En la Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, Monseñor Carlos Castillo nos alentó a continuar el camino de la Iglesia discípula y misionera que Jesús y María nos dejaron, con una mirada ancha y amplia de las cosas: «Que María nos lleve siempre al cielo pero con los pies bien puestos en la tierra, siguiendo el camino del amor que hace ‘bajar a los potentados de sus tronos’ y ‘encumbra a los pobres’, a los humildes, que da el pan a los hambrientos. Y como dice el Evangelio: «deja a los ricos, vacíos», no porque les ‘arrancha’ la plata, sino porque les hace abrir la mano, de tal manera que no son devotos de la ‘virgen del puño’, sino de la mano abierta de María, la verdadera María, que abre sus manos con su servicio y se deja llevar por el Señor para compartir», comentó durante su homilía. (leer transcripción)
Leer transcripción de homilía de Monseñor Carlos Castillo.
En este Domingo XX del Tiempo Ordinario, el Arzobispo de Lima señaló que estamos llamados a «reafirmar y fortalecer el amor del Señor vivido diariamente, y que luego se va haciendo estructuras, organización, vida, país. Y así tendremos en las próximas generaciones, después de haber vivido todos los dramas que estamos viviendo hoy día, una esperanza para el Perú en donde la fe cristiana brille por su sencillez y hondura, no porque seamos una Iglesia poderosa, sino servicial».
Citando el Evangelio de Lucas (1, 39-56), el Monseñor Carlos explicó que María supo vivir el camino de Jesús a pesar de toda la tragedia que supuso. De igual manera, nosotros podemos continuar este camino y dejarnos llevar por el Espíritu para hacer de este mundo un anticipo del Reino de Dios: «Vemos tantas injusticias, tantas pretensiones ambiciosas de los seres humanos, tantos sistemas ideológicos que son contrarios al amor, y sin embargo, los cristianos, los creyentes, continuamos escuchando esta Palabra del Señor que nos dice que ha vencido al mundo y a los poderes. Y el cántico de María nos lo recuerda», añadió el prelado.
María dejó que el Espíritu Santo entrara, escuchó la voz del Ángel y trató siempre de cumplir su voluntad. A veces pensamos que ser cristianos es hacer muchas cosas, inclusive el Papa Francisco ha dicho que en nuestro orgullo, pensamos que el Señor se fija en nosotros porque tenemos alguna cualidad o algún esfuerzo que hemos hecho, pero lo más importante es Dios que se fija en nuestra apertura, en la capacidad de abrirse y decidir según Dios.
En ese sentido, el Arzobispo de Lima aseguró que nuestra humanidad y nuestro país están necesitados de un nuevo espíritu: «no un espíritu sectario, no un espíritu impositivo, no un espíritu polémico, polarizador, necesitamos un espíritu abierto para comprender qué cosa es lo que más necesita la gente sencilla, como lo hizo María que supo escuchar el llamado del Señor y disponerse a Él».
Una Iglesia que sea testigo de la esperanza.
El Primado de la Iglesia peruana reiteró que la mejor vía para abrir nuevos caminos es a través del diálogo y el aporte de todos: «En ese camino nos hemos querido poner todos en la Iglesia de Lima, junto al Santo Padre y a toda la Iglesia mundial que está viviendo esta búsqueda de una Iglesia que sea testigo de la esperanza. Por eso hemos iniciado nuestro trabajo del Plan Pastoral, conversando entre nosotros y abriendo caminos, ideas nuevas que puedan ayudarnos».
Este llamado a la apertura se nos presenta de forma simbólica en el texto del Apocalípsis (11, 19a; 12, 1-6a. 10ab), cuando se abrió el templo de Dios en el cielo y dentro de él se vio el arca de la alianza. «¡Qué cosa tan importante es que el cielo se abra! – manifestó Monseñor Castillo – cuando Jesús se bautiza, se abre el cielo, se abre la esperanza. El ‘cielo cerrado’ hace que estemos en chismes y peleas, pero el cielo abierto nos permite mirar más lejos, respirar aire puro, salir del ‘encierro'».
Cuando se abre el cielo, Dios nos está diciendo: la liberación viene, no se preocupen, Yo estoy cerca. Dios nos abre los cielos para que tengamos una mirada ancha, amplia, para que no vivamos cabizbajos y deprimidos, sino con el horizonte grande del Señor.
Es así que, en medio del drama de persecución y de lucha que la primera Iglesia vivió, María aparece como una esperanza para su pueblo, porque la luz que irradia de ella, viene del amor de Dios para todos los seres humanos y nos ilumina en el desierto de este mundo: «Agarrémonos de esa fuerza e irradiemos el amor para que pueda nacer una esperanza nueva. Siempre en la Biblia, cuando Dios quiere cambiar el mundo, hace nacer un niño. Siempre que hay un cambio de época, hace nacer un niño. Y así nació Jesús hace 20 siglos», acotó el prelado.
En la humildad y en la obediencia de María, en medio de la sencillez, tenemos que generar actitudes humildes que permitan transparentar a Dios y generar nuevas situaciones buenas. Eso es difícil, pero un Espíritu nuevo nos acompaña: es el Espíritu Santo, que hace posible que esas cosas se irradien en el mundo.
Monseñor Castillo invocó a que todos podamos disponernos al bien común del país, dejando los enconos, dejando los emperrechinamientos, las ambiciones por el poder y el dinero, por el poder económico y político: «No podemos hacer lo que nos da la gana, estamos hechos para amar, y por lo tanto, hemos de hacer sólo aquello que sea conveniente, adecuado y justo. Pero tenemos que educarnos mutuamente, así como debemos educar a los niños, también nosotros tenemos que educarnos y ser maestros unos para otros».
Antes de finalizar, Monseñor Castillo felicitó la masiva participación en el Proceso de Escucha de la Asamblea Eclesial por parte de laicos, grupos parroquiales y comunidades barriales de nuestra arquidiócesis. Actualmente, Perú lidera en la región con el mayor número de registros en la plataforma virtual habilitada por el CELAM.