Encuentro Nacional de Rectores y Formadores de Seminarios

El Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo presidió la misa de clausura del Encuentro Anual de Rectores y Formadores de Seminarios Mayores, Menores y Propedéuticos del Perú celebrado del 4 al 8 de agosto. Participaron como concelebrantes Carlos García Camader, Obispo de Lurín; y Rafael Escudero Lopez-Brea, Obispo de Moyobamba.

«En la tradición de la Iglesia el tema de la dignidad y humanidad de Jesús, fue una gran discusión que terminó con el Concilio de Calcedonia: una sola persona, dos naturalezas que no se confunden, que no se pueden separar que están unidas y simultáneamente son distintas», comentó durante la homilía el Arzobispo de Lima.

Siendo de condición divina se anonadó e hizo esclavo

«Ustedes ven aquí que en esa cristología hay un tercer elemento que no entró en las discusiones: el hijo del hombre tiene que sufrir, ser crucificado y al tercer día resucitar. Se deja de lado este punto que está retomado muy claramente en la Carta a los Filipenses 2:6-11: siendo de condición divina no tuvo para si su categoría de Dios sino que se anonadó y se hizo esclavo; tuvo porte de hombre Dios y hombre, pero esclavo», añadió.

Este es el punto más importante del descubrimiento de la tradición del Antiguo Testamento que recogió y llevó al cristianismo: el hijo del hombre que se encarga de los últimos de la tierra, es divino y humano pero con el pobre.

En el evangelio de San Mateo «hay una permanente crítica a que el sacerdote, o en este caso los discípulos, sean separados. Si uno observa bien la expresión en griego ‘oligopistia’ u ‘oligopistos’ exactamente no quiere decir: ‘hombres de poca fe’, en realidad es ‘fe de pocos’, ‘fe de la élite’, ‘grupito separado’.»

Esta fue una expresión de Jesús para sus discípulos porque «heredaban de la tradición sacerdotal hebrea el separarse», y cuando uno está separado es difícil «entrar en el corazón de la gente. Por eso es que el Papa nos insiste en no formar una élite de separados».

«Esta tradición fue sostenida durante seis siglos después de la muerte del último rey Zorobabel donde, tanto los reyes como los profetas, pasaron a la base de la sociedad y se confundieron con el pueblo y mantuvieron esa tradición seis siglos hasta la llegada de Jesús, ambiente en el cual Jesús nace y crece».

Nuestro sacerdocio no está separado de la gente

En otro momento, Monseñor Castillo indicó que «nuestro sacerdocio parte, en primer lugar, de aquel que entrega su vida por el servicio y la ayuda y la vida de todos, especialmente de los más urgidos, y entonces no es una tradición sacerdotal, podríamos decir, separada de la gente, que se lava las manos de sus problemas, principesca.»

«Jesús se entrega al Padre en el corazón de la experiencia humana, con características muy particulares a este aporte de Israel a la historia de la humanidad, esta experiencia de un pueblo que había sufrido muchísimo y que Jesús concentra toda su tradición y da lo mejor de sí. Ningún otro sector en Israel podría testimoniar a Dios como lo hace esta tradición y lo hace Jesús».

En ese sentido, es importante y necesario que el trabajo formativo de los sacerdotes se «inserte en el corazón de las historias de los muchachos que llegan, las historias concretas de donde vienen», porque al no trabajar en las historias que traen desde sus familias, se crea un «modelo abstracto y genérico de ser cura que finalmente lleva al vacío».

Vean los valores de los jóvenes seminaristas, examinen sus orígenes, sus historias, sus culturas, y desde allí puedan vivir la fe adaptándola y ayudándola a que el pueblo también la entienda desde el corazón de la vida.

Repensar la historia, repensar nuestros seminarios

«El drama de Pedro es fuerte – continuó el Arzobispo de Lima – porque viniendo de un pueblo pobre, galileo, no puede aceptar que el Señor sufra porque Pedro tiene una rivalidad histórica con Jerusalén. Él quiere una revolución, por eso esta con su espada en el camino de Jesús».

«¿Cuál es el camino de Jesús con ellos? – preguntó – ayudarlos a entender y a trabajar su historia. Por eso le dice “Satanás”, lo enfrenta a las tentaciones de un pueblo rebelde que necesita reivindicación pero que no puede proceder de esa manera porque no es de Dios usar los mismos métodos que usan quienes se ponen como dioses de este mundo.»

«Es por eso que el Papa nos invita a repensar nuestros seminarios», haciendo un camino donde «todo lo que traen los muchachos se enciendan pero se encienda desde el camino de Jesús, se repiense su historia, pero que cada uno vaya con su aporte, con su maravilla».

«Es precioso ver a Pedro luego en los Hechos de los Apóstoles, actuando desde lo que el Señor le dejó: “no tengo ni oro ni plata pero lo que tengo te lo doy en nombre del Señor, levántate”, y lo toma de la mano, los gestos que le enseñó el Señor en la experiencia se plasman luego pero desde sus aportes, desde sus locuras, desde su fanatismo por Jesús, porque no es malo ser fanático del Señor, lo importante es refinarlo un poquito, irlo domesticando de acuerdo a Jesús, no de acuerdo a las costumbres de la sociedad, sino de acuerdo a lo que el Señor mismo me va diciendo en el camino.»

Una vida cristiana kerigmática permanentemente

Finalmente, Monseñor Castillo concluyó recordando la carta de Francisco a los jóvenes: «a veces pensamos que la evangelización y la vida cristiana es kerigmática solamente al inicio y después hay que formar a la gente, entonces el Papa dice esta frase: “primero la alegría del kerigma y después aburrimiento general” con charlas o con formación».

«O la vida cristiana es kerigmatica permanentemente, una y otra vez, o la convertimos en una doctrina fija que ya no dice nada sino que repite las cosas» – insistió – «eso no quiere decir que no tengamos doctrina, pero todos sabemos cuán difícil es utilizar la teología en toda su densidad sistemática en la práctica pastoral.

«Si no hay una apertura permanente al mundo jamás podremos dar un mensaje relevante y adecuado, justo, oportuno y alegre, y entonces tendrá razón lo que decía Nietzsche: “los curas y los pastores tienen un letrero en la frente que dice tristeza”. Por eso el Papa Francisco escribió el Evangelii Gaudium, porque cada uno debe tener como letrero: alegría, la alegría del evangelio que siempre nos renueva, el kerigma.»

«Vamos a pedirle a Dios que nos ayude a inventar esta forma de formar, para que todos reconociendo nuestros límites, nuestras heridas, nuestras historias, también podamos iluminarnos con la alegría del evangelio y poder ser testigos de esa alegría y no ser curas de la tristeza.»

«Dios los bendiga y gracias por el servicio que hacen, por el esfuerzo, porque es un esfuerzo colectivo que todos hemos de hacer para que tengamos sacerdotes mejores», concluyó.