquí a tu hijo, he aquí a tu madre»

Prédica del Padre Juan Bytton, SJ, Capellán de la Pontificia Universidad Católica del Perú

Jesús nos está enseñando a mirar. No se trata de voltear la cara y mirar a otra parte, sino mirar la realidad para que acogiéndola la convirtamos en un relato de amor. Cuando vemos la realidad con ojos de misericordia, la realidad se puede convertir en un relato de amor porque somos creados por un Dios que es amor.

Cuando leemos este evangelio descubrimos un detalle: en el griego original las palabras del evangelista San Juan «Mira a tu hijo, mira a tu madre«. La fe es aprender a mirar como nos mira Dios.

¿Y cómo miramos a la realidad? ¿Cómo miramos a nuestros vecinos, compañeros de trabajo y amigos? ¿Miramos con ojos de acogida o de desprecio? ¿Con respeto o con envidia? ¿Miramos para dar libertad o para poseerla? ¿Miramos para condenar o perdonar?

Lamentablemente en nuestro mundo y nuestro país existen miradas de odios, maltrato y acoso; y bien sabemos que como miramos a los demás, así los tratamos. Desde la cruz Jesús nos enseña a mirar con misericordia y compromiso.

Mirar con sinceridad es acoger. Es el segundo momento crucial de este pasaje bíblico: acoger a los que sufren, acoger como peruanos y peruanas a los que piden ayuda, abrir las puertas de nuestro corazón para acoger.

¿Cómo recibimos a las mujeres? ¿A los hijos? No podemos cerrar los ojos y dejar de mirar la realidad. Nos estamos matando entre peruanos, y por eso debemos decir: ¡Basta de hacer de la violencia un estilo de vida!

Señor enséñanos a mirar como tú nos miras, acoger como tú nos acoges, a sentir como tú, porque estando a tu lado nada de lo esencial nos falta. Ayúdanos a construir una Iglesia como tú quieres que sea, un espacio de encuentro y sanación para todos. Salir de nosotros al encuentro de todos, pero especialmente de los que están más lejos, parientes, amigos, enemigos, aquellos que con nuestras acciones hemos alejado.

Regálanos Padre bueno el don de la paz, la tolerancia y el respeto, para que seamos artesanos y artesanas de paz. Que construyamos un Perú de todas las sangres, erradicando todo tipo de violencia.

Cuarta Palabra:

«Dios mío, Dios mío ¿Por qué me has abandonado?»

Prédica del Mons. Ricardo Rodríguez, Obispo Auxiliar Electo

Cristo hoy nos dice dos veces ¡Dios mío!, y pronuncia una palabra que encarnamos mucho en algún momento de nuestra vida: abandono. “¿Por qué me has abandonado?”.

Hemos escuchado con frecuencia este grito, esta línea que aparece en el evangelio nos recuerda no solamente las palabras de Cristo, nos recuerda y nos trae al presente las palabras del hombre.

Las palabras de Cristo son las palabras del hijo de Dios hecho hombre, son las palabras del hombre, de aquel con quien conversamos cada día, las palabras de aquel al que vemos sufrir cada día, pero también las palabras del hombre que tiene esperanza.

Esta palabra que hoy escuchamos se debe entender en el conjunto de la predicación de Cristo, no se puede pretender arrancar las palabras de la cruz y reflexionarlas al margen de lo que Jesús dijo toda su vida, no se puede.

El mensaje de Cristo llega a su máxima expresión en la cruz, pero no comienza en la cruz ni termina en la cruz, el mensaje de Cristo llega a su máxima expresión porque en la cruz se resume todo lo que Él nos enseñó: servir, escuchar, hablar con Dios, ser humilde, perdonar, ser hermano.

Solo Dios con su misericordia infinita nos puede devolver esa humanidad y sensibilidad que estamos perdiendo cuando nos alegramos por la desgracia de otros. La soberbia, la ira nos nubla el corazón. Veamos a Cristo en la cruz y contemplemos a la luz del amor, no del dolor.

Quinta Palabra:

«Tengo sed» 

Prédica del Padre Rodolfo Luna, OP, Director de Radio Santa Rosa

Somos finitos, con sed de infinitud, estamos en camino de ser el hombre pleno que eres tú Señor. Nosotros somos peregrinos y tú el punto de nuestra llegada, el hombre nuevo que seremos, tremendamente angustiosa que es la sed de tu cuerpo deshidratado, tan inferior a esa otra sed que tú tienes, sed de que todos te amemos y en tu amor lleguemos a ser uno, como tu y el Padre lo son.

Tengo sed es un grito permanente, oculto bajo la dolorosa forma de los más necesitados. En ello estamos llamados a servirte, y en dicho servicio nos jugamos la vida.

Tú tienes sed de que tengamos sed de servir al hermano hambriento, sediento, desnudo, enfermo y prisionero.

Tengo sed también es un grito de agonía en el enfermo que no es tratado con dignidad en los hospitales porque no hay medicina para atender sus males o por la falta de humanidad.

Tengo sed es un grito permanente del clamor de tantas personas en los pasillos del Poder Judicial que esperan un juicio justo. Es un grito de aquellos encarcelados que están esperando la sentencia de un tribunal de justicia que no aceleran los procesos porque no les interesan los pobres.

Tengo sed es el grito de las mujeres maltratas de distintas maneras, burladas y agredidas por la indiferencia de los varones, madres abandonadas que buscan la manera de llenar la olla, mujeres que pierden el trabajo porque no son complacientes con sus empleadores.

Creer en el Señor es calmar nuestra sed, calmar nuestras ansias que nos llevan a desorientarnos en la vida, a ambicionar cosas dejando lo demás sin nada, tanta injusticia, tanto problema de usar mal los recursos que tenemos que son para todos, tanto egoísmo, tanta sed que no se calma.

Sexta Palabra:

«Todo está consumado»

Prédica de Fr. Alejandro Wiesse, OFM, Superior Provincial de los Franciscanos.

El proyecto de Dios es que tengamos vida, y la tengamos en abundancia, por tanto debemos contribuir a este proyecto de Dios ¿Cómo contribuir? Que nuestra vida genere vida, que nuestras acciones lleven vida a los que están muriendo, que nuestra palabra sea un aliento para aquellos que necesitan, una palabra que les anime.

Que nuestra vida consuele al enfermo, consuele al que sufre, que nuestra mano levante al que está caído, porque el proyecto de Dios es que haya vida, y que haya vida en abundancia. La voluntad de Dios es amar como el Señor hasta el extremo.

Dios quiere una vida plena para nosotros. El proyecto de Dios es la vida de Jesús, el hijo que estaba con el Padre y descendió para hacernos ascender con él.

La voluntad de Dios se refleja en la vida de Jesús, sus acciones y palabras. Todo aquel que se acerca al Señor se ha llevado vida en abundancia, quien estaba muerto ha resucitado, quien estaba enfermo fue curado, quien lloró fue consolado, quien lo escuchó ha encontrado su vocación.

Jesús nos dice que todo está cumplido porque con él se ha creado una nueva humanidad, se ha formado una nueva familia.

Sétima Palabra:

“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu»

Prédica de Mons. Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú.

Jesús murió a cielo abierto, en la calle, en medio del mundo para que todos podamos acceder a él dando confianza, permitiendo que todos los seres humanos tengamos libre acceso a Dios, que no excluye a nadie porque todos somos sus hijos.

La voluntad de Dios es incluir a todos, por ello quiebra el exclusivismo de una cortina que separaba, y nos une, nos hace pasar de enemigos a amigos, de separados a integrados, del clericalismo a la comunidad viva de hermanos porque somos hijos.

Todos somos palabra de Dios porque hemos sido generados por palabra. El ser humano es un poema de Dios, el más lindo poema, hombre y mujer; y por tanto, estamos llamados a decirnos siempre palabras que nos aprecien, no que nos desprecien.

Dios nos regenera otra vez como su pueblo por la palabra, ese Dios que habla con nosotros y se revela por medio de una conversación. Necesitamos ser recreados y renacer de la palabra.

Estamos tan dañados de problemas, corrupciones, crisis humanas, tantas heridas y evasiones a lo que es justo, pero dañados podemos ser curados por la palabra. Por eso, el Señor quiere una Iglesia que escucha, un cristianismo inteligente y meditativo.

Dios suscita con su amor la capacidad de comprender la vida en situaciones difíciles. Dios es padre y madre , y consuela al hijo cercano que nunca se fue de él.

Somos un pueblo conversador, inquieto por contar sus historias, por eso nos hace bien reconciliarnos y hacer que el Padre resplandezca como fuente de vida.

En tus manos:

Cuántas manos de ustedes saben recoger los dolores de las personas y tocar las heridas de cada uno para curarlas. Esas son las manos de Dios que nos formó del polvillo de la tierra y que sopló para que el hombre y la mujer vivieran como verdaderos hijos.

Hoy las manos de Cristo clavadas en la cruz, que son las manos de Dios, nos van a curar las heridas. Que esas manos no sirvan para destruir a nadie ni destruirse a sí mismo.

Encomiendo:

El gran valor del espíritu de Jesús lo da al Padre, con la esperanza de resucitar en la vida plena de Dios Padre, a quien siempre vivió.

Mi espíritu:

Jesús entrega su espíritu para que fuera entregado a todo ser humano, y el espíritu divino de amor permanezca en la humanidad. Dejemos que el espíritu de Jesús entre en nosotros y nos haga revivir en su amor, en su justicia y en su paz.

En el Sermón de las 3 horas estuvo presente la imagen del Señor de los Milagros de Nazarenas, quien recorrió las calles de Lima desde las 6.00 am.