El Papa Francisco ya está en suelo iraquí. Su avión ha aterrizado en el Aeropuerto internacional de Bagdad a las 14.00 (hora local en Iraq) dando comienzo así a su 33° Viaje Apostólico Internacional.
Ciudad del Vaticano
Una larga alfombra roja y de fondo trompetas que sonaban El himno de la alegría, una canción que va en sintonía con el lema de este viaje: “Todos vosotros sois hermanos” (Mt 23,8). Así ha sido la acogida oficial del Papa en Iraq a la salida del avión, donde le esperaba el Primer Ministro del país, el Señor Mustafa Abdellatif Mshatat, a los pies de la escalera anterior del aeroplano. Francisco, junto con el Primer Ministro se han trasladado a la Sala VIP del aeropuerto donde ha tenido lugar un encuentro privado, la foto oficial y donde Francisco ha regalado al Primer Ministro un tríptico, una medalla del viaje en plata y una edición especial de su Encíclica “Fratelli tutti”.
Papa al clero en Iraq: «La religión debe servir a la causa de la paz y la unidad».
En el marco de su viaje apostólico a Iraq, el Papa se reunió con los obispos, los sacerdotes, religiosos, seminaristas y catequistas de este país en la catedral siro-católica de Sayidat Al-Nejat (Nuestra Señora de la Salvación). En su discurso, Francisco recordó que la religión debe servir para construir la paz y los animó a «ser servidores del pueblo y no administradores públicos», siempre con el pueblo de Dios, «nunca separados como si fueran una clase privilegiada». Tras este encuentro en la Catedral, al regresar a la Nunciatura Apostólica, el Papa recibió a algunos jóvenes que participan en los programas de la Fundación Scholas Ocurrentes en Bagdad.
En su discurso, el Santo Padre agradeció al Patriarca Ignace Youssif Younan y al Cardenal Louis Sako por las palabras de bienvenida, a la vez que dedicó un pensamiento especial a los «hermanos y hermanas que aquí han pagado el precio extremo de su fidelidad al Señor y a su Iglesia».
«Que el recuerdo de su sacrificio nos inspire para renovar nuestra confianza en la fuerza de la Cruz y de su mensaje salvífico de perdón, reconciliación y resurrección», dijo Francisco, subrayando que, en efecto, «el cristiano está llamado a testimoniar el amor de Cristo en todas partes y en cualquier momento».
Teniendo en cuenta las dificultades que ha originado la actual pandemia, así como los «arduos desafíos pastorales» que afronta la Iglesia en Iraq, el Pontífice alentó a los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, catequistas y responsables laicos, a seguir adelante sin perder la esperanza cristiana y sin detener «nuestro celo apostólico», que en estas tierras proviene de raíces muy antiguas.
El Papa a las autoridades: Que callen las armas y se dé voz a los artesanos de paz.
«¡Que callen las armas!» Un apremiante llamamiento fue el centro del primer discurso del Papa Francisco en Iraq, encontrando en gran salón del Palacio Presidencial de Bagdad a las Autoridades, la Sociedad Civil y el Cuerpo Diplomático, en el marco de su 33° Viaje Apostólico Internacional. El Pontífice recordó el sufrimiento del pueblo iraquí, golpeado por guerras y terrorismo y remarcó con fuerza la necesidad de diálogo, la búsqueda de la paz, la justicia y el cuidado hacia los más vulnerables, con un llamado a la solidaridad y a la convivencia fraterna.
«En las últimas décadas Iraq ha sufrido los desastres de las guerras, el flagelo del terrorismo y conflictos sectarios basados a menudo en un fundamentalismo que no puede aceptar la pacífica convivencia de varios grupos étnicos y religiosos, de ideas y culturas diversas. Todo esto ha traído muerte, destrucción, ruinas todavía visibles, y no sólo a nivel material: los daños son aún más profundos si se piensa en las heridas del corazón de muchas personas y comunidades, que necesitarán años para sanar», afirmó el Papa, dedicando un pensamiento especial a los yazidíes:
Y aquí, entre tantos que han sufrido, no puedo dejar de recordar a los yazidíes, víctimas inocentes de una barbarie insensata y deshumana, perseguidos y asesinados a causa de sus creencias religiosas, cuya propia identidad y supervivencia se han puesto en peligro. Por lo tanto, sólo si logramos mirarnos entre nosotros, con nuestras diferencias, como miembros de la misma familia humana, podremos comenzar un proceso efectivo de reconstrucción y dejar a las generaciones futuras un mundo mejor, más justo y más humano.
“Vengo como penitente que pide perdón al Cielo y a los hermanos por tantas destrucciones y crueldad. Vengo como peregrino de paz, en nombre de Cristo, Príncipe de la Paz” afirmó el Pontífice dirigiéndose al Presidente iraquí y a las Autoridades del país. «¡Cuánto hemos rezado en estos años por la paz en Irak!» Y recordó que su predecesor, Juan Pablo II, “no escatimó iniciativas, y sobre todo ofreció oraciones y sufrimientos por esto”. «Y Dios escucha, escucha siempre», aseguró, haciendo un apremiante llamamiento:
“Que callen las armas, que se evite su proliferación, aquí y en todas partes. Que cesen los intereses particulares, esos intereses externos que son indiferentes a la población local. Que se dé voz a los constructores, a los artesanos de la paz, a los pequeños, a los pobres, a la gente sencilla, que quiere vivir, trabajar y rezar en paz. No más violencia, extremismos, facciones, intolerancias; que se dé espacio a todos los ciudadanos que quieren construir juntos este país, desde el diálogo, desde la discusión franca y sincera, constructiva; a quienes se comprometen por la reconciliación y están dispuestos a dejar de lado, por el bien común, los propios intereses.”
Finalmente, recordando la antiquísima presencia de los cristianos en esta tierra, el Papa destacó que “su contribución a la vida del país, constituye una rica herencia, que quiere poder seguir al servicio de todos”.
Su participación en la vida pública, como ciudadanos que gozan plenamente de derechos, libertad y responsabilidad, testimoniará que un sano pluralismo religioso, étnico y cultural puede contribuir a la prosperidad y a la armonía del país.